belentuchaparra
¡Qué de ayes, qué de lágrimas me cuesta remover los escombros del pasado y al grito del dolor más concentrado oír, por toda y única respuesta,
el muriente rumor de la esperanza que nos trajo la aurora que se aleja, y cerca el ¡ay! de la sentida queja que nos trae el crepúsculo que avanza!
Prefiero a tu palabra que parece la eólica cadencia de una lira, tu sonrisa de amor que se estremece cuando en mis ojos reflejar se mira;
y a tu sonrisa, que el amor se afana en dibujarla apenas en tu boca, prefiero el tinte de subida grana que en tus mejillas el pudor coloca.
No es dolor el dolor que se traduce en ayes y sollozos y que, dejando el corazón, inunda de lágrimas los ojos;
sino el que se retuerce sin salida del alma en lo recóndito; el que no tiene gritos de reproche ni lágrimas de enojo.
remover los escombros del pasado
y al grito del dolor más concentrado
oír, por toda y única respuesta,
el muriente rumor de la esperanza
que nos trajo la aurora que se aleja,
y cerca el ¡ay! de la sentida queja
que nos trae el crepúsculo que avanza!
Prefiero a tu palabra que parece
la eólica cadencia de una lira,
tu sonrisa de amor que se estremece
cuando en mis ojos reflejar se mira;
y a tu sonrisa, que el amor se afana
en dibujarla apenas en tu boca,
prefiero el tinte de subida grana
que en tus mejillas el pudor coloca.
No es dolor el dolor que se traduce
en ayes y sollozos
y que, dejando el corazón, inunda
de lágrimas los ojos;
sino el que se retuerce sin salida
del alma en lo recóndito;
el que no tiene gritos de reproche
ni lágrimas de enojo.