r de uno”. A partir de esa afirmación se puede deducir que a Pedro Obaya lo que más le inquietaba era el hecho de ser héroe y no tanto así los objetivos de los indígenas sublevados, que queda en segundo plano; además, un héroe de una contienda en su percepción debe ser a consecuencia de un acto premeditado y no así de una mera circunstancia.
El complot consistía en entregar una carta firmada por Diego Oblitas a Segurola, para que éste salga con sus séquitos de la ciudad cercada. Al respecto en la mencionada misiva se expresa, entre otras, lo que sigue: “V. Señoría salga sin recelo alguno para que de este modo demos combate de ambos lados (…)”. Segurola se da cuenta, para la desgracia de los indígenas, de la treta por el nombre del remitente, quien era un español fallecido. En represalia son apresados Zúñiga y Obaya. El hecho de haber utilizado a un muerto para lo que buscaban Katari y Obaya, hace suponer que ellos no tenían una información precisa de sus enemigos, ni contaban con una inteligencia eficiente.
Obaya estando preso sufre todas las maleficencias de los españoles. Con su salud quebrantada todavía cree que algún día sus congéneres triunfarían en sus reivindicaciones. Cuando ya estaba apunto de morir, Segurola ordena su ahorcamiento aduciendo: “No permitiremos que muera en su celda. No deberá morir en la impunidad, señor Auditor. Que no queden sin castigo sus atrocísimos crímenes. Mañana le ahorcaréis (…). Está es mi sentencia para el Rey Chiquito”. La orden no sólo estipulaba el colgamiento, sino también el de distribuir las partes de su cuerpo en los extramuros de la ciudad para que sirva de escarmiento a los indígenas sublevados.
En conclusión, el adolescente Pedro Obaya en vez de contribuir, como deseaba, hizo quedar en ridículo a Katari en cuestiones del “Arte de la Guerra”, porque gracias a su ocurrencia planificaron, en base a una persona fallecida, un complot para coger a Segurola. Obaya quizá por ese hecho, más que por razones investigativas, no sea tomado en cuenta en los libros de historia como un héroe más del cerco de 1781, que es reclamado por el autor de la novela.
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r de uno”. A partir de esa afirmación se puede deducir que a Pedro Obaya lo que más le inquietaba era el hecho de ser héroe y no tanto así los objetivos de los indígenas sublevados, que queda en segundo plano; además, un héroe de una contienda en su percepción debe ser a consecuencia de un acto premeditado y no así de una mera circunstancia.
El complot consistía en entregar una carta firmada por Diego Oblitas a Segurola, para que éste salga con sus séquitos de la ciudad cercada. Al respecto en la mencionada misiva se expresa, entre otras, lo que sigue: “V. Señoría salga sin recelo alguno para que de este modo demos combate de ambos lados (…)”. Segurola se da cuenta, para la desgracia de los indígenas, de la treta por el nombre del remitente, quien era un español fallecido. En represalia son apresados Zúñiga y Obaya. El hecho de haber utilizado a un muerto para lo que buscaban Katari y Obaya, hace suponer que ellos no tenían una información precisa de sus enemigos, ni contaban con una inteligencia eficiente.
Obaya estando preso sufre todas las maleficencias de los españoles. Con su salud quebrantada todavía cree que algún día sus congéneres triunfarían en sus reivindicaciones. Cuando ya estaba apunto de morir, Segurola ordena su ahorcamiento aduciendo: “No permitiremos que muera en su celda. No deberá morir en la impunidad, señor Auditor. Que no queden sin castigo sus atrocísimos crímenes. Mañana le ahorcaréis (…). Está es mi sentencia para el Rey Chiquito”. La orden no sólo estipulaba el colgamiento, sino también el de distribuir las partes de su cuerpo en los extramuros de la ciudad para que sirva de escarmiento a los indígenas sublevados.
En conclusión, el adolescente Pedro Obaya en vez de contribuir, como deseaba, hizo quedar en ridículo a Katari en cuestiones del “Arte de la Guerra”, porque gracias a su ocurrencia planificaron, en base a una persona fallecida, un complot para coger a Segurola. Obaya quizá por ese hecho, más que por razones investigativas, no sea tomado en cuenta en los libros de historia como un héroe más del cerco de 1781, que es reclamado por el autor de la novela.