September 2018 1 40 Report
Y el silencio reinaba en la Casa del Juicio, y el hombre compareció desnudo ante Dios. Y Dios abrió el Libro de la Vida del Hombre. Y Dios dijo al hombre:
—Tu vida ha sido mala y te has mostrado cruel con los que necesitaban socorro, y con los que carecían de apoyo has sido cruel y duro de corazón. El pobre te llamó y tu no lo oíste y cerraste tus oídos al grito del hombre afligido. Te apoderaste, para tu beneficio personal, de la herencia del huérfano y lanzaste las zorras a la viña del campo de ti vecino. Cogiste el plan de los niños y se lo diste a comer a los perros, y a mis leprosos, que vivían en los pantanos y que me alababan, los perseguiste por los caminos, y sobre mi tierra, esta tierra
con la que te formé vertiste sangre inocente.
Y el hombre respondió y dijo: —Si, eso hice.
Y Dios abrió de nuevo el Libro de la Vida del Hombre.
Y Dios dijo al hombre —Tu vida ha sido mala y has ocultado la belleza que mostré, y el bien que yo he escondido lo olvidaste. Las paredes de tus habitaciones estaban pintadas con imágenes, y te levantabas de tu lecho de abominación al son de las flautas. Erigiste siete altares a los pecados que yo padecí, y comiste lo que no se debe comer, y la púrpura de tus vestidos estaba bordada con los tres signos infamante. Tus ídolos no eran de oro no de plata perdurables, sino de carne perecedera. Bañaban sus cabelleras en perfumes y
ponías granadas en sus manos. Ungías sus pies con azafrán y desplegabas tapices ante ellos.
Pintabas con antimonio sus párpados y untabas con mira sus cuerpos. Te prosternaste hasta la tierra ante ellos, y los tronos de tus ídolos se han elevado hasta el sol. Has mostrado al sol tu vergüenza, y a la luna tu demencia. Y el hombre contestó y dijo: —Si, eso hice también. Y por tercera vez abrió Dios el Libro de la Vida del Hombre.
Y Dios dijo al hombre.
—Tu vida ha sido mala y has pagado el bien con el mal, y con la impostura la bondad. Has herido las manos que te alimentaron y has despreciado los senos que te amamantaron.
El que vino a ti con agua se marchó sediento, y a los hombres fuera de la ley que te escondieron de noche en sus tiendas los traicionaste antes del alba. Tendiste una emboscada a tu enemigo que te había perdonado, y al amigo que caminaba en tu compañía lo vendiste por dinero, y a los que te trajeron amor les diste en pago lujuria.
Y el hombre respondió:
—Si, eso hice también.
Y Dios cerró el Libro de la Vida del Hombre y dijo:
—En verdad, debía enviarte al infierno.
Sí, al infierno debo enviarte.
Y el Hombre gritó:
—No puedes.
Y Dios dijo al hombre:
—¿Por qué no puedo enviarte al infierno?¿Por qué razón?
—Porque he vivido siempre en el infierno —respondió el hombre.
Y el silencio reinó en la Casa del Juicio.
Y al cabo de un momento. Dios habló y dijo al hombre.
—Ya que no puedo enviarte al infierno, te enviaré al Cielo. Sí, al cielo te enviaré.
Y el hombre clamó.
—No puedes.
Y Dios dijo al hombre.
—¿Por qué no puedo enviarte al Cielo?¿Por qué razón?
—Porque jamás y en parte alguna he podido imaginarme el Cielo —replicó el
hombre.
Y el silencio reinó en la Casa del Juicio.
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