Están bien las comas? Cuando no andaba hurgando con sus ojos el paisaje, revolvía con avidez los baúles llenos de libros que atesoraba su madre Delicia. De allí salían historias, cuentos, poesías, algunas tan iguales a las de los peones del campo de su tío y ese niño, Rubén Manuel, las iba acumulando, las iba guardando en su alforja soñadora. Pero la magia de las letras se terminaba si oía una guitarra, entonces dejaba todo; ese sonido era mágico. Su mamá era buena guitarrista y cantaba muy bien; tenía una voz suave y dulce; a veces se arrimaban músicos del pago o alguno que pasaba por el pueblo cantando y tocando en los boliches ganándose la vida y la puerta de su hogar paterno se abría para ellos.