El apóstol Pablo escribe en Primera de Timoteo 6 que en la iglesia ya había hombres “corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la religión como fuente de ganancias. Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo y sin duda nada podremos sacar. Asi que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición. Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe y fueron traspasados de muchos dolores”.
Estas palabras del apóstol Pablo son muy fuertes: la iglesia, la religión, la predicación del evangelio no es para hacerse rico, ni para levantar grandes imperios personales. Pablo dejó su propio ejemplo. Cuando se despidió de los hermanos en la ciudad de Mileto, en Asia Menor, les dijo a los líderes y pastores de esa congregación lo siguiente: “Ustedes saben cómo me porté todo el tiempo que estuve con ustedes desde el primer día que vine a la provincia de Asia. He servido al Señor con toda humildad y con lágrimas… No he codiciado ni la plata ni el oro ni la ropa de nadie. Ustedes mismos saben bien que estas manos se han ocupado de mis propias necesidades y de las de mis compañeros. Con mi ejemplo les he mostrado que es preciso trabajar duro para ayudar a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús: “hay más dicha en dar que en recibir”.
Pero a la iglesia habían entrado ya personas que vieron en la predicación una fuente de enriquecerse y Pablo los amonestó y les dijo que al final eso los apartaría de la fe y causarían muchos dolores.
El apóstol Pablo escribe en Primera de Timoteo 6 que en la iglesia ya había hombres “corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la religión como fuente de ganancias. Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo y sin duda nada podremos sacar. Asi que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición. Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe y fueron traspasados de muchos dolores”.
Estas palabras del apóstol Pablo son muy fuertes: la iglesia, la religión, la predicación del evangelio no es para hacerse rico, ni para levantar grandes imperios personales. Pablo dejó su propio ejemplo. Cuando se despidió de los hermanos en la ciudad de Mileto, en Asia Menor, les dijo a los líderes y pastores de esa congregación lo siguiente: “Ustedes saben cómo me porté todo el tiempo que estuve con ustedes desde el primer día que vine a la provincia de Asia. He servido al Señor con toda humildad y con lágrimas… No he codiciado ni la plata ni el oro ni la ropa de nadie. Ustedes mismos saben bien que estas manos se han ocupado de mis propias necesidades y de las de mis compañeros. Con mi ejemplo les he mostrado que es preciso trabajar duro para ayudar a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús: “hay más dicha en dar que en recibir”.
Pero a la iglesia habían entrado ya personas que vieron en la predicación una fuente de enriquecerse y Pablo los amonestó y les dijo que al final eso los apartaría de la fe y causarían muchos dolores.