3. Lee el siguiente texto de la tragedia griega Medea de Eurípides MEDEA. — ¡Oh hijos, hijos! Ya tienen una ciudad y una casa, en la que, después de abandonarme en mi desdicha, vivirán siempre, privados de vuestra madre. Yo me voy desterrada hacia otra tierra, antes de haber gozado de vosotros y de haberlos visto felices, antes de haberles dado una esposa, de haber adornado vuestro lecho nupcial y haber mantenido en alto las antorchas. ¡Oh desgraciada de mí por mi orgullo! En vano, hijos, he criado, en vano afronté fatigas y me consumí en esfuerzos, soportando los terribles dolores del parto. Y pensar que había depositado en vosotros muchas esperanzas, ¡infeliz de mí!, de que me alimentarías en mi vejez y de que, una vez muerta, me enterrarían piadosamente con vuestras propias manos, acción deseada por los mortales. Y ahora ha muerto ese dulce pensamiento. Privada de vosotros, arrastraré una vida triste y dolorosa. Vosotros no verán más a vuestra madre con vuestros queridos ojos, pues estáis a punto de cambiar a otra forma de vida. ¡Ay, ay!, ¿por qué me miran con vuestros ojos, hijos? ¿Por qué sonríen, como si fuese vuestra última sonrisa? ¡Ay, ay! ¿Qué voy a hacer? Mi corazón desfallece, cuando veo la brillante mirada de mis hijos. No podría hacerlo. Adiós a mis anteriores planes. Sacaré a mis hijos de esta tierra. ¿Por qué, por afligir a su padre con la desgracia de ellos, debo procurarme a mí misma un mal doble? ¡No y no! ¡Adiós a mis planes! Pero, ¿qué es lo que me pasa? ¿Es que deseo ser el hazmerreír, dejando sin castigar a mis enemigos? Tengo que atreverme. Entren en casa, hijos. A quien la ley divina impida asistir a mi sacrificio, que actúe como quiera. Mi mano no vacilará. ¡Ay, ay! ¡No, corazón mío, no realices este crimen! ¡Déjalos, desdichada! ¡Ahorra el sacrificio de tus hijos! Aunque no vivan conmigo, me servirán de alegría. ¡No, por los vengadores subterráneos del Hades! Nunca sucederá que yo entregue a mis hijos a los enemigos para recibir un ultraje. Es de todo punto necesario que mueran y, puesto que lo es, los mataré yo que les he dado el ser. Está completamente decidido y no se puede evitar. Y bien, puesto que me dirijo por el camino más penoso y a ellos los voy a enviar por uno más penoso aún, deseo despedirme de mis hijos. Dadme, hijos míos, dadme vuestra mano derecha, para que vuestra madre la cubra de besos. ¡Oh mano queridísima, boca queridísima, rasgos y noble rostro de mis hijos! Su padre les ha privado de la felicidad de aquí. ¡Oh dulce abrazo, oh suave piel y aliento dulcísimo de mis hijos! ¡No tengo fuerzas para dirigir sobre vosotros mi mirada, me vencen mis desgracias! Sí, conozco los crímenes que voy a realizar, pero mi pasión es más poderosa que mis reflexiones y ella es la mayor causante de males para los mortales. a. ¿Qué debate internamente Medea? b. ¿Qué es lo que decide finalmente? c. ¿Por qué toma esta decisión?
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