Hace mucho tiempo, el rey inca que gobernaba en todas las montañas cayó gravemente enfermo. Sus súbditos sacrificaron las mejores hembras de sus rebaños para rogar por su salud. Sin embargo, los sacerdotes predijeron una desgracia:—El rey de los incas morirá el mismo día en que nazca su heredero.Y así fue. El día en que su hijo nació, el rey inca murió. Pasaron algunos años y, cuando el príncipe creció, su madre pidió un regalo:—Quiero que hagan para mi hijo la más larga cadena de oro.Cada jefe de la tribu se puso a la tarea de buscar el oro necesario. Los eslabones formaban una montaña de oro, y la cadena resultó tan pesada que el príncipe tuvo que excusarse:—No soy tan fuerte para llevar este regalo. Les pido que lo pongan alrededor de mi palacio.La cadena era tan larga que sirvió de cerco para los extensos jardines del palacio y los súbditos también hicieron una entrada de oro para la vivienda del soberano. El príncipe la llamó “La puerta de oro”.Pasaron los años y llegaron los huincas, hombres blancos que venían de muy lejos, y que querían adueñarse del oro y de la gente para hacerla trabajar. El líder de los huincas raptó al príncipe y, aunque ya había decidido matarlo, le prometió liberarlo solo si él le entregaba tres casas llenas de oro.El príncipe comprendió el engaño y tuvo tiempo de ordenar a sus hombres que ocultaran la cadena. El mismo día en que el inca fue asesinado, centenares de servidores dejaron caer la cadena en el cráter de un volcán, que sin cesar arrojaba fuego. A medida que la cadena resbalaba, el volcán apagaba su fuego.Desde entonces, el volcán está dormido y no ha despertado aún.Adaptado de: Koessler, B. (2000). Cuentan los araucanos. Mitos, leyendas y tradiciones.Buenos Aires: Editorial del Nuevo Extremo.​
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puerta de oro Hace mucho tiempo, el rey inca que gobernaba en todas las montañas cayó gravemente enfermo. Sus súbditos sacrificaron las mejores hembras de sus rebaños para rogar por su salud. Sin embargo, los sacerdotes predijeron una desgracia:—El rey de los incas morirá el mismo día en que nazca su heredero.Y así fue. El día en que su hijo nació, el rey inca murió. Pasaron algunos años y, cuando el príncipe creció, su madre pidió un regalo:—Quiero que hagan para mi hijo la más larga cadena de oro.Cada jefe de la tribu se puso a la tarea de buscar el oro necesario. Los eslabones formaban una montaña de oro, y la cadena resultó tan pesada que el príncipe tuvo que excusarse:—No soy tan fuerte para llevar este regalo. Les pido que lo pongan alrededor de mi palacio.La cadena era tan larga que sirvió de cerco para los extensos jardines del palacio y los súbditos también hicieron una entrada de oro para la vivienda del soberano. El príncipe la llamó “La puerta de oro”.Pasaron los años y llegaron los huincas, hombres blancos que venían de muy lejos, y que querían adueñarse del oro y de la gente para hacerla trabajar. El líder de los huincas raptó al príncipe y, aunque ya había decidido matarlo, le prometió liberarlo solo si él le entregaba tres casas llenas de oro.El príncipe comprendió el engaño y tuvo tiempo de ordenar a sus hombres que ocultaran la cadena. El mismo día en que el inca fue asesinado, centenares de servidores dejaron caer la cadena en el cráter de un volcán, que sin cesar arrojaba fuego. A medida que la cadena resbalaba, el volcán apagaba su fuego.Desde entonces, el volcán está dormido y no ha despertado aún.Adaptado de: Koessler, B. (2000). Cuentan los araucanos. Mitos, leyendas y tradiciones.Buenos Aires: Editorial del Nuevo Extremo.¿Quién es el personaje principal de la historia anterior?La madre del príncipe.La puerta de oro.El príncipe inca.El líder huinca.​
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