Uno de los pioneros del refrigerador fue Charles Tellier, que en 1867 inventó un dispositivo destinado a fabricar hielo. Entre 1868 y 1869 se centró en el análisis del frío industrial y sus aplicaciones. Pronto se dedicó a la fabricación de aparatos frigoríficos para la conservación de los alimentos. Introdujo el éter dimetílico y la trimetilamina en la industria, y en 1876 consiguió construir el primer frigorífico plenamente funcional.
Ese mismo año acondicionó un buque para transportar carne refrigerada. De esta manera se llevó a cabo el primer transporte a larga distancia entre Buenos Aires (Argentina) y la ciudad de Ruan (Francia), permitiendo que se pudiera consumir carne sudamericana en Europa, cosa que antes hubiera sido impensable. Con esto dio comienzo un intenso tráfico de carne entre Europa y América.
A pesar de la importancia de su invento, Tellier se mostró carente del espíritu empresarial necesario para explotarlo comercialmente. Recibió honores, sobre todo en Uruguay y Argentina (grandes beneficiarios del invento, que les permitía exportar carne a Europa), donde se abrieron colectas para intentar ayudar a Tellier. Con todo, falleció en París casi en la miseria. Además de su invento legó una importante obra, titulada Historia de una invención moderna: el frigorífico (París, 1910).
Uno de los pioneros del refrigerador fue Charles Tellier, que en 1867 inventó un dispositivo destinado a fabricar hielo. Entre 1868 y 1869 se centró en el análisis del frío industrial y sus aplicaciones. Pronto se dedicó a la fabricación de aparatos frigoríficos para la conservación de los alimentos. Introdujo el éter dimetílico y la trimetilamina en la industria, y en 1876 consiguió construir el primer frigorífico plenamente funcional.
Ese mismo año acondicionó un buque para transportar carne refrigerada. De esta manera se llevó a cabo el primer transporte a larga distancia entre Buenos Aires (Argentina) y la ciudad de Ruan (Francia), permitiendo que se pudiera consumir carne sudamericana en Europa, cosa que antes hubiera sido impensable. Con esto dio comienzo un intenso tráfico de carne entre Europa y América.
A pesar de la importancia de su invento, Tellier se mostró carente del espíritu empresarial necesario para explotarlo comercialmente. Recibió honores, sobre todo en Uruguay y Argentina (grandes beneficiarios del invento, que les permitía exportar carne a Europa), donde se abrieron colectas para intentar ayudar a Tellier. Con todo, falleció en París casi en la miseria. Además de su invento legó una importante obra, titulada Historia de una invención moderna: el frigorífico (París, 1910).