Ese día Jesús salió de casa y fue a sentarse a orillas del lago.
Pero la gente vino a él en tal cantidad, que subió a una barca y se sentó en ella, mientras toda la gente se quedó en la orilla.
Jesús les habló de muchas cosas, usando comparaciones o parábolas. Les decía: «El sembrador salió a sembrar.
4 Y mientras sembraba, unos granos cayeron a lo largo del camino: vinieron las aves y se los comieron.
Otros cayeron en terreno pedregoso, con muy poca tierra, y brotaron en seguida, pues no había profundidad.
Pero apenas salió el sol, los quemó y, por falta de raíces, se secaron.
Otros cayeron en medio de cardos: éstos crecieron y los ahogaron.
Otros granos, finalmente, cayeron en buena tierra y produjeron cosecha, unos el ciento, otros el sesenta y otros el treinta por uno.
El que tenga oídos, que escuche.»
10 Los discípulos se acercaron y preguntaron a Jesús: «¿Por qué les hablas en parábolas?»
Jesús les respondió: «A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos, no.
Porque al que tiene se le dará más y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene.
Por eso les hablo en parábolas, porque miran, y no ven; oyen, pero no escuchan ni entienden.
En ellos se verifica la profecía de Isaías: Por más que oigan no entenderán, y por más que miren no verán.
Este es un pueblo de conciencia endurecida. Sus oídos no saben escuchar, sus ojos están cerrados. No quieren ver con sus ojos, ni oír con sus oídos y comprender con su corazón... Pero con eso habría conversión y yo los sanaría.
¡Dichosos los ojos de ustedes, que ven!; ¡dichosos los oídos de ustedes, que oyen!
Yo se lo digo: muchos profetas y muchas personas santas ansiaron ver lo que ustedes están viendo, y no lo vieron; desearon oír lo que ustedes están oyendo, y no lo oyeron.
Escuchen ahora la parábola del sembrador:
Cuando uno oye la palabra del Reino y no la interioriza, viene el Maligno y le arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Ahí tienen lo que cayó a lo largo del camino.
La semilla que cayó en terreno pedregoso, es aquel que oye la Palabra y en seguida la recibe con alegría.
En él, sin embargo, no hay raíces, y no dura más que una temporada. Apenas sobreviene alguna contrariedad o persecución por causa de la Palabra, inmediatamente se viene abajo.
La semilla que cayó entre cardos, es aquel que oye la Palabra, pero luego las preocupaciones de esta vida y los encantos de las riquezas ahogan esta palabra, y al final no produce fruto.
La semilla que cayó en tierra buena, es aquel que oye la Palabra y la comprende. Este ciertamente dará fruto y producirá cien, sesenta o treinta veces más.»
Ese día Jesús salió de casa y fue a sentarse a orillas del lago.
Pero la gente vino a él en tal cantidad, que subió a una barca y se sentó en ella, mientras toda la gente se quedó en la orilla.
Jesús les habló de muchas cosas, usando comparaciones o parábolas. Les decía: «El sembrador salió a sembrar.
4 Y mientras sembraba, unos granos cayeron a lo largo del camino: vinieron las aves y se los comieron.
Otros cayeron en terreno pedregoso, con muy poca tierra, y brotaron en seguida, pues no había profundidad.
Pero apenas salió el sol, los quemó y, por falta de raíces, se secaron.
Otros cayeron en medio de cardos: éstos crecieron y los ahogaron.
Otros granos, finalmente, cayeron en buena tierra y produjeron cosecha, unos el ciento, otros el sesenta y otros el treinta por uno.
El que tenga oídos, que escuche.»
10 Los discípulos se acercaron y preguntaron a Jesús: «¿Por qué les hablas en parábolas?»
Jesús les respondió: «A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos, no.
Porque al que tiene se le dará más y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene.
Por eso les hablo en parábolas, porque miran, y no ven; oyen, pero no escuchan ni entienden.
En ellos se verifica la profecía de Isaías: Por más que oigan no entenderán, y por más que miren no verán.
Este es un pueblo de conciencia endurecida. Sus oídos no saben escuchar, sus ojos están cerrados. No quieren ver con sus ojos, ni oír con sus oídos y comprender con su corazón... Pero con eso habría conversión y yo los sanaría.
¡Dichosos los ojos de ustedes, que ven!; ¡dichosos los oídos de ustedes, que oyen!
Yo se lo digo: muchos profetas y muchas personas santas ansiaron ver lo que ustedes están viendo, y no lo vieron; desearon oír lo que ustedes están oyendo, y no lo oyeron.
Escuchen ahora la parábola del sembrador:
Cuando uno oye la palabra del Reino y no la interioriza, viene el Maligno y le arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Ahí tienen lo que cayó a lo largo del camino.
La semilla que cayó en terreno pedregoso, es aquel que oye la Palabra y en seguida la recibe con alegría.
En él, sin embargo, no hay raíces, y no dura más que una temporada. Apenas sobreviene alguna contrariedad o persecución por causa de la Palabra, inmediatamente se viene abajo.
La semilla que cayó entre cardos, es aquel que oye la Palabra, pero luego las preocupaciones de esta vida y los encantos de las riquezas ahogan esta palabra, y al final no produce fruto.
La semilla que cayó en tierra buena, es aquel que oye la Palabra y la comprende. Este ciertamente dará fruto y producirá cien, sesenta o treinta veces más.»