Las parábolas eran figuras del lenguaje muy usadas en los tiempos de Cristo. Los grandes maestros rabínicos de su época, de la talla de Hillel y Shammai las usaron en sus enseñanzas, también las encontramos en la literatura judía como el Talmúd y otros libros sapienciales. Ahora bien, eso no significa necesariamente que nuestro Señor Jesucristo copió los dichos de otros maestros, claro que no, las parábolas de Cristo eran netamente originales. Lo que nuestro Señor hizo fue adaptar esa figura de lenguaje muy usada en su tiempo a las elevadas enseñanzas del reino de Dios, lo cual sí se constituiría una novedad en su época. Así lo explica el gran teólogo escocés Alexander B. Bruce haciendo una interesante y muy atinada comparación:
"Eran verdades eternas del reino divino que hasta los días de Jesús no habían sido anunciadas. Las cosas terrenales siempre han sido aptas para simbolizar las cosas celestiales, pero hasta que apareció el gran Maestro, nadie jamás había pensado usarlas para revelar a personas corrientes lo profundo de Dios.
Del mismo modo, nadie antes de Isaac Newton había pensado en relacionar la caída de una manzana con la rotación de los cuerpos celestes, aunque desde la creación del mundo las manzanas habían caído al suelo."[2]
Ahora vamos a definir una parábola primeramente desde su etimología: Este término proviene de dos vocablos griegos para = al lado de; y el vb. baló = arrojar; es decir arrojar una cosa junto a otra con el propósito de compararlas. Estas comparaciones no son símiles propiamente dichos, sin negar que haya símiles en el contenido de las parábolas, pero como dice el Doctor Terry en su libro de hermenéutica acerca de una parábola:
"Es, esencialmente, una comparación o símil y, sin embargo, todos los símiles no son parábolas. El símil puede apropiarse una comparación de cualquier género o clase de objetos, ora reales o imaginarios. La parábola está limitada en su radio y reducida a las cosas reales. Sus imágenes siempre incorporan una narración que responde con verdad a los hechos y experiencias de la vida humana."[3]
En un artículo publicado en internet, el autor Joselito Orellana Mora (Ph.D.), hace una definición que a mi juicio es equivocada sobre lo que es una parábola, dice: "Es una narración alegórica que usa símbolos terrenales y conocidos para ilustrar verdades celestiales y eternas..."[4]
Esta definición más bien pareciera que hace alusión a una alegoría y no a una parábola, porque la narración parabólica no es alegórica sino real y no usa símbolos sino eventos de la vida cotidiana, estos a su vez reflejan no muchas sino una solo verdad o enseñanza.
En virtud de esta explicación, definimos a una parábola como un relato tomado de la vida y la experiencia diaria del ser humano con el propósito de transmitir, no muchas verdades, sino una sola verdad fundamental. En las parábolas de Cristo esta verdad se centra principalmente en el inicio, actividad, y extensión del reino de Dios.
¿Qué es una alegoría?
Al igual que en el caso de la parábola, la alegoría era una figura del lenguaje que se usaba en los tiempos de Cristo y aún mucho antes, véase p. ej.: algunas alegorías en el Antiguo Testamento como Jueces 9:8-15; 2Reyes 14:9, 10. Así mismo en las culturas orientales era muy significativo el uso de las alegorías. La palabra griega que aparece en el Nuevo Testamento para traducir alegoría es paroimian no obstante, posee varios usos, tal como lo explica A. T. Robertson:
"Vieja palabra para denotar proverbio de para (al lado) y oímos, camino, un dicho al lado del camino o de camino. Como proverbio en el N.T. en 2ª P. 2:22 (cita Pr. 26:11), como dicho simbólico o figurativo en Jn 16:25, 29, como alegoría en Jn. 10:6. No aparece en ningún otro pasaje del N. T."[5]
Para que nuestros lectores no caigan en confusión, lo que Robertson trata de explicar es que el uso del término gr. paroimian en el Nuevo Testamento significa tanto alegoría como proverbio o también un dicho simbólico o figurado, por lo cual, eso no quiere decir que la alegoría, lingüísticamente hablando, sea lo mismo que un proverbio o cualquier expresión figurada. Lo que tratamos de observar aquí es nada más y nada menos que el uso de la palabra dentro del Nuevo Testamento. Por otro lado el término alegoría, tal y como aparece escrito en castellano según el doctor Terry tiene la siguiente connotación:
"...del griego allos, "otro" y agoreno, "hablar" o "proclamar"; esto es, decir otra cosa de la que se expresa o, por así decirlo, que se expresa otro sentido que el contenido en las palabras empleadas."[6]
Ahora podemos definir la alegoría, como un relato ficticio que representa una realidad concreta, y que a su vez se mantiene oculta. Esa realidad está "vestida" con adornos de lenguaje figurado, (p. ej. cuando los árboles y otros objetos inanimados hablan y expresan sentimientos) para dar belleza a la expresión sin perder la relación de semejanza entre lo uno y lo otro. (es decir, entre lo ficticio y la realidad que se desea expresar).
