En la macilenta luz de una nevada mañana de primavera, los objetos dispersos por el suelo de una guardería abandonada hablan de otra época, antes de que los niños de Prípiat perdieran su inocencia. Sandalias y diminutas zapatillas de ballet. Figuritas de cartón de Lenin cuando era niño y de su etapa de dirigente juvenil, el equivalente soviético de los cromos de futbolistas. En la sala contigua, muñecas rotas y desnudas yacen en las camas donde los pequeños dormían la siesta. En la pared del gimnasio hay fotos de los niños haciendo ejercicio.
Un día de este mismo mes de hace 30 años, la vida en Prípiat llegó a un estremecedor final. Antes del alba del 26 de abril de 1986, a menos de tres kilómetros al sur de lo que entonces era una ciudad de 50.000 habitantes, el reactor número cuatro de la central nuclear de Chernobil estalló. Treinta personas murieron a consecuencia de la explosión y del incendio, o resultaron expuestas a radiaciones letales. La estructura destruida ardió durante 10 días, contaminando 142.000 kilómetros cuadrados en el norte de Ucrania, el sur de Bielorrusia y la región rusa de Briansk. Fue el peor accidente nuclear que ha conocido el mundo.
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LEIPIAMBA2004
Antes del alba del 26 de abril de 1986, a menos de tres kilómetros al sur de lo que entonces era una ciudad de 50.000 habitantes, el reactor número cuatro de la central nuclear de Chernobil estalló.contaminando 142.000 kilómetros cuadrados en el norte de Ucrania, el sur de Bielorrusia y la región rusa de Briansk. Fue el peor accidente nuclear que ha conocido el mundo.La lluvia radiactiva, 400 veces superior a la radiactividad liberada en Hiroshima, expulsó a más de 300.000 personas de sus hogares y desencadenó una epidemia infantil de cáncer de tiroides. Los restos extremadamente radiactivos del reactor cuatro aún están bajo el «sarcófago», una deteriorada cripta de hormigón y acero construida a toda prisa después del accidente y que 20 años después amenazaba con desplomarse. Los trabajos para reemplazarlo se iniciaron hace 10 años: una estructura arqueada, del tamaño de un estadio, que se deslizaría sobre el sarcófago y lo cerraría herméticamente. Se espera que la estructura, aún sin finalizar, este completamente construida para 2017.
En la macilenta luz de una nevada mañana de primavera, los objetos dispersos por el suelo de una guardería abandonada hablan de otra época, antes de que los niños de Prípiat perdieran su inocencia. Sandalias y diminutas zapatillas de ballet. Figuritas de cartón de Lenin cuando era niño y de su etapa de dirigente juvenil, el equivalente soviético de los cromos de futbolistas. En la sala contigua, muñecas rotas y desnudas yacen en las camas donde los pequeños dormían la siesta. En la pared del gimnasio hay fotos de los niños haciendo ejercicio.
Un día de este mismo mes de hace 30 años, la vida en Prípiat llegó a un estremecedor final. Antes del alba del 26 de abril de 1986, a menos de tres kilómetros al sur de lo que entonces era una ciudad de 50.000 habitantes, el reactor número cuatro de la central nuclear de Chernobil estalló. Treinta personas murieron a consecuencia de la explosión y del incendio, o resultaron expuestas a radiaciones letales. La estructura destruida ardió durante 10 días, contaminando 142.000 kilómetros cuadrados en el norte de Ucrania, el sur de Bielorrusia y la región rusa de Briansk. Fue el peor accidente nuclear que ha conocido el mundo.