1. El objetivo de una de las primeras batallas que los socialistas marxistas trabaron acerca del «papel» de Rusia en la política europea, fue refutar la opinión falaz según la cual las conclusiones del materialismo histórico no podían ser aplicadas a este país.
Así como el internacionalismo marxista había transportado a Francia, Alemania y América las deducciones sociales de alcance universal que había extraído del estudio de los hechos del primer capitalismo, el de Inglaterra, nuestra escuela nunca dudó que la misma llave histórica abriría las puertas que parecían haberse cerrado para siempre en las narices de la sociedad burguesa, y sobre las bayonetas napoleónicas derrotadas, lo que retrasó todo por un siglo.
2. En Rusia, como en todos los países europeos, el marxismo esperaba y propugnaba una gran revolución burguesa que siguiese los pasos de las revoluciones de Francia y de Inglaterra, y cuyo incendio, en 1848, sacudió a toda Europa Central. La destrucción del modo de producción feudal en Rusia fue tanto más prevista, esperada y reivindicada, cuanto que la Rusia de los zares asumía para Marx la función de ciudadela de la reacción europea antiliberal y anticapitalista. En la fase de las guerras burguesas de sistematización nacional de Europa, que se cerró en 1871, el marxismo consideraba útil toda guerra que se desarrollase en una dirección capaz de provocar una derrota y un desastre para Petersburgo.¡Marx fue acusado por ello de agente pangermanista antiruso! Para él, la resistencia del zarismo constituía no sólo una barrera para la oleada de la revolución burguesa, sino también para la marea sucesiva de la revolución obrera europea. Los movimientos de liberación de las nacionalidades oprimidas por el zar (el clásico ejemplo es el de Polonia) fueron pues plenamente apoyados por la Primera Internacional obrera.
3. La doctrina histórica de la escuela marxista clausura en 1871 el periodo del apoyo socialista a las guerras de sistematización de Europa en Estados modernos, así como a las luchas internas de la revolución liberal y de resurgimiento nacional. El obstáculo ruso se perfila siempre en el horizonte y, al permanecer de pie, barrerá el camino a la insurrección obrera contra los «ejércitos nacionales confederados», y enviará los cosacos a defender, no solamente a santos imperios, sino también a democracias parlamentarias capitalistas, cuyo ciclo de desarrollo se ha cerrado en Occidente
1. El objetivo de una de las primeras batallas que los socialistas marxistas trabaron acerca del «papel» de Rusia en la política europea, fue refutar la opinión falaz según la cual las conclusiones del materialismo histórico no podían ser aplicadas a este país.
Así como el internacionalismo marxista había transportado a Francia, Alemania y América las deducciones sociales de alcance universal que había extraído del estudio de los hechos del primer capitalismo, el de Inglaterra, nuestra escuela nunca dudó que la misma llave histórica abriría las puertas que parecían haberse cerrado para siempre en las narices de la sociedad burguesa, y sobre las bayonetas napoleónicas derrotadas, lo que retrasó todo por un siglo.
2. En Rusia, como en todos los países europeos, el marxismo esperaba y propugnaba una gran revolución burguesa que siguiese los pasos de las revoluciones de Francia y de Inglaterra, y cuyo incendio, en 1848, sacudió a toda Europa Central. La destrucción del modo de producción feudal en Rusia fue tanto más prevista, esperada y reivindicada, cuanto que la Rusia de los zares asumía para Marx la función de ciudadela de la reacción europea antiliberal y anticapitalista. En la fase de las guerras burguesas de sistematización nacional de Europa, que se cerró en 1871, el marxismo consideraba útil toda guerra que se desarrollase en una dirección capaz de provocar una derrota y un desastre para Petersburgo.¡Marx fue acusado por ello de agente pangermanista antiruso! Para él, la resistencia del zarismo constituía no sólo una barrera para la oleada de la revolución burguesa, sino también para la marea sucesiva de la revolución obrera europea. Los movimientos de liberación de las nacionalidades oprimidas por el zar (el clásico ejemplo es el de Polonia) fueron pues plenamente apoyados por la Primera Internacional obrera.
3. La doctrina histórica de la escuela marxista clausura en 1871 el periodo del apoyo socialista a las guerras de sistematización de Europa en Estados modernos, así como a las luchas internas de la revolución liberal y de resurgimiento nacional. El obstáculo ruso se perfila siempre en el horizonte y, al permanecer de pie, barrerá el camino a la insurrección obrera contra los «ejércitos nacionales confederados», y enviará los cosacos a defender, no solamente a santos imperios, sino también a democracias parlamentarias capitalistas, cuyo ciclo de desarrollo se ha cerrado en Occidente