Un ensayo de la importancia de la democracia en el peru
cartonetas
Según el sociólogo francés Touraine[1], la democracia ha sido definida de dos formas: la primera refiere, que se trata de dar forma a la soberanía popular, la cual denominan que la democracia se define por su sustancia; la segunda, se trata de asegurar el debate político, la cual su denominación se rige por sus procedimientos. Ambos debates son de larga data y que en la mayoría de las veces sus seguidores han ido por caminos opuestos. Inclusive algunos autores han colocado esta contraposición de la siguiente forma: la democracia, ¿es gobierno del pueblo o gobierno de los políticos?[2] Cada una de ellas corresponde a las dos formas que acabamos de mencionar. Sin embargo, en muchos países donde han logrado consolidarse como democracias estables, en estas últimas décadas, han logrado un nivel de complementariedad. Esto además, ha ido acompañado porque han consolidado sus economías, la cual les ha dado buen “piso” para su fortalecimiento de las llamadas democracias liberales. Es decir, contar con un estado sólido, fuerte y con instituciones públicas equilibradas en el poder, partidos políticos que han logrado institucionalizar las demandas, intereses y necesidades de la población y con un ejercicio de ciudadanía tanto civil, política y social aceptables.
En el Perú, es muy conocido que aún no hemos consolidado nuestra economía, a pesar del crecimiento continuo en este último quinquenio, ello sigue dependiendo de una economía extractiva. Además nuestra democracia aún sigue siendo muy endeble, nuestro estado está muy lejos de ser fuerte y sólido, los poderes del estado no sólo están desiquilabradas sino también desprestigiadas, partidos políticos en crisis –por no decir sin partidos- que cada vez se abre más la brecha con la población y, con el ejercicio de una ciudadanía pasiva o utilizando términos de Sinesio López, una ciudadanía inconclusa. Puedo añadir, en algunos casos, que los sectores más excluidos, ni siquiera son considerados como ciudadanos.
La denominación gobierno del pueblo, en lo retórico es mucho más atractiva en el país, la cual muchos caudillos han aprovechado para distorsionar esta forma de la democracia, en cambio, el gobierno de los políticos, aparentemente es menos atractiva- sobre todo en esta coyuntura-, el descrédito hacia esta forma democrática no ha calado en la población, además que la política se desacredita cada vez más. Sin embargo, la democracia procedimental, es la que viene primando en nuestras realidades en estos últimos años. Se ha realizado elecciones presidenciales ininterrumpidamente desde 1980 hasta el 2006; 1980, Fernando Belaúnde Ferry; 1985, Alan García Pérez; en 1990, Alberto Fujimori -en segunda vuelta-; 1995, reelección de Fujimori; 2000, el escandaloso fraude y re-reelección de Fujimori; 2001, Alejandro Toledo –en segunda vuelta-; 2006, Alan García Pérez –segunda vuelta-. Además se han realizado las elecciones a gobiernos locales y provinciales, incluido en este último lustro las elecciones regionales; es decir, se ha venido asegurando el debate político. Diversos análisis sobre la democracia en el Perú y en Latinoamérica concuerdan sobre la crisis de representatividad política, pero eso no implica que debamos desdeñarla, sino más bien buscar salidas concretas. Para ello se debe ubicar esta aparente contradicción entre gobierno del pueblo con gobierno de los políticos e ir adecuando a nuestras realidades tan complejas y construir una cultura democrática según los procesos sociales y políticos de nuestro país. Y no sólo quedarse en planteamientos muy superficiales como lo es la democracia directa.
Se debe buscar fortalecer nuestras instituciones democráticas, la reforma del estado debe ser tomado seriamente y responsablemente, los partidos y/o movimientos políticos deben contar con propuestas programáticas acorde a las necesidades e intereses de la sociedad y se debe generar las condiciones para que el ejercicio ciudadano pueda intervenir en los asuntos públicos y se genere un círculo virtuoso en lo social y en lo político. Además en la dimensión económica, se debe sacar mejor provecho de la “abundancia” que arrojan los datos macroeconómicos.
