1lo que hoy está patente como crisis de la formación cultural ni es mero objeto de la disciplinapedagógica, que tendría que ocuparse directamente de ello, ni puede superarse con unasociología de yuxtaposiciones -precisamente de la de la formación misma-. los síntomas decolapso de la formación cultural que se advierten por todas partes, aun en el estrato de laspersonas cultas, no se agotan con las insuficiencias del sistema educativo y de los métodos deeducación criticadas desde hace generaciones; las reformas pedagógicas aisladas, porindispensables que sean, no nos valen, y al aflojar las reclamaciones espirituales dirigidas a losque han de ser educados, así como por una cándida despreocupación frente al poderío de larealidad extrapedagógica sobre éstos, podrían más bien, en ocasiones, reforzar la crisis.igualmente se quedan cortas ante el ímpetu de lo que está ocurriendo las reflexiones einvestigaciones aisladas sobre los factores sociales que influyen en la formación cultural y laperjudican, sobre su función ;actual y sobre los innumerables aspectos de sus relaciones con lasociedad: pues para ellas la categoría misma de formación está ya dada de antemano, lomismo que los momentos parciales, inmanentes al sistema, actuantes en cada caso en elinterior de la totalidad social: se mueven en el espacio de complejos que son los que primerohabría que penetrar. sería preciso derivar a su vez, a partir del movimiento social y hasta delconcepto mismo de formación cultural, lo que se sedimenta -ahora, y en modo algunomeramente en alemania- como una especie de espíritu objetivo negativo a partir de ésta, quese ha convertido en una seudoformación socializada, en la ubicuidad del espíritu enajenado,que, según su génesis y su sentido, no precede a la formación cultural, sino que la sigue. deeste modo, todo queda apresado en las mallas de la socialización y nada es ya naturaleza a laque no se haya dado forma; pero su tosquedad -la vieja ficción- consigue salvarse la vidatenazmente y se reproduce ampliada: cifra de una conciencia que ha renunciado a laautodeterminación, se prende inalienablemente a elementos culturales aprobados, si bienéstos gravitan bajo su maleficio, como algo descompuesto, hacia la barbarie. todo ello no esexplicable, ante todo, a partir de lo que ha acontecido últimamente ni, por cierto, con laexpresión tópica de sociedad de masas, que en ningún caso explica nada, sino que señalasimplemente un punto ciego al que debería aplicarse el trabajo del conocimiento. incluso el quela seudoformación haya pasado a ser la forma dominante de la conciencia actual, pese a todala ilustración y a toda la información que se difunde -y con su ayuda-, exige una teoría quetome todo más ampliamente.para esta última, la idea de cultura no puede ser sacrosanta -a usanza de la mismaseudoformación-, pues la formación no es otra cosa que la cultura por el lado de suapropiación subjetiva. pero la cultura tiene un doble carácter: remite a la sociedad y mediaentre ésta y la seudoformación. en el uso lingüístico alemán se entiende únicamente porcultura, en una oposición cada vez más abrupta con respecto a praxis, la cultura del espíritu: yaquí se refleja que no se ha conseguido la emancipación completa de la burguesía o que sólose logró hasta cierto instante, pues ya no puede seguirse equiparando la sociedad burguesa ala humanidad. el naufragio de los movimientos revolucionarios que habían querido realizar enlos países occidentales el concepto de cultura como libertad, ha hecho algo así como que seretrotraigan a sí mismas las ideas de tales movimientos, y no solamente ha oscurecido laconexión entre ellas y su realización, sino que las ha guarnecido con un tabú; por fin, en ellenguaje de la filosofía lixiviada la cultura se ha convertido, satisfecha de sí misma, en un«valor». es verdad que hemos de agradecer su autarquía a la gran metafísica especulativa y ala gran música, que se unió a ella hasta lo más íntimo en su crecimiento; pero en semejanteespiritualización de la cultura está ya, al mismo tiempo, virtualmente confirmada su impotencia
