October 2023 1 10 Report
El viejo guardabosque les contaba muchas historias. Así

aprendieron los niños sobre los diferentes árboles.

—El roble puede vivir cien años —les decía el guardabosque

mientras caminaba por el bosque.

Los niños observaron un cedro gigantesco. Su copa sobresalía por

encima de los demás árboles.

—Quizá se deba a la resina —continuó el guardabosque

— La resina hace a la madera más duradera. Nuestros

antepasados frotaban los pergaminos con resina de cedro para que

lo escrito en ellos se conservase durante muchísimos años.

Se detuvo un momento.

—Antes, los cedros crecían junto al Mediterráneo. En Arabia y en el

norte de África había bosques de cedros. Pero los hombres

acabaron con ellos.

—El bosque nos ayuda a vivir. Por mucho que utilicemos su

madera, el bosque no se acaba. ¿Sabéis por qué?

—Porque quien tala un árbol tiene que plantar otro nuevo. Así lo

hemos hecho durante muchos años.

— Aunque no siempre fue así —dijo.

«Hace muchos años, en las afueras de la ciudad vivían dos niños

Lea y Said. La niña se llamaba Lea y el niño, Said.



Todos los días iban al bosque. Todos los días arrancaban con

cuidado los pequeños árboles, árboles que crecían salvajes entre

los grandes troncos de árboles y plantaban los árboles en su jardín.

Un día, al atardecer, los niños vieron que tres hombres cruzaban el

puente. Los tres forasteros fueron a la plaza del mercado y dejaron

sus sacos. Dentro había pesados collares de oro y adornos

brillantes. Rodaron por todas partes pulseras con ámbar incrustado,

perlas, corales y nácar. La gente sintió curiosidad.

¿Qué querrían los comerciantes a cambio de aquellos tesoros?

—Nada en particular, sólo madera —dijeron los extranjeros—. Pero

mucha, toda la que podáis conseguir. Si traéis mucha, os daremos

aún más joyas.

Al día siguiente empezaron a trabajar. Los árboles, unos tras otros,

fueron cayendo al suelo. Los golpes de las hachas retumbaban por

el bosque.

A medida que el bosque desaparecía, las arcas de la gente se

llenaban de oro, plata, piedras preciosas y alhajas.

Todas las noches los niños recogían el rocío en unos grandes

pañuelos que extendían sobre el suelo. Con el rocío y la poca agua

que aún salía de la fuente regaban con cuidado los jóvenes

arbolitos de su jardín.

En el lugar en donde antes crecía el bosque, ahora el suelo estaba

árido. Y si alguna vez llovía, el agua se evaporaba enseguida. Los

pájaros no encontraban sombra alguna y caían extenuados al suelo.

Pero la gente seguía cortando madera… Un día, todos se

encontraron alrededor de un gran árbol. Iban a empezar con sus

sierras y sus hachas, cuando se dieron cuenta de que se trataba del

viejo cedro.

El bosque de árboles que antes lo rodeaba había desaparecido por

completo, no quedo ningún árbol. El gran cedro era el último árbol

que les quedaba. Las colinas se erguían peladas, sin árboles.

Detrás se divisaba el desierto, no quedo ningún árbol.

La gente se asustó.



Comunicación - Profe: Buralli Lucila

— ¡Hemos acabado con nuestro bosque! —gritaron—. ¿Qué vamos

a hacer ahora?

— ¿Qué debemos hacer? —preguntó la gente, ansiosa.

— ¿Cómo podríamos salvarnos del desierto? Entonces Said y Lea

les dijeron:

—Tenéis que plantar de nuevo. En nuestro jardín crecen árboles de

todas las especies. Podemos trasplantarlos. Empezaremos con los

pinos y los cedros, pues la arena no les impide crecer. Y cuando la

tierra se haya asentado, traeremos los demás árboles y los

plantaremos junto a ellos. Luego recogeremos sus semillas y las

enterraremos en el suelo. Con el tiempo tendremos un pequeño

bosque. Y volverán a caer el rocío y la lluvia. Pero para eso aún

falta mucho tiempo. Primero tenemos que regar los árboles

pequeños por la noche, mientras haya agua en la fuente.

Los vecinos hicieron lo que los niños dijeron ¡El bosque empezó a

crecer! Y prometieron cuidar de él.

Y han cumplido su promesa hasta el día de hoy.»

— ¿Quiénes fueron Said y Lea? ¿Los conociste? Preguntaron los

niños.

El guardabosque sonrió.

—Sí, claro, fueron mis abuelos




Leer el cuento “El último árbol” e identificar las partes en

las que no se utilizó la referencia y elipsis.

 Reescribir las partes del cuento utilizado los recursos

cohesivos trabajados.

 Escribir una breve reseña de lo que te pareció el cuento.

De no menos de cinco renglones

doy corona :

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