Pese a que fue sujeto de enormes críticas, el ensayo de Francis Fukuyama (1994) sobre el fin de la historia conserva su potencial analítico, si consideramos que más de 30 años después de su aparición, el mundo sigue discutiendo si existe o no alternativa a la democracia. Es claro que el camino de las sociedades no es unidireccional, y que no hay tampoco línea recta hacia un futuro único y pre-establecido. Al mismo tiempo es claro que, hasta ahora, no existe una alternativa viable o deseable a la organización política de las sociedades modernas que conocemos con el nombre de democracia. Existen muchas discusiones sobre el carácter y las características de las democracias en lo que va corrido del siglo XXI. En años recientes, dos fenómenos en particular han generado mucho debate sobre el futuro de la democracia: por un lado, los autoritarismos competitivos, y por el otro, el populismo. Levitsky y Way (2004 p. 162) usan el término autoritarismo competitivo para referirse a países donde se realizan elecciones con frecuencia, pero donde estas son ante todo una fachada. Allí, “los funcionarios abusan de los recursos del Estado, no ofrecen a la oposición un cubrimiento adecuado de los medios, persiguen a los candidatos de la oposición y manipulan los resultados de las elecciones”. Lo más novedoso de los análisis como el de Levitsky y Ziblatt, que se enfocan en la erosión de la democracia (véase también el trabajo de Nancy Bermeo 2016) es que, a diferencia del pasado, hoy en día la democracia no muere en manos de dictadores que la remplazan por sistemas autoritarios, sino que se pervierte en manos de líderes electos. Lentamente, estos líderes elegidos democráticamente van privando a la democracia de su esencia real hasta convertirla en pura apariencia. Si la democracia es el sistema más común pero no está exento de riesgos y deformaciones, la discusión que se abre entonces es cómo evaluar las democracias existentes y cómo entender sus características y su evolución. Según el informe 2016 de IDEA Internacional (2017) sobre el estado de la democracia, más del 60% de la población mundial vive bajo democracias electorales, en contraste con 1990, año en que esta cifra sólo alcanzaba el 35%. Lo que sabemos es que, si bien la democracia continúa expandiéndose y se mantiene fuerte en muchos países (IDEA 2017), en paralelo, en muchos otros países la democracia se encuentra estancada o en retroceso (V-Dem 2019). Ante el aumento de democracias puramente electorales y frente a los procesos de erosión de las instituciones democráticas en países como Hungría, Polonia y Estados Unidos, queda claro que, si bien lo electoral es fundamental, para entender la democracia es necesario ir más allá de la superficie. Muchos estudiosos de los regímenes políticos proponen poner el acento en la calidad de la democracia al evaluarla. La idea es distinguir los diferentes componentes de la democracia y evaluar no sólo su presencia o ausencia, sino la eficacia de su funcionamiento. Uno de estos componentes esenciales es el electoral, pero como veremos, la invitación es a ir más allá, abarcando desde la participación de las organizaciones de la sociedad civil hasta la existencia o no de pesos y contrapesos, el respeto a los derechos civiles y políticos, la competitividad del sistema de partidos y otros. Distinguir, catalogar y evaluar la presencia o no de estos diferentes componentes en cada país es la labor que adelantan los índices de democracia. Hoy en día contamos con un sinnúmero de estudios académicos sobre democratización y con nuevas y diversas herramientas para medir la democracia, como Freedom House, el índice de democracia de The Economist, Polity IV y Varieties of Democracy V-Dem, entre otras. Tenemos muchos datos para, por así decirlo, “medirle el pulso” a la democracia a lo largo y ancho del planeta. Estas herramientas son muy valiosas: además de brindar un diagnóstico de la democracia a nivel mundial, también nos pueden ayudar a entender más y mejor la democracia colombiana. Este volumen se apoya en los datos de V-Dem sobre Colombia para presentar un panorama general de la calidad de la democracia en el país, desde 1958 hasta 2018. Sin embargo, el esfuerzo de medir la calidad de la democracia nos abre nuevas posibilidades para entender a mayor profundidad las características del régimen político de un país en sus diferentes facetas.
¿Qué es una tesis?
La tesis es una afirmación que expresa una posición frente al tema del texto y que responde a la pregunta que, usted como autor, trabaja en su escrito.
