nicocordova
Ya no soy más el hijo de mis padres, sobrino de mis tías, nieto de mi abuela; el ciudadano que portaba la cédula número 1317284, que -en pie- cantaba un himno nacional y que firmó: David Ledesma sobre cartas y cheques y canciones. He muerto en mí para resucitarme. Un nuevo ser me viste. Ya no puedo decir que soy un hombre ni que vivo en tal parte, ni que amo, ni que soy. Ya no soy. Me transfiguro en una entera llama de Poesía que arde, crepita y ruge desde adentro. Puedo tener un rostro como un viento, un hueso como un río, una muerte como una canción. Mi ser no es esta costra. No soy yo. Ni es mi familia. Ni es mi pueblo. Ni es siquiera mi nombre. Es un espacio luminoso y puro. Un punto indefinido. Intangible. Inasible. Indescriptible. Una partícula de fuerza, de combate que me nutre con sus tremendas brasas. Ahora puedo morir, puedo vivir también, sobre mi cuerpo pueden caer piedras, puede, bajo mis plantas hundirse el suelo: y no caeré, ni sufriré dolor. La Llama me alimenta. Me sostiene. Estoy enteramente poseído de una fuerza que es magia y armonía. No busco las palabras hermosas, ni quiero los sentimientos nobles; no busco ni siquiera el tono melodioso de la voz, no busco nada, mi voz es parte de la Llama, es un instrumento al servicio de la Llama. Y este fuego letal, sagrado, inexplicable, me nutre y me posee. Y ardo nada más. Tocado estoy de Gracia y de Misterio.
el hijo de mis padres,
sobrino de mis tías,
nieto de mi abuela;
el ciudadano
que portaba la cédula
número 1317284,
que -en pie- cantaba un himno nacional
y que firmó: David Ledesma
sobre cartas
y cheques
y canciones.
He muerto en mí para resucitarme.
Un nuevo ser me viste.
Ya no puedo decir que soy un hombre
ni que vivo en tal parte,
ni que amo,
ni que soy. Ya no soy.
Me transfiguro
en una entera llama de Poesía
que arde,
crepita
y ruge
desde adentro.
Puedo tener un rostro como un viento,
un hueso como un río,
una muerte como una canción.
Mi ser no es esta costra.
No soy yo.
Ni es mi familia.
Ni es mi pueblo. Ni
es siquiera mi nombre.
Es un espacio luminoso y puro.
Un punto indefinido.
Intangible.
Inasible.
Indescriptible.
Una partícula
de fuerza,
de combate
que me nutre con sus tremendas brasas.
Ahora puedo morir,
puedo vivir también,
sobre mi cuerpo pueden caer piedras,
puede, bajo mis plantas hundirse el suelo:
y no caeré,
ni sufriré dolor.
La Llama me alimenta.
Me sostiene.
Estoy enteramente poseído
de una fuerza que es magia
y armonía.
No busco las palabras hermosas,
ni quiero los sentimientos nobles;
no busco ni siquiera el tono melodioso de la voz,
no busco nada,
mi voz es parte de la Llama,
es un instrumento al servicio de la Llama.
Y este fuego letal,
sagrado,
inexplicable,
me nutre y me posee.
Y ardo
nada más.
Tocado estoy de Gracia y de Misterio.