Según lo ya comentado, un examen, un trabajo escolar, un libro de texto, una conferencia, un anuncio, el prospecto de un medicamento…, son textos expositivos, pues su finalidad es explicar un tema cualquiera al receptor de forma clara y ordenada. Esta intención determina en gran parte las características que posee este tipo de textos y que se explican a continuación.
Características de los textos expositivos.
Los textos expositivos se caracterizan por los siguientes rasgos:
1. El texto expositivo se centra en el contenido, que el receptor debe percibir de forma clara y precisa. La forma (la estructura del texto, la selección del vocabulario, la sintaxis empleada, etc.) queda supeditada a conseguir esa claridad y precisión.
2. La explicación debe estar marcada por la objetividad, por lo que el emisor no suele “dejar su huella” en el texto, lo que supone, por ejemplo, la preferencia por oraciones enunciativas antes que interrogativas o exclamativas, o por la 3ª persona del singular frente a la 1ª.
3. Se utiliza un vocabulario específico del ámbito al que se refiere el texto, son los llamados tecnicismos; en ese sentido, no deben aparecer expresiones ambiguas.
4. El registro empleado debe ser formal. Deben evitarse expresiones coloquiales propias de la lengua oral.
5. Se recurre a estructuras sintácticas que no dificulten la comprensión, por eso son preferibles las oraciones breves y no debe abusarse de la subordinación. También es habitual la aparición de aclaraciones que se presentan como incisos (informaciones que se intercalan entre comas, rayas o paréntesis).
6. El tiempo verbal propio de este tipo de texto es el presente de indicativo (utilizado con un valor atemporal, no para situar la acción en
el tiempo), aunque pueden aparecer tiempos del pasado. Si el contenido son instrucciones, pueden aparecer el imperativo o el presente de subjuntivo.
7. Suelen utilizarse adjetivos y adverbios para concretar el significado. Los adjetivos suelen ser pocos y especificativos (pospuestos
a los sustantivos para restringir su significado).
8. Es muy frecuente que el contenido aparezca estructurado en tres partes: presentación, desarrollo y cierre, y que se empleen conectores textuales, tanto para marcar esas partes que forman el texto, como para expresar las relaciones lógicas que unen las ideas que se van desarrollando.
9. Para facilitar la comprensión de la información, a veces el texto se complementa con elementos icónicos: gráficos, diagramas, esquemas,
etc.
10. Por último, en relación con la combinación de tipos textuales, no es extraño que el discurso expositivo incluya partes descriptivas (por ejemplo, en textos donde se explica la naturaleza, partes y finalidad de un objeto es fácil que aparezca su descripción). O, en sentido contrario, que la exposición sea una parte más amplia de un texto argumentativo (por ejemplo, en textos donde el autor razona su opinión sobre un fenómeno es habitual que primero explique en qué consiste tal fenómeno).
En definitiva, de los rasgos concretos que acabamos de explicar puede concluirse que los textos expositivos se rigen por tres principios fundamentales: claridad, precisión y objetividad.
2. Estructura de los textos expositivos.
Cada tipo de texto suele desarrollarse según una estructura particular. Por ejemplo, es habitual que un texto narrativo se organice en planteamiento, nudo y desenlace. En el caso de los textos expositivos, la estructura también suele presentar tres: presentación, desarrollo y cierre.
La presentación es una parte breve, de carácter introductorio, en la que se incluye información muy general, sin datos sustanciales y que presumiblemente el receptor ya conoce, y que sirve para “apoyar” la explicación que aparecerá seguidamente, de ahí que se denomine “información de apoyo”. Así pues, la presentación es una parte, casi de cortesía, para situar el texto y preparar al receptor.
El desarrollo es la parte fundamental y más extensa de un texto expositivo. Incluye, de forma clara y ordenada, la información trascendental que se quiere transmitir, la explicación en sí misma. Es lo que se conoce como “información básica”.
Por último, el cierre, nuevamente breve, es la parte final con la que se remata la explicación. Puede ser un breve resumen de lo expuesto, de modo que al receptor le queden claras las ideas sustanciales; o bien, las conclusiones a las que se llegue tras la explicación; o la proyección del tema desarrollado hacia otros relacionados con él… En cualquier caso, no debe incluir datos sustanciales, que se reservan para la segunda parte. Podríamos decir que está creado con información que el receptor ha conocido o puede deducir tras haber leído el desarrollo. Es lo que llamamos “información de cierre”.
En definitiva, esta estructura favorece la claridad expositiva y facilita la comprensión del texto por parte del receptor, por lo que es altamente recomendable que se utilice.
