Fue un partícipe activo en la educación artística. Dedicó gran parte de su vida a rescatar creaciones infantiles anónimas; esas rondas encontradas en los caminos entrerrianos, contadas de “boca en boca” por los abuelos y que él desgranaba plenas de dulzura en sus charlas y en sus clases. Sabía que cada pequeño tiene siempre un corazón predispuesto a recibir cosas bellas y él, fue una puerta que llevó a nuestra niñez y juventud a la belleza del arte, ejercitándolos en el descubrimiento de la naturaleza donde el ser más insignificante podía motivar a los niños, lo supo por experiencia propia cuando escuchó por primera vez las nanas templadoras de su madre.