Con el nacimiento de la Unión Soviética, en 1922, se fundó el primer Estado socialista de la Tierra, sistema bajo el cual la propiedad sobre los medios de producción pasa de ser privada a ser social y los productos creados se distribuyen con arreglo al trabajo, o sea que quien no trabaja, no come. El Estado responde por los servicios básicos de toda la sociedad como lo son la educación y la salud.
Sobre la grandeza histórica de la Revolución de Octubre, narra el escritor norteamericano John Reed lo siguiente:
Lejos de ser una fuerza destructiva, me parece que los bolcheviques eran en Rusia el único partido con un programa constructivo y capaz de imponer ese programa al país. Si no hubiesen triunfado en el momento en que lo hicieron, no hay apenas duda para mí de que los ejércitos de la Alemania imperial habrían entrado en Petrogrado y Moscú en diciembre, y de que un zar cabalgaría de nuevo sobre Rusia. (…)
Independientemente de lo que se piense sobre el bolchevismo, es innegable que la Revolución Rusa es uno de los grandes acontecimientos de la historia de la humanidad, y la llegada de los bolcheviques al poder, un hecho de importancia mundial. Así como historiadores se interesan por reconstruir, en sus menores detalles, la historia de la Comuna de París, del mismo modo desearán conocer lo que sucedió en Petrogrado en noviembre de 1917, el estado del espíritu del pueblo, la fisonomía de sus jefes, sus palabras, sus actos. Pensando en ellos, he escrito yo este libro.
Durante la lucha, mis simpatías no eran neutrales. Pero, al trazar la historia de estas grandes jornadas, he procurado estudiar los acontecimientos como unos cronistas concienzudos que se esfuerzan por reflejar la verdad.
Hecho tan trascendental repercutió en toda la estructura social y política del planeta. Nuestra nación no fue ajena a él, y a partir de esa fecha se avivan la organización y la lucha de los trabajadores de la ciudad y el campo.
En las elecciones de 1918, y hasta 1921, fue elegido presidente el Sr. Marco Fidel Suárez. Los últimos ocho meses de este gobierno los asumió el designado, Sr. Jorge Holguín, ante la renuncia del Sr. Suárez, en medio de huelgas y batallas de la clase obrera en todo el país, batallas que obligaron a su administración a expedir la Ley 21 de 1920, por medio de la cual se reglamentó el derecho de huelga, pero prohibiéndola en las actividades que involucrarán la prestación de servicios públicos. Puede decirse que se reglamentó el derecho de huelga, pero para prohibirlo.
El gobierno de Suárez se destacó ante todo por la admiración a los amos del Norte, y de tanto hincar su rodilla logró dar el puntillazo final a la entrega del departamento de Panamá, cuándo el Congreso de Estados Unidos reafirmó el Tratado Urrutia-Thompson, mediante el cual Colombia recibió los 25 millones de dólares como pago por la entrega de nuestro Istmo, pero quedó obligada a firmar varias concesiones con las compañías petroleras gringas, tales como la Concesión Barco, en el Catatumbo, entregada a la Colombian Petroleum Company, Colpet, y la Concesión de Mares, a la Standard Oil Company de Nueva Jersey. Con la Ley 56 de 1918, la clase gobernante reformó todo lo referente a los impuestos y rentas del Estado, una reforma fiscal en beneficio fundamentalmente del capital monopólico imperialista.
Entre el año 1922 y hasta 1926 actuó como presidente el Sr. Pedro Nel Ospina, cuyo gobierno abrió las puertas y las ventanas de par en par a la inversión extranjera, con la tesis, expuesta por el ministro Esteban Jaramillo, de que era el capital extranjero el que nos iba a salvar. Su gobierno se conoce como el de la “danza de los millones”, pues buena parte de los 25 millones de dólares de la entrega de Panamá se invirtieron en obras de infraestructura, principalmente las vías y los ferrocarriles que demandaba el creciente comercio exterior.
El imperio del Norte sentó en forma sus reales al exigir que fueran reformadas las estructuras del Estado, para lo cual, en 1922, envió a la llamada Misión Kemmerer, que hizo aprobar la Ley 5 de 1923, que fundó el Banco de la República. El gobierno de Ospina creó además la Contraloría General de la Nación, el Banco Agrícola y la Superintendencia Bancaria, reorganizó el Ministerio de Hacienda y, mediante la Ley 83 de 1923, creó la Oficina del Trabajo, aunque no existía codificación laboral.
