En respuesta a la nota El Principito 2015 Miguel Ángel Muñoz envía este texto de opinión, aportando otro punto de vista de la magnifica obra de Saint-Exupéry.
Por: Miguel Angel Muñoz*
Entiendo a El Principito no como una crítica a adultos arcaicos que se olvidaron de ser niños, sino una crítica a esta sociedad desaforada que ha robado nuestras vidas, nuestros sentimientos. «Lo esencial es invisible a los ojos» nos enseña uno de sus pasajes.
Vi la película El Principito dirigida por Mark Osborne, y aunque no niego que tuve una cierta sensación de haber visto una endeble animación sobre una gran historia, preferí ir corriendo a buscar la magna obra de Antoine de Saint-Exupéry antes de zanjar conjetura o crítica alguna.
Porque la fraternidad, la solidaridad, la amistad, no son ni deben ser valores exclusivos para lo que hoy llamamos lo «infantil». Porque esa idealización de la niñez, muy bella de por sí, puede traer consigo, sin quererlo, la negación de que esto existe en todos los seres humanos. Y como esto, también existe el egoísmo, la vanidad, la arrogancia, la irracionalidad. Antivalores que le achacamos únicamente al mundo adulto, quizá por ser este el más consciente de la realidad que nos ofrece nuestra sociedad.
Respuesta:
En respuesta a la nota El Principito 2015 Miguel Ángel Muñoz envía este texto de opinión, aportando otro punto de vista de la magnifica obra de Saint-Exupéry.
Por: Miguel Angel Muñoz*
Entiendo a El Principito no como una crítica a adultos arcaicos que se olvidaron de ser niños, sino una crítica a esta sociedad desaforada que ha robado nuestras vidas, nuestros sentimientos. «Lo esencial es invisible a los ojos» nos enseña uno de sus pasajes.
Vi la película El Principito dirigida por Mark Osborne, y aunque no niego que tuve una cierta sensación de haber visto una endeble animación sobre una gran historia, preferí ir corriendo a buscar la magna obra de Antoine de Saint-Exupéry antes de zanjar conjetura o crítica alguna.
Porque la fraternidad, la solidaridad, la amistad, no son ni deben ser valores exclusivos para lo que hoy llamamos lo «infantil». Porque esa idealización de la niñez, muy bella de por sí, puede traer consigo, sin quererlo, la negación de que esto existe en todos los seres humanos. Y como esto, también existe el egoísmo, la vanidad, la arrogancia, la irracionalidad. Antivalores que le achacamos únicamente al mundo adulto, quizá por ser este el más consciente de la realidad que nos ofrece nuestra sociedad.
Explicación: