Necesito una opinión respecto a la carta de Luis Riveros:Sinceramente creo que tenemos que pedir perdón a las generaciones venideras por el lastimoso estado en que estamos entregándoles nuestro país. Las actuales somos la combinación de dos generaciones distintas, aunque superpuestas en muchos sentidos. Está la generación del esfuerzo, que logró salir adelante sin tecnología disponible, en un país de bajo ingreso per cápita y con severas limitaciones estructurales. Una generación que aprendió a sobrevivir con empeño, en transporte público y sin grandes facilidades, pero con instituciones educacionales que sí le permitieron salir adelante, aunque aun sufriendo severas inequidades. Pero está también la generación que ha crecido en un país con mejor estándar de vida que el de sus padres y abuelos, con acceso a buena tecnología y con el mayor ingreso per cápita de la región; ha disfrutado de la comodidad de las comunicaciones instantáneas y en un país que ha desplegado conexiones activas con el resto del mundo. Es cierto, también una generación que disfrutó de una educación mucho más mediocre, que nunca pudo ser repuesta a un mejor nivel por medio de decisiones políticas; la educación se pospuso por varias décadas como una decisiva prioridad nacional.Las generaciones presentes hemos forjado una penosa situación, cuyas consecuencias caerán sobre las generaciones futuras, es decir los niños actuales y los que vengan. Les estamos heredando un país dividido en bandos aparentemente irreconciliables, dominados por la pasión, sordos a los argumentos y carentes de un grado mínimo de tolerancia. No sabemos dónde terminará todo esto, pero lo que si podemos asegurar es que será una marca indeleble para todo lo que venga: todo dependerá del bando con que nos sintamos identificados. Les estamos entregando un país con instituciones desmoronadas por las faltas acumuladas, y por la ausencia de liderazgos capaces de reponerlas al nivel que tuvieron en los mejores años de la república. No sólo los Poderes del Estado, que viven una verdadera crisis de desprestigio, sino también las fuerzas armadas y de orden, las iglesias de todo signo, los partidos políticos y las propias elites empresariales; todos han contribuido de forma importante al descrédito, la desconfianza y la virtual ausencia de reglas creíbles y estables. Les entregamos un país en que los propios emblemas nacionales, su propia historia, son cuestionados y por muchos negados y repudiados, como si la historia tuviese la culpa de las faltas cometidas por nosotros mismos.Además de todo lo anterior, les estamos legando un país sobre endeudado, y con poca capacidad para manejar sus finanzas públicas, dominados por un acendrado y transversal populismo que no ve más allá del corto plazo. Un país en que, producto del populismo, habrá muchos que no podrán tener una pensión decente, sin siquiera poder aspirar a mejorarla con su ahorro futuro, lo cual requerirá nuevos y más altos impuestos. Las nuevas generaciones deberán hacerse cargo de esto y de los intereses y montos de deuda que los limitarán en su propia realización personal y familiar, mientras que al final del día, se preguntarán donde fueron aquellos recursos y en que efectivamente se benefició al país. Las generaciones que tuvieron acceso a un crédito en mejores condiciones para financiar vivienda y bienes durables entregan un país en que las nuevas generaciones deberán sacrificar mucho más de su vida para poder adquirirlos. Les entregamos un país con mucho menos posibilidades de éxito en materia comercial, con una severa creciente limitación en lo económico, donde le esperarán muchos debates inútiles entre políticos que no están verdaderamente interesados en su futuro, sino solamente en el presente del voto y el oportunismo. Les entregamos un país en que el ahorro y la inversión serán simplemente cosas del pasado, para propiciar un mayor bienestar, mejores bienes públicos y una recuperación sostenible en materia de pobreza y distribución del ingreso.Una reflexión honesta como país es lo que necesitaríamos para observar este problema y las negativas consecuencias que estamos heredando a las nuevas generaciones. Pero ese requiere liderazgo claro y un debate transparente que requiere una práctica política que hoy día parece ausente, sustituida por ataques personales, descalificaciones y grandes improvisaciones sobre temas cruciales para el país. Las nuevas generaciones deberían partir por reconstituir a la política como la acción preocupada del bien común presente y futuro, y renovar liderazgos capaces de reponerla.¡Perdón a los chilenos del futuro! Pero también un consejo: deberán invertir seriamente en reconstruir la educación que el país necesita por razones de equidad y de eficiencia social, para poder esperar ellos, hacia las generaciones venideras, un país mejor.Prof. Luis A. Riveros​
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