Colombia es esencialmente un país consumidor y comercializador de productos químicos. Se importan y venden materias primas que se mezclan para elaborar una gran variedad de productos: de limpieza y desinfección, cosméticos, grasas y lubricantes, plaguicidas, inmunizantes, entre otros, que a su vez se utilizan en todo tipo de actividades económicas como en las industrias de alimentos, fabricación de espumas y otros polímeros, pinturas, solventes, caucho, papel, industria textil y muchas más, incluyendo el sector educativo e instituciones de salud.
Sustancias del suelo natural como el petróleo, el carbón y los metales como el oro por ejemplo, se explotan en los campos colombianos y su extracción también lleva implícito el uso de sustancias químicas (industria petroquímica y minera).
Por lo anterior, a Colombia llega una cantidad incalculable de materias primas químicas y también productos terminados, adquiridos en cualquier parte del mundo y este es el origen real de nuestra confusión en cuanto al etiquetado. Una misma sustancia puede venir con información diferente según el idioma y la reglamentación del país de origen.
Es fundamental entonces conocer y comprender las normas legales (obligatorias) y las normas técnicas (voluntarias) aplicables en nuestro país porque ellas determinan la forma como se deben identificar las sustancias químicas en cualquiera de las etapas de un proceso y el contenido mínimo de información. No obstante, es importante conocer los diferentes métodos de identificación que se utilizan en otras regiones del mundo, de donde son originarios los productos y que llegan al territorio nacional con simbolos, colores, números y textos que debemos saber interpretar.
Para efectos prácticos, se puede acordar que el término “sustancia” describe a una materia prima que no ha sido mezclada (como por ejemplo, peróxido de sodio) o que por naturaleza tiene una composición homogénea reconocida (por ejemplo, el petróleo), de manera que se convierte en un “producto” como resultado de mezclar varias sustancias primarias o procesarlas, por ejemplo, blanqueador sin cloro para ropa de color a base de peróxido de sodio, o gasolina que proviene de la refinación del petróleo.
La preocupación mundial por conocer los peligros de las sustancias químicas comenzó hacia los años 60, cuando por el uso creciente de plaguicidas se reportaban serios problemas para la salud de las personas y daños ambientales severos. Se dieron cuenta, por ejemplo, de que las aves no podían reproducirse porque los organoclorados debilitaban el calcio que compone las paredes de los huevos, motivo por el cual se rompían y los polluelos no nacían.
Las Naciones Unidas sugirieron estandarizar y solicitar que se hiciera exigible la entrega de información sobre toxicidad al momento de vender o comprar plaguicidas en cada país. Esta información estandarizada evolucionó y se convirtió años más tarde en lo que se conoce hoy como la Ficha de Datos de Seguridad, exigible para todos los productos químicos peligrosos, no sólo plaguicidas. Y por supuesto, cada vez es más importante entregar información rápida a través de las etiquetas.
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Jefer4532
No mencionas nada que tenga que ver con el tema, aparte lo copiaste de internet
Colombia es esencialmente un país consumidor y comercializador de productos químicos. Se importan y venden materias primas que se mezclan para elaborar una gran variedad de productos: de limpieza y desinfección, cosméticos, grasas y lubricantes, plaguicidas, inmunizantes, entre otros, que a su vez se utilizan en todo tipo de actividades económicas como en las industrias de alimentos, fabricación de espumas y otros polímeros, pinturas, solventes, caucho, papel, industria textil y muchas más, incluyendo el sector educativo e instituciones de salud.
Sustancias del suelo natural como el petróleo, el carbón y los metales como el oro por ejemplo, se explotan en los campos colombianos y su extracción también lleva implícito el uso de sustancias químicas (industria petroquímica y minera).
Por lo anterior, a Colombia llega una cantidad incalculable de materias primas químicas y también productos terminados, adquiridos en cualquier parte del mundo y este es el origen real de nuestra confusión en cuanto al etiquetado. Una misma sustancia puede venir con información diferente según el idioma y la reglamentación del país de origen.
Es fundamental entonces conocer y comprender las normas legales (obligatorias) y las normas técnicas (voluntarias) aplicables en nuestro país porque ellas determinan la forma como se deben identificar las sustancias químicas en cualquiera de las etapas de un proceso y el contenido mínimo de información. No obstante, es importante conocer los diferentes métodos de identificación que se utilizan en otras regiones del mundo, de donde son originarios los productos y que llegan al territorio nacional con simbolos, colores, números y textos que debemos saber interpretar.
Para efectos prácticos, se puede acordar que el término “sustancia” describe a una materia prima que no ha sido mezclada (como por ejemplo, peróxido de sodio) o que por naturaleza tiene una composición homogénea reconocida (por ejemplo, el petróleo), de manera que se convierte en un “producto” como resultado de mezclar varias sustancias primarias o procesarlas, por ejemplo, blanqueador sin cloro para ropa de color a base de peróxido de sodio, o gasolina que proviene de la refinación del petróleo.
La preocupación mundial por conocer los peligros de las sustancias químicas comenzó hacia los años 60, cuando por el uso creciente de plaguicidas se reportaban serios problemas para la salud de las personas y daños ambientales severos. Se dieron cuenta, por ejemplo, de que las aves no podían reproducirse porque los organoclorados debilitaban el calcio que compone las paredes de los huevos, motivo por el cual se rompían y los polluelos no nacían.
Las Naciones Unidas sugirieron estandarizar y solicitar que se hiciera exigible la entrega de información sobre toxicidad al momento de vender o comprar plaguicidas en cada país. Esta información estandarizada evolucionó y se convirtió años más tarde en lo que se conoce hoy como la Ficha de Datos de Seguridad, exigible para todos los productos químicos peligrosos, no sólo plaguicidas. Y por supuesto, cada vez es más importante entregar información rápida a través de las etiquetas.