Reumen de "Los polvos de la condesa" Por favor ayuda
ynalem1
Por allá en 1930, cuentan que en Loja (Ecuador) un misionero cayó enfermo de fiebre. En ese entonces, un indio evangelizado le suministró una infusión de la corteza del árbol de las calenturas , o quina, y la fiebre desapareció. Más tarde, el corregidor de Loja cayó enfermo y nuestro misionero le curó las fiebres con el mismo remedio.Años después, la esposa del Virrey del Perú, la Condesa de Chinchón, presentaba los mismos síntomas. Informado el Corregidor de la enfermedad de la Condesa, escribió al Virrey contándole su experiencia con la planta. El Virrey, como medida preventiva, hizo beber antes a sus súbditos la infusión de la corteza del maravilloso árbol, y después lo hizo la Condesa, curándose del mal que la afectaba. Esta historia se regó por el virreinato del Perú, y todo el que sufría de calenturas acudía a la Condesa, quien mandó a preparar grandes cantidades de corteza molida para repartirla gratuitamente entre sus gentes. Así, el remedio se conoció con el bello nombre de Los polvos de la Condesa de Chinchón .
Fue entonces cuando el árbol de la quina despertó la curiosidad europea por los relatos de la condamine. Por ello, se explotó y se sembró para obtener la quinina, único remedio conocido para combatir el paludismo o malaria, que afectaba a 800 millones de personas al año.
Esta leyenda dio origen a numerosas obras literarias y miles de artículos científicos.
El árbol de la quina es pariente del café. La Expedición Botánica revivió en interés por la quina de Colombia, pero su explotación sin método trajo como consecuencia su escasez y destrucción.
Cuando mi niñez transcurría a orillas del río Chinchiná, conocí esta historia de labios de mi padre, lo cual motivó a una excursión a conocer el árbol en el Alto de las Quinas, en Cenicafé. Por esa época se hacían campañas contra el paludismo mediante la aplicación de dosis de quinina, y precisamente en Chinchiná, dice la leyenda, le aplicaron a sus gentes una dosis excesiva que les afectó el oído. Por eso, desde entonces, el tren ya no pitaba sino que echaba humo, y a los chinchinenses nos llaman los sordos .
Hoy día, estas historias se consideran fantásticas, y la malaria se asocia con la vacuna sintética del doctor Manuel Elkin Patarroyo, lo cual despierta admiración por el avance de la ciencia.
Pero para mí, de no haber sido por estas historias, posiblemente nunca hubiera sentido curiosidad, admiración y respeto por las plantas, y no deja de preocuparme el hecho de que el hombre, ayudado por el fuego y el hacha, las arrase sin ni siquiera conocer su nombre y, mucho menos, su función y utilidad.
Esta historia se regó por el virreinato del Perú, y todo el que sufría de calenturas acudía a la Condesa, quien mandó a preparar grandes cantidades de corteza molida para repartirla gratuitamente entre sus gentes. Así, el remedio se conoció con el bello nombre de Los polvos de la Condesa de Chinchón .
Fue entonces cuando el árbol de la quina despertó la curiosidad europea por los relatos de la condamine. Por ello, se explotó y se sembró para obtener la quinina, único remedio conocido para combatir el paludismo o malaria, que afectaba a 800 millones de personas al año.
Esta leyenda dio origen a numerosas obras literarias y miles de artículos científicos.
El árbol de la quina es pariente del café. La Expedición Botánica revivió en interés por la quina de Colombia, pero su explotación sin método trajo como consecuencia su escasez y destrucción.
Cuando mi niñez transcurría a orillas del río Chinchiná, conocí esta historia de labios de mi padre, lo cual motivó a una excursión a conocer el árbol en el Alto de las Quinas, en Cenicafé. Por esa época se hacían campañas contra el paludismo mediante la aplicación de dosis de quinina, y precisamente en Chinchiná, dice la leyenda, le aplicaron a sus gentes una dosis excesiva que les afectó el oído. Por eso, desde entonces, el tren ya no pitaba sino que echaba humo, y a los chinchinenses nos llaman los sordos .
Hoy día, estas historias se consideran fantásticas, y la malaria se asocia con la vacuna sintética del doctor Manuel Elkin Patarroyo, lo cual despierta admiración por el avance de la ciencia.
Pero para mí, de no haber sido por estas historias, posiblemente nunca hubiera sentido curiosidad, admiración y respeto por las plantas, y no deja de preocuparme el hecho de que el hombre, ayudado por el fuego y el hacha, las arrase sin ni siquiera conocer su nombre y, mucho menos, su función y utilidad.
es lo unico que pude hacer :v