Pese a que fue sujeto de enormes críticas, el ensayo de Francis Fukuyama (1994) sobre el fin de la historia conserva su potencial analítico, si consideramos que más de 30 años después de su aparición, el mundo sigue discutiendo si existe o no alternativa a la democracia. Es claro que el camino de las sociedades no es unidireccional, y que no hay tampoco línea recta hacia un futuro único y pre-establecido. Al mismo tiempo es claro que, hasta ahora, no existe una alternativa viable o deseable a la organización política de las sociedades modernas que conocemos con el nombre de democracia. Existen muchas discusiones sobre el carácter y las características de las democracias en lo que va corrido del siglo XXI. En años recientes, dos fenómenos en particular han generado mucho debate sobre el futuro de la democracia: por un lado, los autoritarismos competitivos, y por el otro, el populismo. Levitsky y Way (2004 p. 162) usan el término autoritarismo competitivo para referirse a países donde se realizan elecciones con frecuencia, pero donde estas son ante todo una fachada. Allí, “los funcionarios abusan de los recursos del Estado, no ofrecen a la oposición un cubrimiento adecuado de los medios, persiguen a los candidatos de la oposición y manipulan los resultados de las elecciones”. Lo más novedoso de los análisis como el de Levitsky y Ziblatt, que se enfocan en la erosión de la democracia (véase también el trabajo de Nancy Bermeo 2016) es que, a diferencia del pasado, hoy en día la democracia no muere en manos de dictadores que la remplazan por sistemas autoritarios, sino que se pervierte en manos de líderes electos. Lentamente, estos líderes elegidos democráticamente van privando a la democracia de su esencia real hasta convertirla en pura apariencia. Si la democracia es el sistema más común pero no está exento de riesgos y deformaciones, la discusión que se abre entonces es cómo evaluar las democracias existentes y cómo entender sus características y su evolución. Según el informe 2016 de IDEA Internacional (2017) sobre el estado de la democracia, más del 60% de la población mundial vive bajo democracias electorales, en contraste con 1990, año en que esta cifra sólo alcanzaba el 35%. Lo que sabemos es que, si bien la democracia continúa expandiéndose y se mantiene fuerte en muchos países (IDEA 2017), en paralelo, en muchos otros países la democracia se encuentra estancada o en retroceso (V-Dem 2019). Ante el aumento de democracias puramente electorales y frente a los procesos de erosión de las instituciones democráticas en países como Hungría, Polonia y Estados Unidos, queda claro que, si bien lo electoral es fundamental, para entender la democracia es necesario ir más allá de la superficie. Muchos estudiosos de los regímenes políticos proponen poner el acento en la calidad de la democracia al evaluarla. La idea es distinguir los diferentes componentes de la democracia y evaluar no sólo su presencia o ausencia, sino la eficacia de su funcionamiento. Uno de estos componentes esenciales es el electoral, pero como veremos, la invitación es a ir más allá, abarcando desde la participación de las organizaciones de la sociedad civil hasta la existencia o no de pesos y contrapesos, el respeto a los derechos civiles y políticos, la competitividad del sistema de partidos y otros. Distinguir, catalogar y evaluar la presencia o no de estos diferentes componentes en cada país es la labor que adelantan los índices de democracia. Hoy en día contamos con un sinnúmero de estudios académicos sobre democratización y con nuevas y diversas herramientas para medir la democracia, como Freedom House, el índice de democracia de The Economist, Polity IV y Varieties of Democracy V-Dem, entre otras. Tenemos muchos datos para, por así decirlo, “medirle el pulso” a la democracia a lo largo y ancho del planeta. Estas herramientas son muy valiosas: además de brindar un diagnóstico de la democracia a nivel mundial, también nos pueden ayudar a entender más y mejor la democracia colombiana. Este volumen se apoya en los datos de V-Dem sobre Colombia para presentar un panorama general de la calidad de la democracia en el país, desde 1958 hasta 2018. Sin embargo, el esfuerzo de medir la calidad de la democracia nos abre nuevas posibilidades para entender a mayor profundidad las características del régimen político de un país en sus diferentes facetas.
¿Qué es una tesis?
La tesis es una afirmación que expresa una posición frente al tema del texto y que responde a la pregunta que, usted como autor, trabaja en su escrito.