El cóndor tercio bien su poncho negro, arregló su bufanda blanca y, echándose al zorro sobre el lomo, emprendió el vuelo.
En el cielo se casaba un tuquito y todas las aves le hacían fiesta. Los huaychaos tocaban flautas; las gaviotas, las tinyas y los gallinazos barrían el piso... En fin, era un festejo de tono mayor.
Cuando llegó el zorro se quedó pasmado. Arriba todo era igual que en la tierra. Había árboles de todas clases, abismos, robles, quinuales, colinas, ríos. Nada faltaba.
A las bodas habían llegado todas las aves de la tierra. Allí estaba el lorito de la selva con su caperuza verde, el pichibilín colorado, las parihuanas, el guarda caballo. De ver tanto pajarito suelto, agüita se le hacía el hocico al zorro.
Como el zorro era el único animal de cuatro patas, llamó mucho la atención. Una gavilana le trajo chicha y el muy tuno se hizo dueño de la fiesta. Bailó en una pata y toco tambor.
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Al terminar la boda, todos volvieron a sus casas. En un perdido rincón, roncaba borracho el zorro. Su fiel amigo, el cóndor, lo sacudió fuertemente. El dormilón se despertó airado; dando grandes voces insultó al cóndor y volvió a rodar por el suelo, soplando como un bendito. El cóndor bajó solo.
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Con el frío del alba, despertó el zorro. "Ay, me han abandonado!", lloraba. Juntó hojas de maguey, tejió una soga muy larga, la amarró a un quishuar y comenzó a descender.
La soga bailaba en el aire que daba miedo. A dos manos y dos patas, el zorro bajaba. Parecía que no tenía cuando llegar. En eso, pasó por allí un gavilán. "Buenos días, atoj", saludó. "No vayas a picar la soga, maligno", gruño el zorro.
Bastó la indicación para que el gavilán sintiera grandes deseos de picar la cuerda. Subió alto, allí donde el zorro no alcanzaba a ver, y picó a su gusto.
El zorro bajaba a dos manos y a dos patas. Cantaba: "¡Ay qué rápido bajo!". Cuando, de pronto, divisó la tierra, que a prisa se le acercaba. Recién se dio cuenta de su desgracia. Gritaba con todas sus fuerzas: "¡Buena gente! ¡Tiendan toldos y pajas, que caigo!"
-¡Zorro!, esta vez has tenido suerte -dijo la gente-. ¡Huye y escóndete!
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El Zorro Y El Cóndor Se Fueron De Fiesta
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-¡Compadre, nos vamos de fiesta! -dijo el cóndor.
-Nos vamos -repuso el zorro.
El cóndor tercio bien su poncho negro, arregló su bufanda blanca y, echándose al zorro sobre el lomo, emprendió el vuelo.
En el cielo se casaba un tuquito y todas las aves le hacían fiesta. Los huaychaos tocaban flautas; las gaviotas, las tinyas y los gallinazos barrían el piso... En fin, era un festejo de tono mayor.
Cuando llegó el zorro se quedó pasmado. Arriba todo era igual que en la tierra. Había árboles de todas clases, abismos, robles, quinuales, colinas, ríos. Nada faltaba.
A las bodas habían llegado todas las aves de la tierra. Allí estaba el lorito de la selva con su caperuza verde, el pichibilín colorado, las parihuanas, el guarda caballo. De ver tanto pajarito suelto, agüita se le hacía el hocico al zorro.
Como el zorro era el único animal de cuatro patas, llamó mucho la atención. Una gavilana le trajo chicha y el muy tuno se hizo dueño de la fiesta. Bailó en una pata y toco tambor.
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Al terminar la boda, todos volvieron a sus casas. En un perdido rincón, roncaba borracho el zorro. Su fiel amigo, el cóndor, lo sacudió fuertemente. El dormilón se despertó airado; dando grandes voces insultó al cóndor y volvió a rodar por el suelo, soplando como un bendito. El cóndor bajó solo.
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Con el frío del alba, despertó el zorro. "Ay, me han abandonado!", lloraba. Juntó hojas de maguey, tejió una soga muy larga, la amarró a un quishuar y comenzó a descender.
La soga bailaba en el aire que daba miedo. A dos manos y dos patas, el zorro bajaba. Parecía que no tenía cuando llegar. En eso, pasó por allí un gavilán. "Buenos días, atoj", saludó. "No vayas a picar la soga, maligno", gruño el zorro.
Bastó la indicación para que el gavilán sintiera grandes deseos de picar la cuerda. Subió alto, allí donde el zorro no alcanzaba a ver, y picó a su gusto.
El zorro bajaba a dos manos y a dos patas. Cantaba: "¡Ay qué rápido bajo!". Cuando, de pronto, divisó la tierra, que a prisa se le acercaba. Recién se dio cuenta de su desgracia. Gritaba con todas sus fuerzas: "¡Buena gente! ¡Tiendan toldos y pajas, que caigo!"
-¡Zorro!, esta vez has tenido suerte -dijo la gente-. ¡Huye y escóndete!
A. JIMENEZ BORJA
(Peruano)
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Espero que te sirva :)
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