cristian307
Autor: Irene HernándezEdades: A partir de 4 añosValores: honradez, honestidadPablo y Fer eran dos hermanos gemelos idénticos. La gente los confundía, porque lo único que les diferenciaba era una mancha que Fer tenía en la mano.
Pero, aunque Pablo y Fer eran iguales físicamente, tenían personalidades distintas. Pablo era un niño muy bueno y Fer era bastante cafre.
-¿Quién se ha comido la tarta? -preguntó un día la madre de Fer y Pablo.
-¡Ha sido Pablo! -dijo Fer, culpando a su hermano.
Y, como siempre, Fer se aprovechaba de que los dos eran iguales para conseguir que Pablo se llevara el castigo sin merecerlo.
Un fin de semana que fueron de acampada con el colegio, Fer hizo muchas trastadas.
-Voy a esconder por el campo las mochilas de todos los niños. ¡Me voy a reír un montón cuando despierten y se den cuenta! -pensaba Fer mientras hacía una de las suyas.
A la mañana siguiente, los niños no podían creerlo:
-¿Dónde están nuestras mochilas? -se preguntaban.
La profesora se enfadó y avisó de que el responsable se iba a llevar un gran castigo, pero Fer volvió a echar las culpas a su hermano:
-¡Oh, Oh! Puede ser que mi hermano Pablo las haya escondido, porque resulta que es sonámbulo y se levanta por las noches a hacer cosas como esta -explicó Fer.
-Sí, seguro, porque me pareció verlo salir de la tienda -comentó otro niño.
Fer se salió con la suya y todos creyeron que había sido su hermano, pero Pablo estaba tan harto que pensó en un plan. Esperó a que Fer hiciera alguna de las suyas y se escondió en unos matorrales con una cámara de vídeo para grabarlo.
Fer gastó otra broma sin gracia a todos y se dedicó a colgar las zapatillas de los niños en los árboles.
-¡Mirad dónde están nuestras zapatillas! ¡Seguro que ha sido Pablo otra vez! -dijeron todos muy enfadados por la mañana.
-¡Sí, sí! Yo lo vi por la noche fuera de la tienda! -dijo otro niño
-¡No he sido yo! ¡Lo prometo! ¡Mi hermano siempre me culpa a mí, pero tengo la prueba que os demostrará que soy inocente! -dijo Pablo.
Y así fue. Pablo mostró el vídeo a todos y pudieron ver la mancha de la mano de Fer. Fer se avergonzó muchísimo y, por primera vez, se dio cuenta de lo gamberro e injusto que era.
Todos se enfadaron un montón y lo pasó tan mal que aprendió la lección. Desde entonces, nunca más se aprovechó de que él y su hermano eran iguales para hacer esas cosas tan malas y librarse del castigo.
Pero, aunque Pablo y Fer eran iguales físicamente, tenían personalidades distintas. Pablo era un niño muy bueno y Fer era bastante cafre.
-¿Quién se ha comido la tarta? -preguntó un día la madre de Fer y Pablo.
-¡Ha sido Pablo! -dijo Fer, culpando a su hermano.
Y, como siempre, Fer se aprovechaba de que los dos eran iguales para conseguir que Pablo se llevara el castigo sin merecerlo.
Un fin de semana que fueron de acampada con el colegio, Fer hizo muchas trastadas.
-Voy a esconder por el campo las mochilas de todos los niños. ¡Me voy a reír un montón cuando despierten y se den cuenta! -pensaba Fer mientras hacía una de las suyas.
A la mañana siguiente, los niños no podían creerlo:
-¿Dónde están nuestras mochilas? -se preguntaban.
La profesora se enfadó y avisó de que el responsable se iba a llevar un gran castigo, pero Fer volvió a echar las culpas a su hermano:
-¡Oh, Oh! Puede ser que mi hermano Pablo las haya escondido, porque resulta que es sonámbulo y se levanta por las noches a hacer cosas como esta -explicó Fer.
-Sí, seguro, porque me pareció verlo salir de la tienda -comentó otro niño.
Fer se salió con la suya y todos creyeron que había sido su hermano, pero Pablo estaba tan harto que pensó en un plan. Esperó a que Fer hiciera alguna de las suyas y se escondió en unos matorrales con una cámara de vídeo para grabarlo.
Fer gastó otra broma sin gracia a todos y se dedicó a colgar las zapatillas de los niños en los árboles.
-¡Mirad dónde están nuestras zapatillas! ¡Seguro que ha sido Pablo otra vez! -dijeron todos muy enfadados por la mañana.
-¡Sí, sí! Yo lo vi por la noche fuera de la tienda! -dijo otro niño
-¡No he sido yo! ¡Lo prometo! ¡Mi hermano siempre me culpa a mí, pero tengo la prueba que os demostrará que soy inocente! -dijo Pablo.
Y así fue. Pablo mostró el vídeo a todos y pudieron ver la mancha de la mano de Fer. Fer se avergonzó muchísimo y, por primera vez, se dio cuenta de lo gamberro e injusto que era.
Todos se enfadaron un montón y lo pasó tan mal que aprendió la lección. Desde entonces, nunca más se aprovechó de que él y su hermano eran iguales para hacer esas cosas tan malas y librarse del castigo.