En ese sentido, las discusiones entre democracia directa o democracia representativa, deben centrarse en el elemento de complementariedad. Las generaciones venideras tienen ese reto. La historia ha demostrado, que esta oposición es más aparente que real. Es necesario contar con ciudadanos involucrados en la vida política, social y económica del país, que ejerzan su ciudadanía desde sus roles diversos, pero además, urge la necesidad de democratizar los partidos políticos y también los movimientos u organizaciones políticas y sociales. Un termómetro para ello será este proceso de descentralización que viene en marcha, el desarrollo local y/ regional está en la cancha de los propios actores. El desarrollo endógeno puede permitir darle sostenibilidad al desarrollo del país. Para ello sigamos construyendo nuestra democracia.
En el Perú, es muy conocido que aún no hemos consolidado nuestra economía, a pesar del crecimiento continuo en este último quinquenio, ello sigue dependiendo de una economía extractiva. Además nuestra democracia aún sigue siendo muy endeble, nuestro estado está muy lejos de ser fuerte y sólido, los poderes del estado no sólo están desiquilabradas sino también desprestigiadas, partidos políticos en crisis –por no decir sin partidos- que cada vez se abre más la brecha con la población y, con el ejercicio de una ciudadanía pasiva o utilizando términos de Sinesio López, una ciudadanía inconclusa. Puedo añadir, en algunos casos, que los sectores más excluidos, ni siquiera son considerados como ciudadanos.
La denominación gobierno del pueblo, en lo retórico es mucho más atractiva en el país, la cual muchos caudillos han aprovechado para distorsionar esta forma de la democracia, en cambio, el gobierno de los políticos, aparentemente es menos atractiva- sobre todo en esta coyuntura-, el descrédito hacia esta forma democrática no ha calado en la población, además que la política se desacredita cada vez más. Sin embargo, la democracia procedimental, es la que viene primando en nuestras realidades en estos últimos años. Se ha realizado elecciones presidenciales ininterrumpidamente desde 1980 hasta el 2006; 1980, Fernando Belaúnde Ferry; 1985, Alan García Pérez; en 1990, Alberto Fujimori -en segunda vuelta-; 1995, reelección de Fujimori; 2000, el escandaloso fraude y re-reelección de Fujimori; 2001, Alejandro Toledo –en segunda vuelta-; 2006, Alan García Pérez –segunda vuelta-. Además se han realizado las elecciones a gobiernos locales y provinciales, incluido en este último lustro las elecciones regionales; es decir, se ha venido asegurando el debate político.
Diversos análisis sobre la democracia en el Perú y en Latinoamérica concuerdan sobre la crisis de representatividad política, pero eso no implica que debamos desdeñarla, sino más bien buscar salidas concretas. Para ello se debe ubicar esta aparente contradicción entre gobierno del pueblo con gobierno de los políticos e ir adecuando a nuestras realidades tan complejas y construir una cultura democrática según los procesos sociales y políticos de nuestro país. Y no sólo quedarse en planteamientos muy superficiales como lo es la democracia directa.
Se debe buscar fortalecer nuestras instituciones democráticas, la reforma del estado debe ser tomado seriamente y responsablemente, los partidos y/o movimientos políticos deben contar con propuestas programáticas acorde a las necesidades e intereses de la sociedad y se debe generar las condiciones para que el ejercicio ciudadano pueda intervenir en los asuntos públicos y se genere un círculo virtuoso en lo social y en lo político. Además en la dimensión económica, se debe sacar mejor provecho de la “abundancia” que arrojan los datos macroeconómicos.
En ese sentido, las discusiones entre democracia directa o democracia representativa, deben centrarse en el elemento de complementariedad. Las generaciones venideras tienen ese reto. La historia ha demostrado, que esta oposición es más aparente que real. Es necesario contar con ciudadanos involucrados en la vida política, social y económica del país, que ejerzan su ciudadanía desde sus roles diversos, pero además, urge la necesidad de democratizar los partidos políticos y también los movimientos u organizaciones políticas y sociales. Un termómetro para ello será este proceso de descentralización que viene en marcha, el desarrollo local y/ regional está en la cancha de los propios actores. El desarrollo endógeno puede permitir darle sostenibilidad al desarrollo del país. Para ello sigamos construyendo nuestra democracia.