Las parábolas eran figuras del lenguaje muy usadas en los tiempos de Cristo. Los grandes maestros rabínicos de su época, de la talla de Hillel y Shammai las usaron en sus enseñanzas, también las encontramos en la literatura judía como el Talmúd y otros libros sapienciales. Ahora bien, eso no significa necesariamente que nuestro Señor Jesucristo copió los dichos de otros maestros, claro que no, las parábolas de Cristo eran netamente originales. Lo que nuestro Señor hizo fue adaptar esa figura de lenguaje muy usada en su tiempo a las elevadas enseñanzas del reino de Dios, lo cual sí se constituiría una novedad en su época. Así lo explica el gran teólogo escocés Alexander B. Bruce haciendo una interesante y muy atinada comparación:
"Eran verdades eternas del reino divino que hasta los días de Jesús no habían sido anunciadas. Las cosas terrenales siempre han sido aptas para simbolizar las cosas celestiales, pero hasta que apareció el gran Maestro, nadie jamás había pensado usarlas para revelar a personas corrientes lo profundo de Dios.
Del mismo modo, nadie antes de Isaac Newton había pensado en relacionar la caída de una manzana con la rotación de los cuerpos celestes, aunque desde la creación del mundo las manzanas habían caído al suelo."[2]
Ahora vamos a definir una parábola primeramente desde su etimología: Este término proviene de dos vocablos griegos para = al lado de; y el vb. baló = arrojar; es decir arrojar una cosa junto a otra con el propósito de compararlas. Estas comparaciones no son símiles propiamente dichos, sin negar que haya símiles en el contenido de las parábolas, pero como dice el Doctor Terry en su libro de hermenéutica acerca de una parábola:
"Es, esencialmente, una comparación o símil y, sin embargo, todos los símiles no son parábolas. El símil puede apropiarse una comparación de cualquier género o clase de objetos, ora reales o imaginarios. La parábola está limitada en su radio y reducida a las cosas reales. Sus imágenes siempre incorporan una narración que responde con verdad a los hechos y experiencias de la vida humana."[3]
En un artículo publicado en internet, el autor Joselito Orellana Mora (Ph.D.), hace una definición que a mi juicio es equivocada sobre lo que es una parábola, dice: "Es una narración alegórica que usa símbolos terrenales y conocidos para ilustrar verdades celestiales y eternas..."[4]
Esta definición más bien pareciera que hace alusión a una alegoría y no a una parábola, porque la narración parabólica no es alegórica sino real y no usa símbolos sino eventos de la vida cotidiana, estos a su vez reflejan no muchas sino una solo verdad o enseñanza.
En virtud de esta explicación, definimos a una parábola como un relato tomado de la vida y la experiencia diaria del ser humano con el propósito de transmitir, no muchas verdades, sino una sola verdad fundamental. En las parábolas de Cristo esta verdad se centra principalmente en el inicio, actividad, y extensión del reino de Dios.
¿Qué es una alegoría?Al igual que en el caso de la parábola, la alegoría era una figura del lenguaje que se usaba en los tiempos de Cristo y aún mucho antes, véase p. ej.: algunas alegorías en el Antiguo Testamento como Jueces 9:8-15; 2Reyes 14:9, 10. Así mismo en las culturas orientales era muy significativo el uso de las alegorías. La palabra griega que aparece en el Nuevo Testamento para traducir alegoría es paroimian no obstante, posee varios usos, tal como lo explica A. T. Robertson:
"Vieja palabra para denotar proverbio de para (al lado) y oímos, camino, un dicho al lado del camino o de camino. Como proverbio en el N.T. en 2ª P. 2:22 (cita Pr. 26:11), como dicho simbólico o figurativo en Jn 16:25, 29, como alegoría en Jn. 10:6. No aparece en ningún otro pasaje del N. T."[5]
Para que nuestros lectores no caigan en confusión, lo que Robertson trata de explicar es que el uso del término gr. paroimian en el Nuevo Testamento significa tanto alegoría como proverbio o también un dicho simbólico o figurado, por lo cual, eso no quiere decir que la alegoría, lingüísticamente hablando, sea lo mismo que un proverbio o cualquier expresión figurada. Lo que tratamos de observar aquí es nada más y nada menos que el uso de la palabra dentro del Nuevo Testamento. Por otro lado el término alegoría, tal y como aparece escrito en castellano según el doctor Terry tiene la siguiente connotación:
"...del griego allos, "otro" y agoreno, "hablar" o "proclamar"; esto es, decir otra cosa de la que se expresa o, por así decirlo, que se expresa otro sentido que el contenido en las palabras empleadas."[6]
Ahora podemos definir la alegoría, como un relato ficticio que representa una realidad concreta, y que a su vez se mantiene oculta. Esa realidad está "vestida" con adornos de lenguaje figurado, (p. ej. cuando los árboles y otros objetos inanimados hablan y expresan sentimientos) para dar belleza a la expresión sin perder la relación de semejanza entre lo uno y lo otro. (es decir, entre lo ficticio y la realidad que se desea expresar).