Fue clave para el movimiento independentista peruano como asesora y estratega de su marido, el revolucionario Túpac Amaru II. Micaela ayudó a involucrar a cientos de mujeres indígenas en la lucha contra la opresión del mandato español. Pasó a la historia por su inteligencia y valentía, pero también por su trágica muerte luego de ser torturada y ejecutada junto a Túpac Amaru II y a su hijo mayor. Hija de un descendiente de africanos y de madre indígena, a Micaela le decían la Zamba. Recibió la educación básica y casera, a los quince años se casó con José Gabriel Condorcanqui, noble incaico descendiente de Túpac Amaru, que además se convirtió en su tutor intelectual e ideológico. En 1764 Condorcanqui fue nombrado cacique de Pampamarca, Tungasuca y Surimana, de modo que el matrimonio, se instaló en la localidad de Tinta, cerca de Cusco. Cansado de los abusos de los españoles, que imponían reiteradas alzas fiscales a los locales y explotaban a los indígenas hasta el punto de esclavizarlos, José Gabriel tomó el nombre de Túpac Amaru II y comenzó la rebelión de Tinta, apoyado por Micaela. La correspondencia del matrimonio permite constatar que fue ella la encargada de proveer a las tropas rebeldes de armas. Como estratega organizó la retaguardia indígena, implementó un servicio de chasquis a caballo para transmitir información y levantó un escuadrón de luchadoras quechuas y aimaras, quienes participaron en las batallas junto a sus hijos y maridos. Micaela mostró gran coraje en los enfrentamientos y fue nombrada jefa interina de la rebelión tras el triunfo de Sangarará. A comienzos de 1781 los revolucionarios lograron sumar a los criollos y contaban con un ejército de siete mil hombres y mujeres que proclamaron a Túpac Amaru II emperador de América. Ese mismo año, el matrimonio, junto a dos de sus tres hijos, cayeron en una emboscada española y fueron trasladados a Cusco. Allí los torturaron en busca de información sobre el ejército rebelde, pero no tuvieron éxito. Fueron condenados a muerte y conducidos a la Plaza de Armas. Aunque trató de luchar contra sus verdugos, a Micaela le cortaron la lengua y la golpearon hasta la muerte. Lo mismo a su marido. Ambos cuerpos fueron desmembrados y sus partes enviadas a diferentes pueblos para mostrar las posibles consecuencias del alzamiento. Sin embargo, este hito marcó un precedente vital para el fortalecimiento de la causa independentista. Por eso, Micaela Bastidas es considerada una de las grandes heroínas de su patria.
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