Ningún agente de disolución social tan activo como el feminismo, que otra vez más aparece en la historia marcando un contraste de la civilización.
El fenómeno es conocido, en efecto. Cada crisis disolvente de las que sufren los pueblos en determinadas épocas, para transformar sus conceptos y caracteres sociales, presenta en el feminismo la expresión más grave de su trastorno. Como se trata de revoluciones, la subversión inherente a tales movimientos parece materializarse en ese supremo absurdo de la mujer igualada al hombre, contra toda razón y todo interés natural, presentando al fin de cuentas, como consecuencia forzosa, los resultados constantes del unisexualismo: la esterilidad y la corrupción..
Ningún agente de disolución social tan activo como el feminismo, que otra vez más aparece en la historia marcando un contraste de la civilización.
El fenómeno es conocido, en efecto. Cada crisis disolvente de las que sufren los pueblos en determinadas épocas, para transformar sus conceptos y caracteres sociales, presenta en el feminismo la expresión más grave de su trastorno. Como se trata de revoluciones, la subversión inherente a tales movimientos parece materializarse en ese supremo absurdo de la mujer igualada al hombre, contra toda razón y todo interés natural, presentando al fin de cuentas, como consecuencia forzosa, los resultados constantes del unisexualismo: la esterilidad y la corrupción..