EL PAJARERO PERDIDOUna noche Jerónimo salió a pasear. La luz de los cocuyos le permitía ir sin problemas por cualquier rincón del valle. Caminó sin rumbo, pero cuidando de no tropezar con las lagartijas pérdidas. No supo a qué hora se encontró frente a una nueva cueva fuertemente iluminada por la luz. El silbido de un búho le hizo detenerse. El niño vio como los cocuyos formaron una guirnalda de flores de luz, parpadeos inquietos, felicidad de los cocuyos. Jerónimo conocía la felicidad de los cocuyos que se manifestaba con una luminosidad más intensa y relámpagos festivos. - ¿Por qué estarán tan contentos los cocuyos? Se preguntaba el niño en silencio. Una duda se instaló con la velocidad de un rayo en la cabeza de Jerónimo: ¿sería esa la cueva del pajarero perdido? Desde su más tierna infancia, Jerónimo había oído hablar del pajarero. La gente decía que desde el tiempo en que el valle no era aún el valle de los cocuyos, un pajarero se había perdido buscando un par de alcaravanes. La leyenda contaba que el hombre llevaba años y años buscando sus alcaravanes y ya no sabía si era un hombre o un espíritu el que vagaba en el valle. Contaba también que el consejo de ancianos que regía su pueblo lo había condenado a errar hasta que encontrara los alcaravanes. ¿O estaría escondido el dragón o el rey? Se preguntó de nuevo el niño con angustia, tal vez, que retrocedía con intención de abandonar el lugar e irse a la seguridad de su rancho. Súbitamente una frase de Anastasia le vino a la cabeza.” No hay que temer a los que habitan a otros espacios”. El niño se detuvo y luego, lentamente. Volvió sobre sus pasos. Ya en el umbral de la cueva, animado por la luminosidad de los cocuyos, se decidió a avanzar. La cueva era grande y al fondo se vislumbraba un recodo. A pesar De que el corazón le latía con violencia, Jerónimo continuo y al ganar el recodo, vio que los cocuyos eran menos numerosos. La luz era débil. El niño dio un paso adelante, tropezó con una piedra y cayó de bruces ¡Jerónimo! ¿Te has hecho daño? - Le pregunto alguien que se precipitaba en su ayuda. El niño, paralizado de terror, vio frente a él la figura de un viejo centenario, arrugado como el tronco de un árbol.- Jerónimo… - repitió el viejo con ternura, Pero Jerónimo, muerto de miedo, no respondió y torpemente se puso en pie dispuesto a emprender la huida. -No tengas miedo, no te vayas, no voy hacerte daño - dijo el viejo con voz suplicante. El niño lo observó con atención y armándose de coraje le preguntó: - ¿Eres acaso, el Pajarero Perdido?1. En relación con el fragmento de El valle de los cocuyos respondea. El tipo de narrador esb. El héroe del libro esc. El libro lleva ese título, por qued. El espacio en el que se desarrolla la novela es
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