"Entonces David se levantó de la tierra... y entró en la casa del Señor, y adoró". 2 Samuel 12:20a
Todos aquellos que practicamos la oración hemos sentido, alguna vez, desilusión al no recibir la respuesta. Nuestra reacción en esos momentos es de gran importancia pues podemos rebelarnos en contra de Dios o, con gran humildad, acercarnos más a Él.
Un hombre se enojó mucho cuando oró y Dios no le contestó. Estaba rindiendo un examen de contabilidad, para el cual no se había preparado, y pidió que el balance le saliera bien, lo cual no sucedió. Entonces en su ira dijo: "Señor Dios, nunca más me verás pidiéndote algo". ¡Qué distinta la actitud del rey David.!
Él estaba orando por su hijo recién nacido, a pesar que el profeta Natán le había dicho que el pequeño no viviría. Siguió clamando a Dios por misericordia y perdón, pues reconocía que había pecado. Aunque David ayunó e intercedió por días, la respuesta fue "no" y el niño murió. La reacción de David fue levantarse, vestirse, e ir al templo a adorar a Dios.
¡Qué contraste en ambas formas de proceder!. El primero vivió sin fe y sin esperanza, mientras que David fortificó sus lazos de comunión con Dios, teniendo después la dicha de ver nacer a Salomón quien fue su sucesor.
Cuando Dios no nos da lo que pedimos, el mejor camino es la sumisión a Su voluntad. Es rendirse con fe al Señor y entonces Él nos da paz y gozo porque comprobamos que Sus respuestas son más sabias que nuestras oraciones.
ORACION CON SUMISION
"Entonces David se levantó de la tierra... y entró en la casa del Señor, y adoró".
2 Samuel 12:20a
Todos aquellos que practicamos la oración hemos sentido, alguna vez, desilusión al no recibir la respuesta. Nuestra reacción en esos momentos es de gran importancia pues podemos rebelarnos en contra de Dios o, con gran humildad, acercarnos más a Él.
Un hombre se enojó mucho cuando oró y Dios no le contestó. Estaba rindiendo un examen de contabilidad, para el cual no se había preparado, y pidió que el balance le saliera bien, lo cual no sucedió. Entonces en su ira dijo: "Señor Dios, nunca más me verás pidiéndote algo". ¡Qué distinta la actitud del rey David.!
Él estaba orando por su hijo recién nacido, a pesar que el profeta Natán le había dicho que el pequeño no viviría. Siguió clamando a Dios por misericordia y perdón, pues reconocía que había pecado. Aunque David ayunó e intercedió por días, la respuesta fue "no" y el niño murió. La reacción de David fue levantarse, vestirse, e ir al templo a adorar a Dios.
¡Qué contraste en ambas formas de proceder!. El primero vivió sin fe y sin esperanza, mientras que David fortificó sus lazos de comunión con Dios, teniendo después la dicha de ver nacer a Salomón quien fue su sucesor.
Cuando Dios no nos da lo que pedimos, el mejor camino es la sumisión a Su voluntad. Es rendirse con fe al Señor y entonces Él nos da paz y gozo porque comprobamos que Sus respuestas son más sabias que nuestras oraciones.
Que Dios os bendiga.