En respuesta a la pandemia de la COVID-19, el gobierno español declaró el estado de alarma el 14 de marzo e implementó una serie de medidas drásticas, no terapéuticas, para “aplanar la curva” y desacelerar la tasa de infección de la COVID-19.
Si bien estas medidas drásticas parecen haber disminuido la tasa de infección de la COVID-19, el impacto de estas intervenciones en otros ámbitos de la salud aún no se ha determinado, particularmente entre las personas más vulnerables. Se sabe que las cuarentenas tienen impactos físicos, psicosociales y económicos negativos en las poblaciones que pueden afectar la morbilidad y la mortalidad. En el Reino unido, por ejemplo, se empezaron a registrar cambios en la salud mental en la ciudadanía comparando antes y después del pico de la COVID-19, y altas tasas de ansiedad (36%) y síntomas depresivos (39%), justo después del anuncio del confinamiento.
Si bien las medidas del Gobierno español parecen haber disminuido la tasa de infección de la COVID-19, el impacto de estas intervenciones en otros ámbitos de la salud aún no se ha determinado, particularmente entre las personas más vulnerables
Algunos datos apuntan hacia un aumento de la percepción de soledad y desconexión social, y se ha podido comprobar con anterioridad que en contextos de crisis sanitarias, los niveles de ansiedad entre la población afectada puede aumentar ante la sensación general de incertidumbre, vulnerabilidad y de riesgo. También se ha visto que en situaciones de desastres ambientales que han llevado a medidas de confinamiento y protección en el hogar, como el accidente de Fukushima en 2011, se han asociado también con mayores niveles de afecciones crónicas, como patologías cardiovasculares y diabetes.
Se prevé que el distanciamiento físico y social, combinado con el confinamiento estricto en el hogar y la movilidad restringida, haya afectado muy probablemente los comportamientos relacionados con la salud de las personas, como la realización de actividad física regular, los patrones de sueño o el consumo de alcohol y tabaco.
Los niveles de actividad física en los centros de las áreas urbanas pueden haber sido particularmente bajos dado que las viviendas, normalmente más pequeñas en comparación con las áreas rurales, sin acceso privado al aire libre en muchos casos a través de un jardín, terraza o balcón, limitan las oportunidades para realizar actividades físicas en el hogar o tener acceso a un paisaje natural. Está ampliamente demostrado que la actividad física, especialmente en el exterior, y el acceso a la naturaleza brindan múltiples beneficios para la salud mental y física, que son especialmente importantes para las poblaciones de mayor riesgo. Además, el ejercicio realizado al aire libre muestra mayores beneficios en comparación con el hecho en el interior. Sin embargo, mientras que la actividad física puede afectar positivamente en la salud, su reducción o desaparición afecta negativamente el estado de ánimo general y el bienestar de las personas.
Durante los últimos meses hemos vivido con pasmo un
cambio profundo en la manera en que nos relacionamos,
subsistimos, y habitamos y recorremos distintos espacios. La
velocidad con que se extendió el contagio del nuevo virus a lo largo
del mundo nos tomó por sorpresa a una inmensa mayoría, que hasta
los primeros meses del año apenas si comprendíamos el fenómeno y
las dimensiones que podría tomar.
Casi con la misma velocidad con que se extendió la presencia del
virus aparecieron seminarios virtuales, blogs, debates disciplinares
en distintos formatos e incluso libros de reputados académicos del
ámbito internacional. Era clara la necesidad, y el sentido de urgencia,
de comprender lo que ocurría, de evidenciar los dilemas que nos
presentaba, de analizar sus posibles efectos sobre las sociedades
contemporáneas y los caminos más razonables a tomar. Y, así también,
de aprovechar el momento para construir nuevas narrativas radicales
de transformación política y cultural.