Según lo ya comentado, un examen, un trabajo escolar, un libro de texto, una conferencia, un anuncio, el prospecto de un medicamento…, son textos expositivos, pues su finalidad es explicar un tema cualquiera al receptor de forma clara y ordenada. Esta intención determina en gran parte las características que posee este tipo de textos y que se explican a continuación.
Características de los textos expositivos.
Los textos expositivos se caracterizan por los siguientes rasgos:
1. El texto expositivo se centra en el contenido, que el receptor debe percibir de forma clara y precisa. La forma (la estructura del texto, la selección del vocabulario, la sintaxis empleada, etc.) queda supeditada a conseguir esa claridad y precisión.
2. La explicación debe estar marcada por la objetividad, por lo que el emisor no suele “dejar su huella” en el texto, lo que supone, por ejemplo, la preferencia por oraciones enunciativas antes que interrogativas o exclamativas, o por la 3ª persona del singular frente a la 1ª.
3. Se utiliza un vocabulario específico del ámbito al que se refiere el texto, son los llamados tecnicismos; en ese sentido, no deben aparecer expresiones ambiguas.
4. El registro empleado debe ser formal. Deben evitarse expresiones coloquiales propias de la lengua oral.
5. Se recurre a estructuras sintácticas que no dificulten la comprensión, por eso son preferibles las oraciones breves y no debe abusarse de la subordinación. También es habitual la aparición de aclaraciones que se presentan como incisos (informaciones que se intercalan entre comas, rayas o paréntesis).
6. El tiempo verbal propio de este tipo de texto es el presente de indicativo (utilizado con un valor atemporal, no para situar la acción en
el tiempo), aunque pueden aparecer tiempos del pasado. Si el contenido son instrucciones, pueden aparecer el imperativo o el presente de subjuntivo.
7. Suelen utilizarse adjetivos y adverbios para concretar el significado. Los adjetivos suelen ser pocos y especificativos (pospuestos
a los sustantivos para restringir su significado).
8. Es muy frecuente que el contenido aparezca estructurado en tres partes: presentación, desarrollo y cierre, y que se empleen conectores textuales, tanto para marcar esas partes que forman el texto, como para expresar las relaciones lógicas que unen las ideas que se van desarrollando.
9. Para facilitar la comprensión de la información, a veces el texto se complementa con elementos icónicos: gráficos, diagramas, esquemas,
etc.
10. Por último, en relación con la combinación de tipos textuales, no es extraño que el discurso expositivo incluya partes descriptivas (por ejemplo, en textos donde se explica la naturaleza, partes y finalidad de un objeto es fácil que aparezca su descripción). O, en sentido contrario, que la exposición sea una parte más amplia de un texto argumentativo (por ejemplo, en textos donde el autor razona su opinión sobre un fenómeno es habitual que primero explique en qué consiste tal fenómeno).
En definitiva, de los rasgos concretos que acabamos de explicar puede concluirse que los textos expositivos se rigen por tres principios fundamentales: claridad, precisión y objetividad.
2. Estructura de los textos expositivos.
Cada tipo de texto suele desarrollarse según una estructura particular. Por ejemplo, es habitual que un texto narrativo se organice en planteamiento, nudo y desenlace. En el caso de los textos expositivos, la estructura también suele presentar tres: presentación, desarrollo y cierre.
La presentación es una parte breve, de carácter introductorio, en la que se incluye información muy general, sin datos sustanciales y que presumiblemente el receptor ya conoce, y que sirve para “apoyar” la explicación que aparecerá seguidamente, de ahí que se denomine “información de apoyo”. Así pues, la presentación es una parte, casi de cortesía, para situar el texto y preparar al receptor.
El desarrollo es la parte fundamental y más extensa de un texto expositivo. Incluye, de forma clara y ordenada, la información trascendental que se quiere transmitir, la explicación en sí misma. Es lo que se conoce como “información básica”.
Por último, el cierre, nuevamente breve, es la parte final con la que se remata la explicación. Puede ser un breve resumen de lo expuesto, de modo que al receptor le queden claras las ideas sustanciales; o bien, las conclusiones a las que se llegue tras la explicación; o la proyección del tema desarrollado hacia otros relacionados con él… En cualquier caso, no debe incluir datos sustanciales, que se reservan para la segunda parte. Podríamos decir que está creado con información que el receptor ha conocido o puede deducir tras haber leído el desarrollo. Es lo que llamamos “información de cierre”.
En definitiva, esta estructura favorece la claridad expositiva y facilita la comprensión del texto por parte del receptor, por lo que es altamente recomendable que se utilice.