Acosta Ñu y la niñez paraguaya. El 16 de agosto de 1869, el continente americano y el mundo asistieron con horror a uno de los episodios más terribles de la historia bélica: la batalla de Acosta Ñu, que enfrentó a cerca de 20.000 soldados de la Triple Alianza, curtidos y bien equipados, con cerca de 3.000 niños famélicos, semidesnudos y armados la mayor parte de ellos apenas con palos y piedras. Como era fácil suponer, aquella batalla pronto degeneró en una atroz carnicería, un suceso sangriento y cruel que no podrá ser borrado jamás. Más allá de la valoración que se haga de las decisiones adoptadas por los comandantes paraguayos –los niños fueron desplegados para cubrir la retirada del Mariscal López–, lo cierto es que Acosta Ñu brilla en la historia de nuestro país por constituir una muestra única de bravura y coraje. Aquellos niños no combatían precisamente por orden de tal o cual jefe o para proteger al Mariscal sino en defensa de su tierra, de su familia, de su identidad. A tan temprana edad comprendían lo que estaba en juego y no dudaron en derramar su sangre por lo que creían. Por ello, es justo no solo que en esta fecha se recuerde a los mártires de Acosta Ñu y se agasaje a los niños y niñas de nuestro país. Honrar la memoria de los protagonistas de esa triste jornada supone también reflexionar sobre la situación en que se encuentra la niñez paraguaya en la actualidad.Es este un tema muy amplio, ciertamente, y excede a las posibilidades de esta página. Es oportuno entonces concentrarse en un punto, que es verdaderamente crucial para los niños y niñas y para el futuro de la nación paraguaya: la educación. Pero no se trata esta vez de insistir en las muchas falencias y deficiencias de nuestra educación ni en el desfasaje que existe entre la enseñanza que reciben los estudiantes paraguayos y la que se necesita para asegurar la prosperidad o para alcanzar el desarrollo y la igualdad social.Acerca de esta realidad se ha escrito mucho y sobran las ocasiones para volver sobre este tema trascendental. De lo que se trata aquí es de señalar la gradual pero muy preocupante pérdida o deterioro de la calidad de la enseñanza de nuestro pasado como nación en las escuelas y colegios. Si bien no es desde luego deseable que la educación se estructure en torno a discursos o nociones de un nacionalismo extremo, tampoco es positivo relegar a un segundo plano el legado de nuestra historia o renunciar a los signos y rasgos que configuran nuestra identidad. La educación debe forjar niños y jóvenes preparados y conectados con el mundo, con una sólida formación ética, científica y tecnológica, pero con los pies firmemente asentados en lo que es esencial a nuestra nación. La integración a los procesos económicos, políticos y culturales de alcance planetario debe darse desde nuestra propia singularidad, de lo contrario se corre el riesgo de quedar diluidos en la acelerada globalización en la que topos los países están inmersos. Con su ejemplo, los niños y niñas mártires de Acosta Ñu imponen a las siguientes generaciones de paraguayos la irrenunciable misión de construir una república más libre y más justa. Gran parte de este desafío pasa por impulsar una educación de calidad, que se proyecte al futuro y se encuentre al alcance de todos y que hunda sus raíces en la historia y cultura de nuestro pregunta c. ¿Qué cualidades de los niños que combatieron resalta el texto?​
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