Hoy, mientras algunos sectores de nuestra población ponen
en duda la existencia del virus o desestiman su letalidad, la
incertidumbre sobre el devenir de esta pandemia sigue presente
entre muchos de nosotros. Aquellos pensadores que pregonaron
el inicio de un nuevo mundo, desde ensayos y libros publicados
con una velocidad inusitada, fueron bastante castigados tras
impulsar las discusiones de las primeras semanas, por lo que
fue entendido desde algunas mayorías como un irresponsable
impulso mediático o una falta de prudencia intelectual. A la par,
pareciera ser evidente cómo las opiniones sobre la transformación
de nuestras ciudadanías hacia un tipo de vida más solidaria,
generosa y colaborativa han ido menguando. Y cómo, con relativa
frecuencia, se reafirman opiniones pesimistas, tanto por los
presagios sobre las condiciones materiales de vida de las gentes
(que para muchísimos indudablemente empeorarán), como por la
prevalencia de ciudadanías acríticas e indolentes.
Lo que nos deja, aparentemente, con un mismo mundo, en todo
caso más desigual, en el que las disciplinas y recetas predominantes,
con sus respectivas técnicas, darán forma a pequeños nuevos hábitos
y tecnologías que deberemos aceptar.
Respuesta:
En respuesta a la pandemia de la COVID-19, el gobierno español declaró el estado de alarma el 14 de marzo e implementó una serie de medidas drásticas, no terapéuticas, para “aplanar la curva” y desacelerar la tasa de infección de la COVID-19.
Si bien estas medidas drásticas parecen haber disminuido la tasa de infección de la COVID-19, el impacto de estas intervenciones en otros ámbitos de la salud aún no se ha determinado, particularmente entre las personas más vulnerables. Se sabe que las cuarentenas tienen impactos físicos, psicosociales y económicos negativos en las poblaciones que pueden afectar la morbilidad y la mortalidad. En el Reino unido, por ejemplo, se empezaron a registrar cambios en la salud mental en la ciudadanía comparando antes y después del pico de la COVID-19, y altas tasas de ansiedad (36%) y síntomas depresivos (39%), justo después del anuncio del confinamiento.
Si bien las medidas del Gobierno español parecen haber disminuido la tasa de infección de la COVID-19, el impacto de estas intervenciones en otros ámbitos de la salud aún no se ha determinado, particularmente entre las personas más vulnerables
Algunos datos apuntan hacia un aumento de la percepción de soledad y desconexión social, y se ha podido comprobar con anterioridad que en contextos de crisis sanitarias, los niveles de ansiedad entre la población afectada puede aumentar ante la sensación general de incertidumbre, vulnerabilidad y de riesgo. También se ha visto que en situaciones de desastres ambientales que han llevado a medidas de confinamiento y protección en el hogar, como el accidente de Fukushima en 2011, se han asociado también con mayores niveles de afecciones crónicas, como patologías cardiovasculares y diabetes.
Se prevé que el distanciamiento físico y social, combinado con el confinamiento estricto en el hogar y la movilidad restringida, haya afectado muy probablemente los comportamientos relacionados con la salud de las personas, como la realización de actividad física regular, los patrones de sueño o el consumo de alcohol y tabaco.
Los niveles de actividad física en los centros de las áreas urbanas pueden haber sido particularmente bajos dado que las viviendas, normalmente más pequeñas en comparación con las áreas rurales, sin acceso privado al aire libre en muchos casos a través de un jardín, terraza o balcón, limitan las oportunidades para realizar actividades físicas en el hogar o tener acceso a un paisaje natural. Está ampliamente demostrado que la actividad física, especialmente en el exterior, y el acceso a la naturaleza brindan múltiples beneficios para la salud mental y física, que son especialmente importantes para las poblaciones de mayor riesgo. Además, el ejercicio realizado al aire libre muestra mayores beneficios en comparación con el hecho en el interior. Sin embargo, mientras que la actividad física puede afectar positivamente en la salud, su reducción o desaparición afecta negativamente el estado de ánimo general y el bienestar de las personas.
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