Generalmente, ante la pérdida progresiva del quechua, la memoria colectiva andina
ha logrado conservar muchas simbologías y formas lingüísticas que se adaptaron en el
registro castellano como urpi (paloma) y los diminutivos. Un ejemplo de la valoración
de estos rasgos lo encontramos en el yaraví representativo de Mariano Melgar:
Vuelve, que ya no puedo
Vivir sin tus cariños:
Vuelve mi palomita,
Vuelve a tu dulce nido
Mira que hay cazadores
Que con afán maligno
Te pondrán en sus redes
Mortales atractivos;
Y cuando te hagan preso
Te darán cruel martirio:
No sea que te cacen,
Huye tanto peligro.
Vuelve mi palomita,
Vuelve a tu dulce nido
[…]
No vueles más, no sigas
Tus desviados giros;
Tus alitas doradas
Vuelve a mí, que ya espiro
Vuelve que ya no puedo
Vivir sin tus cariños,
Vuelve mi palomita,
Vuelve a tu dulce nido
(Melgar, 1878, pp. 196-198)
El yo poético implora por el retorno del ser amado que lo ha abandonado, pero
elige la expresión mi palomita, que evidencia la asimilación de la herencia lingüística quechua, castellanizada: Urpichay, mi palomita en castellano. Al sustantivo urpi se suman
los sufijos -cha- (pequeña) e -y (mía). Melgar pudo, por sus conocimientos eruditos de literatura latina clásica, emplear vocablos bucólicos como los de sus sonetos o cartas, que
tenían como alocutarios a Melisa o Silvia, pero plasma, en su yaraví, la imagen típica
andina de paloma para referirse al ser amado. Demuestra, entonces, la identificación
con la diversidad cultural que ha reconocido como suya a través de estos dos elementos:
el símbolo de paloma (mujer) y el sustantivo diminutivo palomita, empleado por una
sociedad mestiza y andina a la vez, que ha conservado hasta la actualidad el uso de
diminutivos en el castellano peruano. Asimismo, las estrofas conservan la intencionalidad comunicativa y la carga semántica de dolor y reclamo, pero un reclamo cariñoso
que busca el diálogo con el otro.
La composición polirrítmica de sus versos muestra una búsqueda de libertad y sencillez, a diferencia de los sonetos o traducciones que reflejan mayor complejidad métrica y
de rima. Sin embargo, los yaravíes cumplen la finalidad de reflejar un profundo sentir
en estrofas que muestran el mestizaje perfecto del arte peruano.
Para José Carlos Mariátegui (1979), Melgar es el primer poeta que expresa el sentimiento indígena en la literatura peruana a través de su obra lírica, calificada por la
crítica limeña como popular por la cercanía con temas sentimentales y versificación
breve, pero revalora su carácter romántico que, a diferencia del resto de escritores, no es
un romántico por imitación, sino por naturaleza y, muy por el contrario de la concepción tradicional y elitista que se tiene de Melgar, debe de ser valorado como el primer
poeta peruano de formación culta que fusiona la influencia lírica del mundo andino
con un código y estilo particular heredado de lo estándar aceptado por la cultura dominante del poblador criollo.
Finalmente, con el yaraví de Melgar, como estructura estrófica, y con el marcado
romanticismo que reflejan sus letras, cargadas de intensidad y pasión, se identifica
el inicio de la poesía peruana como tal, porque refleja una lírica intercultural que no
solo demuestra identidad formada por la heterogeneidad, sino que marca un hito en
la historia una literatura peruana. El poeta arequipeño es la muestra del espíritu de
una sociedad que busca crear su propia historia a partir de una patria independiente
que envuelve al mundo andino, criollo y mestizo. Melgar dejó un legado significativo
que nos permite valorar la cultura peruana sin segmentarla para sostener vínculos que
Explicación:
Generalmente, ante la pérdida progresiva del quechua, la memoria colectiva andina
ha logrado conservar muchas simbologías y formas lingüísticas que se adaptaron en el
registro castellano como urpi (paloma) y los diminutivos. Un ejemplo de la valoración
de estos rasgos lo encontramos en el yaraví representativo de Mariano Melgar:
Vuelve, que ya no puedo
Vivir sin tus cariños:
Vuelve mi palomita,
Vuelve a tu dulce nido
Mira que hay cazadores
Que con afán maligno
Te pondrán en sus redes
Mortales atractivos;
Y cuando te hagan preso
Te darán cruel martirio:
No sea que te cacen,
Huye tanto peligro.
Vuelve mi palomita,
Vuelve a tu dulce nido
[…]
No vueles más, no sigas
Tus desviados giros;
Tus alitas doradas
Vuelve a mí, que ya espiro
Vuelve que ya no puedo
Vivir sin tus cariños,
Vuelve mi palomita,
Vuelve a tu dulce nido
(Melgar, 1878, pp. 196-198)
El yo poético implora por el retorno del ser amado que lo ha abandonado, pero
elige la expresión mi palomita, que evidencia la asimilación de la herencia lingüística quechua, castellanizada: Urpichay, mi palomita en castellano. Al sustantivo urpi se suman
los sufijos -cha- (pequeña) e -y (mía). Melgar pudo, por sus conocimientos eruditos de literatura latina clásica, emplear vocablos bucólicos como los de sus sonetos o cartas, que
tenían como alocutarios a Melisa o Silvia, pero plasma, en su yaraví, la imagen típica
andina de paloma para referirse al ser amado. Demuestra, entonces, la identificación
con la diversidad cultural que ha reconocido como suya a través de estos dos elementos:
el símbolo de paloma (mujer) y el sustantivo diminutivo palomita, empleado por una
sociedad mestiza y andina a la vez, que ha conservado hasta la actualidad el uso de
diminutivos en el castellano peruano. Asimismo, las estrofas conservan la intencionalidad comunicativa y la carga semántica de dolor y reclamo, pero un reclamo cariñoso
que busca el diálogo con el otro.
La composición polirrítmica de sus versos muestra una búsqueda de libertad y sencillez, a diferencia de los sonetos o traducciones que reflejan mayor complejidad métrica y
de rima. Sin embargo, los yaravíes cumplen la finalidad de reflejar un profundo sentir
en estrofas que muestran el mestizaje perfecto del arte peruano.
Para José Carlos Mariátegui (1979), Melgar es el primer poeta que expresa el sentimiento indígena en la literatura peruana a través de su obra lírica, calificada por la
crítica limeña como popular por la cercanía con temas sentimentales y versificación
breve, pero revalora su carácter romántico que, a diferencia del resto de escritores, no es
un romántico por imitación, sino por naturaleza y, muy por el contrario de la concepción tradicional y elitista que se tiene de Melgar, debe de ser valorado como el primer
poeta peruano de formación culta que fusiona la influencia lírica del mundo andino
con un código y estilo particular heredado de lo estándar aceptado por la cultura dominante del poblador criollo.
Finalmente, con el yaraví de Melgar, como estructura estrófica, y con el marcado
romanticismo que reflejan sus letras, cargadas de intensidad y pasión, se identifica
el inicio de la poesía peruana como tal, porque refleja una lírica intercultural que no
solo demuestra identidad formada por la heterogeneidad, sino que marca un hito en
la historia una literatura peruana. El poeta arequipeño es la muestra del espíritu de
una sociedad que busca crear su propia historia a partir de una patria independiente
que envuelve al mundo andino, criollo y mestizo. Melgar dejó un legado significativo
que nos permite valorar la cultura peruana sin segmentarla para sostener vínculos que
fortalezcan la idea de nación.