El problema planteado no supone en modo alguno que se reconozca a las ciencias un ámbito propio, ni tampoco que se las defina con caracteres específicos. ¿Merecen las ciencias sociales un puesto aparte, entre las humanidades, por un lado, y las ciencias naturales, por otro lado? ¿Ofrecen una verdadera originalidad, aparte del hecho de no ser más sociales que las demás ciencias y de ser mucho menos científicas, como han ironizado algunos?
Incluso en los Estados Unidos –un país donde parecía estar sólidamente establecida desde medio siglo atrás la división tripartita entre ciencias humanas, sociales y naturales– se está presenciando la aparición de nuevas categorías. Por ejemplo, las “behavioral sciences”, que agrupan los tres órdenes de ciencias en la medida en que tienen por objeto directo al hombre. Ahora bien, la mejor traducción de “behavioral sciences” sería “ciencias de la conducta humana”, o sea que así volvemos a la distinción bipartita, clásica en Europa desde el Renacimiento: las ciencias naturales que tratan del mundo objetivo, por un lado, y las humanidades que se ocupan del hombre y del mundo en relación con éste, por otro lado.
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El problema planteado no supone en modo alguno que se reconozca a las ciencias un ámbito propio, ni tampoco que se las defina con caracteres específicos. ¿Merecen las ciencias sociales un puesto aparte, entre las humanidades, por un lado, y las ciencias naturales, por otro lado? ¿Ofrecen una verdadera originalidad, aparte del hecho de no ser más sociales que las demás ciencias y de ser mucho menos científicas, como han ironizado algunos?
Incluso en los Estados Unidos –un país donde parecía estar sólidamente establecida desde medio siglo atrás la división tripartita entre ciencias humanas, sociales y naturales– se está presenciando la aparición de nuevas categorías. Por ejemplo, las “behavioral sciences”, que agrupan los tres órdenes de ciencias en la medida en que tienen por objeto directo al hombre. Ahora bien, la mejor traducción de “behavioral sciences” sería “ciencias de la conducta humana”, o sea que así volvemos a la distinción bipartita, clásica en Europa desde el Renacimiento: las ciencias naturales que tratan del mundo objetivo, por un lado, y las humanidades que se ocupan del hombre y del mundo en relación con éste, por otro lado.
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