TeorÍa de la seudocultura
1lo que hoy está patente como crisis de la formación cultural ni es mero objeto de la disciplinapedagógica, que tendría que ocuparse directamente de ello, ni puede superarse con unasociología de yuxtaposiciones -precisamente de la de la formación misma-. los síntomas decolapso de la formación cultural que se advierten por todas partes, aun en el estrato de laspersonas cultas, no se agotan con las insuficiencias del sistema educativo y de los métodos deeducación criticadas desde hace generaciones; las reformas pedagógicas aisladas, porindispensables que sean, no nos valen, y al aflojar las reclamaciones espirituales dirigidas a losque han de ser educados, así como por una cándida despreocupación frente al poderío de larealidad extrapedagógica sobre éstos, podrían más bien, en ocasiones, reforzar la crisis.igualmente se quedan cortas ante el ímpetu de lo que está ocurriendo las reflexiones einvestigaciones aisladas sobre los factores sociales que influyen en la formación cultural y laperjudican, sobre su función ;actual y sobre los innumerables aspectos de sus relaciones con lasociedad: pues para ellas la categoría misma de formación está ya dada de antemano, lomismo que los momentos parciales, inmanentes al sistema, actuantes en cada caso en elinterior de la totalidad social: se mueven en el espacio de complejos que son los que primerohabría que penetrar. sería preciso derivar a su vez, a partir del movimiento social y hasta delconcepto mismo de formación cultural, lo que se sedimenta -ahora, y en modo algunomeramente en alemania- como una especie de espíritu objetivo negativo a partir de ésta, quese ha convertido en una seudoformación socializada, en la ubicuidad del espíritu enajenado,que, según su génesis y su sentido, no precede a la formación cultural, sino que la sigue. deeste modo, todo queda apresado en las mallas de la socialización y nada es ya naturaleza a laque no se haya dado forma; pero su tosquedad -la vieja ficción- consigue salvarse la vidatenazmente y se reproduce ampliada: cifra de una conciencia que ha renunciado a laautodeterminación, se prende inalienablemente a elementos culturales aprobados, si bienéstos gravitan bajo su maleficio, como algo descompuesto, hacia la barbarie. todo ello no esexplicable, ante todo, a partir de lo que ha acontecido últimamente ni, por cierto, con laexpresión tópica de sociedad de masas, que en ningún caso explica nada, sino que señalasimplemente un punto ciego al que debería aplicarse el trabajo del conocimiento. incluso el quela seudoformación haya pasado a ser la forma dominante de la conciencia actual, pese a todala ilustración y a toda la información que se difunde -y con su ayuda-, exige una teoría quetome todo más ampliamente.para esta última, la idea de cultura no puede ser sacrosanta -a usanza de la mismaseudoformación-, pues la formación no es otra cosa que la cultura por el lado de suapropiación subjetiva. pero la cultura tiene un doble carácter: remite a la sociedad y mediaentre ésta y la seudoformación. en el uso lingüístico alemán se entiende únicamente porcultura, en una oposición cada vez más abrupta con respecto a praxis, la cultura del espíritu: yaquí se refleja que no se ha conseguido la emancipación completa de la burguesía o que sólose logró hasta cierto instante, pues ya no puede seguirse equiparando la sociedad burguesa ala humanidad. el naufragio de los movimientos revolucionarios que habían querido realizar enlos países occidentales el concepto de cultura como libertad, ha hecho algo así como que seretrotraigan a sí mismas las ideas de tales movimientos, y no solamente ha oscurecido laconexión entre ellas y su realización, sino que las ha guarnecido con un tabú; por fin, en ellenguaje de la filosofía lixiviada la cultura se ha convertido, satisfecha de sí misma, en un«valor». es verdad que hemos de agradecer su autarquía a la gran metafísica especulativa y ala gran música, que se unió a ella hasta lo más íntimo en su crecimiento; pero en semejanteespiritualización de la cultura está ya, al mismo tiempo, virtualmente confirmada su impotencia