En las teogonías más antiguas, Eros es considerado como un dios salido directamente del Caos primitivo o bien, según otra tradición, nacido del huevo original que engendró la Noche, cuyas dos mitades formaron la Tiera y el Cielo al separarse. Sin embargo, cabe destacar la asignación de Eros con otros mitos genealógicos. A veces se le tiene por hijo de Ilitia, de Iris o de Hermes y Ártemis; pero la tradición más generalmente aceptada atribuye Eros como hijo de Hermes y Afrodita. Eros ha ido adquiriendo su fisonomía tradicional como un niño con alas -a veces sin ellas-, que se divierte llevando el desasosiego a los corazones, o bien los inflama con su antorcha o los hiere con sus flechas.
Sus intervenciones son innumerables. Acomete a Heracles, a Apolo (que se había burlado de él por querer manejar el arco), al propio Zeus, incluso a su madre y también a los humanos.
Los poetas alejandrinos gustan de presentarlo jugando a las nueces (lo que actualmente entenderíamos como jugar a los bolos) con niños divinos, especialmente Ganimedes, disputando con ellos o con su hermano Anteros. Inventan escenas infantiles cuadrando con el carácter del dios: castigado, debido a una penitencia impuesta por su madre; herido, por haber cogido rosas sin reparar en las espinas; etc. Sin duda, uno de los temas preferidos por los poetas es que, bajo el niño en apariencia inocente, se adivina un dios poderoso, capaz de producir, si se le antoja, crueles heridas. Incluso su propia madre le teme un poco.
El culto a Eros
Eros constituye una fuerza fundamental del mundo: asegura no sólo la continuidad de las especies, sino también la cohesión interna del cosmos. Se eleva también la doctrina platónica en El Banquete, en la cual Eros es un "genio" intermediario entre los dioses y los hombres.
Mitología de Eros
En las teogonías más antiguas, Eros es considerado como un dios salido directamente del Caos primitivo o bien, según otra tradición, nacido del huevo original que engendró la Noche, cuyas dos mitades formaron la Tiera y el Cielo al separarse. Sin embargo, cabe destacar la asignación de Eros con otros mitos genealógicos. A veces se le tiene por hijo de Ilitia, de Iris o de Hermes y Ártemis; pero la tradición más generalmente aceptada atribuye Eros como hijo de Hermes y Afrodita. Eros ha ido adquiriendo su fisonomía tradicional como un niño con alas -a veces sin ellas-, que se divierte llevando el desasosiego a los corazones, o bien los inflama con su antorcha o los hiere con sus flechas.
Sus intervenciones son innumerables. Acomete a Heracles, a Apolo (que se había burlado de él por querer manejar el arco), al propio Zeus, incluso a su madre y también a los humanos.
Los poetas alejandrinos gustan de presentarlo jugando a las nueces (lo que actualmente entenderíamos como jugar a los bolos) con niños divinos, especialmente Ganimedes, disputando con ellos o con su hermano Anteros. Inventan escenas infantiles cuadrando con el carácter del dios: castigado, debido a una penitencia impuesta por su madre; herido, por haber cogido rosas sin reparar en las espinas; etc. Sin duda, uno de los temas preferidos por los poetas es que, bajo el niño en apariencia inocente, se adivina un dios poderoso, capaz de producir, si se le antoja, crueles heridas. Incluso su propia madre le teme un poco.
El culto a Eros
Eros constituye una fuerza fundamental del mundo: asegura no sólo la continuidad de las especies, sino también la cohesión interna del cosmos. Se eleva también la doctrina platónica en El Banquete, en la cual Eros es un "genio" intermediario entre los dioses y los hombres.