La Constitución Política de 1991 estableció además de la función social la función ecológica de la propiedad y de paso el sustento de la llamada economía sostenible, lo que quiere decir que todo desarrollo económico debe tener en cuenta el respeto por el medio ambiente, la biodiversidad, el hábitat.
Eso explica el avance que viene teniendo el auge de algunas ramas del Derecho, como el derecho ambiental que nuestra Carta avala.
Con ocasión de la revolución industrial el hombre explota diferentes fuentes de energía que lo hacen poderoso, mientras que la materia circula constantemente; la energía no puede volver a usarse integralmente de la misma manera por lo que se puede hablar en el lenguaje de los ecólogos de ciclos de materia y flujos de energía.
La materia viva contiene energía en forma de enlaces químicos expresados en calorías. En cambio el flujo de energía se debe mirar en relación con el tiempo, medidos en watts.
La forma como la biomasa se distribuye entre las principales especies vivientes, dentro de un concepto de comunidad es importante, no hay que olvidar que la materia no se crea ni se destruye, solo que simplemente se transforma. En cambio, si se modifica el flujo de energía, pueden desaparecer especies rompiendo si fuere el caso la red alimenticia.
La ecología sigue siendo una ciencia de síntesis, que se vale de los conocimientos de otras ciencias y la teoría del riesgo es fundamental para conocer y descartar la problemática de la naturaleza o de los factores que alteran el ecosistema. Por ejemplo, no es lo mismo la vegetación suramericana que la vegetación africana, ya que se dan factores que influyen en la misma como el clima y el suelo.
Actividades como la agricultura, la ganadería, la caza y la pesca se deben desarrollar en función de esos factores y lo más curioso es que muchas de esas actividades en defensa del medio ambiente o del hábitat se viene repitiendo en las mismas tradiciones indígenas, como saber que los purgantes se deben tomar cuando la luna esté en cuarto creciente porque esa es la época de la reproducción de los bichos en nuestros intestinos.
La misma luna influye en los animales y las aguas y hoy la modernidad no nos deja ver atrás esa cultura que se ha ido perdiendo o es escudo de pocos que se apoyan en la naturaleza. El sol se convierte en vida, no obstante, que la Tierra se encuentra a ciento cincuenta millones de kilómetros del Sol.
Más cerca nos quemaría y más lejos nos enfriaríamos. Pero la vida no ha ido evolucionando en un ambiente diversificado, y eso es precisamente el eje de la función ecológica, que hoy enfrentan ambientalistas y ecologistas, y como manzana discutir por ejemplo si se debe construir en reservas naturales o si el cable a ciudad perdida debe ser una perspectiva de desarrollo sostenible. En salud pública y como hándicap estamos regresando a la etapa de las bacterias y los hongos. Los ecosistemas como los organismos vivos, dependen del suministro de energía para su funcionamiento, para la vida. No olvidemos que todo organismo vivo es una entidad quimio dinámica.
El modelo de Tom y Jerry sigue siendo un factor que desarrolla cadena alimenticia de los seres vivientes como lo anota el profesor R. Margalet, de la Universidad de Barcelona.
El componente humano es pieza fundamental en el respeto al ecosistema y que todos los habitantes de la Tierra debemos defender.
Las bacterias y los hongos que no necesitan energía solar, cada vez más se están apropiando del planeta y como no vemos esos microorganismos, los que manejan la salud pública no le dan importancia. Las reflexiones a que queremos llegar es que el hombre con base en la función ecológica debe estar atento a la defensa del ecosistema si no queremos ser víctimas en la cadena alimenticia de esos microorganismos.
Y fundamentalmente controlar todos esos riesgos que pongan en peligro la transformación de la materia o fenómenos de la naturaleza que se pueden prevenir a tiempo.
La Constitución Política de 1991 estableció además de la función social la función ecológica de la propiedad y de paso el sustento de la llamada economía sostenible, lo que quiere decir que todo desarrollo económico debe tener en cuenta el respeto por el medio ambiente, la biodiversidad, el hábitat.
Eso explica el avance que viene teniendo el auge de algunas ramas del Derecho, como el derecho ambiental que nuestra Carta avala.
Con ocasión de la revolución industrial el hombre explota diferentes fuentes de energía que lo hacen poderoso, mientras que la materia circula constantemente; la energía no puede volver a usarse integralmente de la misma manera por lo que se puede hablar en el lenguaje de los ecólogos de ciclos de materia y flujos de energía.
La materia viva contiene energía en forma de enlaces químicos expresados en calorías. En cambio el flujo de energía se debe mirar en relación con el tiempo, medidos en watts.
La forma como la biomasa se distribuye entre las principales especies vivientes, dentro de un concepto de comunidad es importante, no hay que olvidar que la materia no se crea ni se destruye, solo que simplemente se transforma. En cambio, si se modifica el flujo de energía, pueden desaparecer especies rompiendo si fuere el caso la red alimenticia.
La ecología sigue siendo una ciencia de síntesis, que se vale de los conocimientos de otras ciencias y la teoría del riesgo es fundamental para conocer y descartar la problemática de la naturaleza o de los factores que alteran el ecosistema. Por ejemplo, no es lo mismo la vegetación suramericana que la vegetación africana, ya que se dan factores que influyen en la misma como el clima y el suelo.
Actividades como la agricultura, la ganadería, la caza y la pesca se deben desarrollar en función de esos factores y lo más curioso es que muchas de esas actividades en defensa del medio ambiente o del hábitat se viene repitiendo en las mismas tradiciones indígenas, como saber que los purgantes se deben tomar cuando la luna esté en cuarto creciente porque esa es la época de la reproducción de los bichos en nuestros intestinos.
La misma luna influye en los animales y las aguas y hoy la modernidad no nos deja ver atrás esa cultura que se ha ido perdiendo o es escudo de pocos que se apoyan en la naturaleza. El sol se convierte en vida, no obstante, que la Tierra se encuentra a ciento cincuenta millones de kilómetros del Sol.
Más cerca nos quemaría y más lejos nos enfriaríamos. Pero la vida no ha ido evolucionando en un ambiente diversificado, y eso es precisamente el eje de la función ecológica, que hoy enfrentan ambientalistas y ecologistas, y como manzana discutir por ejemplo si se debe construir en reservas naturales o si el cable a ciudad perdida debe ser una perspectiva de desarrollo sostenible. En salud pública y como hándicap estamos regresando a la etapa de las bacterias y los hongos. Los ecosistemas como los organismos vivos, dependen del suministro de energía para su funcionamiento, para la vida. No olvidemos que todo organismo vivo es una entidad quimio dinámica.
El modelo de Tom y Jerry sigue siendo un factor que desarrolla cadena alimenticia de los seres vivientes como lo anota el profesor R. Margalet, de la Universidad de Barcelona.
El componente humano es pieza fundamental en el respeto al ecosistema y que todos los habitantes de la Tierra debemos defender.
Las bacterias y los hongos que no necesitan energía solar, cada vez más se están apropiando del planeta y como no vemos esos microorganismos, los que manejan la salud pública no le dan importancia. Las reflexiones a que queremos llegar es que el hombre con base en la función ecológica debe estar atento a la defensa del ecosistema si no queremos ser víctimas en la cadena alimenticia de esos microorganismos.
Y fundamentalmente controlar todos esos riesgos que pongan en peligro la transformación de la materia o fenómenos de la naturaleza que se pueden prevenir a tiempo.