Los primeros años de su reinado estuvieron marcados por los intentos de reformar la administración francesa de acuerdo con las ideas de la Ilustración. Algunas de estas medidas incluyeron esfuerzos para abolir la servidumbre, la eliminación del taille (impuesto sobre la tierra) y el corveé (impuesto al trabajo) así como el aumento de tolerancia hacia los no católicos y la abolición de la pena de muerte para los desertores.[6] Sin embargo la nobleza francesa reaccionó a las reformas propuestas con hostilidad y se opuso con éxito a su implementación. Esto sumado a su falta de carácter y las intrigas de su corte hicieron que la mayor parte de las reformas ilustradas nunca vieran la luz. Luis implementó la desregulación del mercado de granos, defendida por su ministro de economía el liberal Turgot, pero esto acabó en un aumento en los precios del pan. En los períodos de malas cosechas, condujo a la escasez de alimentos que, durante una cosecha particularmente mala en 1775, llevó a las masas a rebelarse. Desde 1776, Luis XVI apoyó activamente a los colonos norteamericanos, que buscaban su independencia de Gran Bretaña, que se concretó en el Tratado de París de 1783. Para evitar la bancarrota del país causadas principalmente por las malas cosechas y la escasez de alimentos, sus ministros Turgot, Necker y Calonne intentaron en seis ocasiones (1774-1776, 1781 y cuatro en 1787) realizar profundas reformas estructurales y fiscales. La nobleza de toga del Parlamento de París y la corte de Versalles se negaron a tales reformas, haciendo al rey tener que presentar sus propuestas ante una Asamblea de Notables y más tarde ante los Estados Generales para aprobarlas. En los Estados Generales de 1789, el Tercer Estado, al que no se le concedió el voto por persona que solicitaba, se autoproclamó Asamblea Nacional, jurando no disolverse hasta dar una Constitución a Francia. El descontento entre los miembros de las clases media y baja de Francia dio como resultado una fuerte oposición a la aristocracia francesa y a la monarquía absoluta, de la que Luis y su esposa, la reina María Antonieta, eran vistos como representantes. El aumento de las tensiones y la violencia estuvieron marcadas por eventos como la toma de la Bastilla, durante el cual los disturbios en París obligaron a Luis a reconocer definitivamente la autoridad legislativa de la Asamblea Nacional.
Después de su coronación, ordenó con la ayuda de un gabinete de políticos la reducción de algunas de las contribuciones más gravosas y modificó el sistema financiero y judicial.
También adelantó una serie de reformas económicas liberales, por medio de sus ministros Anne-Robert Jacques Turgot, Guillaume de Malesherbes y Jacques Necker, para reducir el déficit público, pero esto fue un duro golpe con los intereses de la nobleza. En política exterior, Francia desempeñó un excelente papel en la guerra de Independencia norteamericana, llevada a cabo desde 1778 hasta 1783
Los primeros años de su reinado estuvieron marcados por los intentos de reformar la administración francesa de acuerdo con las ideas de la Ilustración. Algunas de estas medidas incluyeron esfuerzos para abolir la servidumbre, la eliminación del taille (impuesto sobre la tierra) y el corveé (impuesto al trabajo) así como el aumento de tolerancia hacia los no católicos y la abolición de la pena de muerte para los desertores.[6] Sin embargo la nobleza francesa reaccionó a las reformas propuestas con hostilidad y se opuso con éxito a su implementación. Esto sumado a su falta de carácter y las intrigas de su corte hicieron que la mayor parte de las reformas ilustradas nunca vieran la luz. Luis implementó la desregulación del mercado de granos, defendida por su ministro de economía el liberal Turgot, pero esto acabó en un aumento en los precios del pan. En los períodos de malas cosechas, condujo a la escasez de alimentos que, durante una cosecha particularmente mala en 1775, llevó a las masas a rebelarse. Desde 1776, Luis XVI apoyó activamente a los colonos norteamericanos, que buscaban su independencia de Gran Bretaña, que se concretó en el Tratado de París de 1783. Para evitar la bancarrota del país causadas principalmente por las malas cosechas y la escasez de alimentos, sus ministros Turgot, Necker y Calonne intentaron en seis ocasiones (1774-1776, 1781 y cuatro en 1787) realizar profundas reformas estructurales y fiscales. La nobleza de toga del Parlamento de París y la corte de Versalles se negaron a tales reformas, haciendo al rey tener que presentar sus propuestas ante una Asamblea de Notables y más tarde ante los Estados Generales para aprobarlas. En los Estados Generales de 1789, el Tercer Estado, al que no se le concedió el voto por persona que solicitaba, se autoproclamó Asamblea Nacional, jurando no disolverse hasta dar una Constitución a Francia. El descontento entre los miembros de las clases media y baja de Francia dio como resultado una fuerte oposición a la aristocracia francesa y a la monarquía absoluta, de la que Luis y su esposa, la reina María Antonieta, eran vistos como representantes. El aumento de las tensiones y la violencia estuvieron marcadas por eventos como la toma de la Bastilla, durante el cual los disturbios en París obligaron a Luis a reconocer definitivamente la autoridad legislativa de la Asamblea Nacional.
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Después de su coronación, ordenó con la ayuda de un gabinete de políticos la reducción de algunas de las contribuciones más gravosas y modificó el sistema financiero y judicial.
También adelantó una serie de reformas económicas liberales, por medio de sus ministros Anne-Robert Jacques Turgot, Guillaume de Malesherbes y Jacques Necker, para reducir el déficit público, pero esto fue un duro golpe con los intereses de la nobleza. En política exterior, Francia desempeñó un excelente papel en la guerra de Independencia norteamericana, llevada a cabo desde 1778 hasta 1783