¡Que valores rescatas de esta mujer? Valentía, justicia, honradez y amor. pero por que me explican segun esta lectura: A la cabeza de una de ellas va un joven sargento, que con varonil entusiasmo anima a sus compañeros con las palabras y los hechos. ¡Adelante! les grita, y es el primero que avanza señalándoles al enemigo con el cañón de su rifle, que empuña con bizarría. Tras él va una mujer, mestiza de color, alta, con el traje levantado hasta las rodillas y amarrado allí por entre las piernas. Dolores se llama esta mujer y es la esposa del sargento. Su amor no le ha permitido abandonarle en el trance de la lucha, y va junto a él repitiendo a los soldados las mismas palabras de su esposo. ¡Adelante! A poco se oye la voz de la corneta que toca ¡fuego!, y los bravos de Lima descargan sus rifles y al trote siguen cerro arriba. El joven sargento, a la cabeza de su compañía, seguido siempre de su mujer es el que más se distingue por su entusiasmo. Ve con alegría que cada paso que da acorta la distancia que le separa del chileno. Pero, ¡ay!, en estos momentos una bala traidora viene a estrellarse en su frente, arrojándole en tierra convertido en cadáver. ¡Adelante, compañeros! son sus últimas palabras. Un grito indescriptible, un rugido salvaje, como el de leona al ver morir a su regio consorte, se escapa del pecho de Dolores viendo caer a su esposo. Como loca furiosa y con los ojos llenos de lágrimas, se arroja sobre él, y arrancándole el rifle de entre las manos, ocupa su puesto en la compañía, y clamando venganza a gritos, toma de las mantas de los soldados cápsulas que dispara sobre el enemigo. En su ciego dolor insulta a los mismos soldados que la acompañan. ¡Cobardes!, -les grita-, ¡suban pronto, corran como yo a vengar al sargento! y febricitante, no se detiene ante los obstáculos que encuentra en el camino, y avanza haciendo fuego como un soldado veterano. Ella es la primera en llegar a los parapetos del enemigo, ayudar a desalojarlo y tomarle sus cañones. Su voz resuena apagando el estruendo del combate, exclamando sangre y exterminio. Su rifle no cesa de vomitar la muerte. Allí, junto con los soldados, pelea casi cuerpo a cuerpo con los chilenos. Poco a poco el número de esos valientes va reduciéndose, sin que en su socorro venga otra fuerza. Al contrario, adelante llamando a sus compañeros, que admirándola y no queriendo abandonarla, se sostienen aún por largo tiempo, hasta que siendo ya forzosa la retirada, toman a Dolores en medio ellos y la obligan a bajar. En su descenso forzado, DOLORES se encuentra con el cadáver del bravo sargento, de su querido esposo en cuyo rostro la muerte no ha podido borrar la expresión del valor que abriga su pecho. A su vista, todo el ardor bélico de esta brava mujer decae, nuevas lágrimas bañan su rostro, y se arroja, sollozando, sobre él, pretendiendo no moverse de su lado. Sólo con mil esfuerzos y casi arrastrándola, los soldados que la acompañan pueden arrancarla de allí. Dolores, la valiente mujer, la heroína modesta, desconocida, de San Francisco y Tarapacá, no pudo resistir a las penalidades que combatieron al ejército peruano en su regreso a Arica. La herida de su brazo. Las mil fatigas de la marcha. El recuerdo de su esposo, al que no olvidaba, todos estos sufrimientos que junto la combatieron, le dieron la muerte. Su cuerpo, al igual que otros muchos, quedó tendido en el desierto camino. RESPONDA BIEN
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