Con el nacimiento de la Unión Soviética, en 1922, se fundó el primer Estado socialista de la Tierra, sistema bajo el cual la propiedad sobre los medios de producción pasa de ser privada a ser social y los productos creados se distribuyen con arreglo al trabajo, o sea que quien no trabaja, no come. El Estado responde por los servicios básicos de toda la sociedad como lo son la educación y la salud.
Sobre la grandeza histórica de la Revolución de Octubre, narra el escritor norteamericano John Reed lo siguiente:
Lejos de ser una fuerza destructiva, me parece que los bolcheviques eran en Rusia el único partido con un programa constructivo y capaz de imponer ese programa al país. Si no hubiesen triunfado en el momento en que lo hicieron, no hay apenas duda para mí de que los ejércitos de la Alemania imperial habrían entrado en Petrogrado y Moscú en diciembre, y de que un zar cabalgaría de nuevo sobre Rusia. (…)
Independientemente de lo que se piense sobre el bolchevismo, es innegable que la Revolución Rusa es uno de los grandes acontecimientos de la historia de la humanidad, y la llegada de los bolcheviques al poder, un hecho de importancia mundial. Así como historiadores se interesan por reconstruir, en sus menores detalles, la historia de la Comuna de París, del mismo modo desearán conocer lo que sucedió en Petrogrado en noviembre de 1917, el estado del espíritu del pueblo, la fisonomía de sus jefes, sus palabras, sus actos. Pensando en ellos, he escrito yo este libro.
Durante la lucha, mis simpatías no eran neutrales. Pero, al trazar la historia de estas grandes jornadas, he procurado estudiar los acontecimientos como unos cronistas concienzudos que se esfuerzan por reflejar la verdad.
Hecho tan trascendental repercutió en toda la estructura social y política del planeta. Nuestra nación no fue ajena a él, y a partir de esa fecha se avivan la organización y la lucha de los trabajadores de la ciudad y el campo.
En las elecciones de 1918, y hasta 1921, fue elegido presidente el Sr. Marco Fidel Suárez. Los últimos ocho meses de este gobierno los asumió el designado, Sr. Jorge Holguín, ante la renuncia del Sr. Suárez, en medio de huelgas y batallas de la clase obrera en todo el país, batallas que obligaron a su administración a expedir la Ley 21 de 1920, por medio de la cual se reglamentó el derecho de huelga, pero prohibiéndola en las actividades que involucrarán la prestación de servicios públicos. Puede decirse que se reglamentó el derecho de huelga, pero para prohibirlo.
El gobierno de Suárez se destacó ante todo por la admiración a los amos del Norte, y de tanto hincar su rodilla logró dar el puntillazo final a la entrega del departamento de Panamá, cuándo el Congreso de Estados Unidos reafirmó el Tratado Urrutia-Thompson, mediante el cual Colombia recibió los 25 millones de dólares como pago por la entrega de nuestro Istmo, pero quedó obligada a firmar varias concesiones con las compañías petroleras gringas, tales como la Concesión Barco, en el Catatumbo, entregada a la Colombian Petroleum Company, Colpet, y la Concesión de Mares, a la Standard Oil Company de Nueva Jersey. Con la Ley 56 de 1918, la clase gobernante reformó todo lo referente a los impuestos y rentas del Estado, una reforma fiscal en beneficio fundamentalmente del capital monopólico imperialista.
Entre el año 1922 y hasta 1926 actuó como presidente el Sr. Pedro Nel Ospina, cuyo gobierno abrió las puertas y las ventanas de par en par a la inversión extranjera, con la tesis, expuesta por el ministro Esteban Jaramillo, de que era el capital extranjero el que nos iba a salvar. Su gobierno se conoce como el de la “danza de los millones”, pues buena parte de los 25 millones de dólares de la entrega de Panamá se invirtieron en obras de infraestructura, principalmente las vías y los ferrocarriles que demandaba el creciente comercio exterior.
El imperio del Norte sentó en forma sus reales al exigir que fueran reformadas las estructuras del Estado, para lo cual, en 1922, envió a la llamada Misión Kemmerer, que hizo aprobar la Ley 5 de 1923, que fundó el Banco de la República. El gobierno de Ospina creó además la Contraloría General de la Nación, el Banco Agrícola y la Superintendencia Bancaria, reorganizó el Ministerio de Hacienda y, mediante la Ley 83 de 1923, creó la Oficina del Trabajo, aunque no existía codificación laboral.