Atenas es un símbolo de la democracia, pero, sobre todo, de la libertad para disentir. En el , Agora, una especie de Constituyente permanente, se discutía qué era lo que más le convenía a la ciudad. Pero hay que diferenciar claramente entre democracia y libertad. Aquella puede ser entendida mecánicamente como el gobierno del pueblo o de la mayoría, y ello puede conducir a la dictadura. Hitler, por ejemplo, llegó al poder a través de una mayoría. Por ello, precisamente, conviene recordar que Atenas, más que la democracia, fue la posibilidad de disentir, la aceptación de la crítica, la discusión y el diálogo, como el mecanismo fundamental para llegar a la verdad.
Esparta , por el contrario, es el símbolo del autoritarismo y de la dictadura. Es la negación radical de la disensión; el predominio de lo militar sobre lo cívico. Es vivir para el cumplimiento draconiano del deber. Por mucho que Dracón fuese ateniense. En Atenas trabajan los esclavos para que la clase alta pudiese dedicarse a pensar y a intercambiar puntos de vista acerca de qué eran la verdad, la justicia, la belleza o la bondad. En Esparta trabajaban los esclavos para que la clase alta pudiese dedicarse al entrenamiento militar. Esparta tuvo, por 50 a 100 años, una gran influencia en Lacedemonia, una pequeña región de Grecia. Atenas fundó 2.500 años de la cultura occidental.
Atenas , desde el siglo VIII antes de Cristo, comprendió que el intercambio mercantil era la forma más fértil de constituir al ser humano. Y se lanzó a fundar ciudades en todo el Mediterráneo... para poder tener con quién comerciar. Porque el intercambio abre el espíritu -el Dasein- al mundo y, sobre todo, a los demás seres humanos. El mercado nos constituye a partir de los demás. La primacía del valor de cambio sobre el valor de uso, es decir, la competencia, produce un desarrollo espiritual mucho más pleno que el encerrarse a producir para satisfacer sus propias necesidades. La causa tanto espiritual como material de la riqueza de las naciones es el intercambio entre los seres humanos.
Esparta fue exactamente lo contrario. Nunca llegó a tener clara la conveniencia del comercio internacional. ¡Nunca tuvo un programa de ajuste macroeconómico! Fue una sociedad atada a la tenencia de la tierra, a la agricultura autárquica. ¡Creían firmemente en el crecimiento hacia dentro! No llegaron a descubrir que la autarquía y el proteccionismo exacerbado no sólo impiden la relación con los demás, impiden sobre todo la relación igualitaria y libertaria con los demás. La igualdad y la libertad en Atenas derivaron directamente del comercio; el autoritarismo, la autarquía y el proteccionismo fueron como ya dijimos la nota distintiva de Esparta.
Atenas , o mejor dicho, la plaza pública de Atenas, el Agora , era el sitio en el cual se constituía el ser humano. En el mañana operaba allí el mercado. El intercambio de bienes y servicios generaba una primera identificación entre los hombres. Al intercambiar bienes, intercambiaban valoraciones . Aparecía algo común entre ellos, algo que los unificaba . El precio no es lo que el oferente dice, pero tampoco lo que el demandante dice. Si ambos son libres e iguales, nadie puede imponer su punto de vista. El precio será la síntesis, la unificación, de aquellos dos seres humanos. O, más bien, de millones de ellos, como en el mundo globalizado que pronto tendremos
Atenas es un símbolo de la democracia, pero, sobre todo, de la libertad para disentir. En el , Agora, una especie de Constituyente permanente, se discutía qué era lo que más le convenía a la ciudad. Pero hay que diferenciar claramente entre democracia y libertad. Aquella puede ser entendida mecánicamente como el gobierno del pueblo o de la mayoría, y ello puede conducir a la dictadura. Hitler, por ejemplo, llegó al poder a través de una mayoría. Por ello, precisamente, conviene recordar que Atenas, más que la democracia, fue la posibilidad de disentir, la aceptación de la crítica, la discusión y el diálogo, como el mecanismo fundamental para llegar a la verdad.
Esparta , por el contrario, es el símbolo del autoritarismo y de la dictadura. Es la negación radical de la disensión; el predominio de lo militar sobre lo cívico. Es vivir para el cumplimiento draconiano del deber. Por mucho que Dracón fuese ateniense. En Atenas trabajan los esclavos para que la clase alta pudiese dedicarse a pensar y a intercambiar puntos de vista acerca de qué eran la verdad, la justicia, la belleza o la bondad. En Esparta trabajaban los esclavos para que la clase alta pudiese dedicarse al entrenamiento militar. Esparta tuvo, por 50 a 100 años, una gran influencia en Lacedemonia, una pequeña región de Grecia. Atenas fundó 2.500 años de la cultura occidental.
Atenas , desde el siglo VIII antes de Cristo, comprendió que el intercambio mercantil era la forma más fértil de constituir al ser humano. Y se lanzó a fundar ciudades en todo el Mediterráneo... para poder tener con quién comerciar. Porque el intercambio abre el espíritu -el Dasein- al mundo y, sobre todo, a los demás seres humanos. El mercado nos constituye a partir de los demás. La primacía del valor de cambio sobre el valor de uso, es decir, la competencia, produce un desarrollo espiritual mucho más pleno que el encerrarse a producir para satisfacer sus propias necesidades. La causa tanto espiritual como material de la riqueza de las naciones es el intercambio entre los seres humanos.
Esparta fue exactamente lo contrario. Nunca llegó a tener clara la conveniencia del comercio internacional. ¡Nunca tuvo un programa de ajuste macroeconómico! Fue una sociedad atada a la tenencia de la tierra, a la agricultura autárquica. ¡Creían firmemente en el crecimiento hacia dentro! No llegaron a descubrir que la autarquía y el proteccionismo exacerbado no sólo impiden la relación con los demás, impiden sobre todo la relación igualitaria y libertaria con los demás. La igualdad y la libertad en Atenas derivaron directamente del comercio; el autoritarismo, la autarquía y el proteccionismo fueron como ya dijimos la nota distintiva de Esparta.
Atenas , o mejor dicho, la plaza pública de Atenas, el Agora , era el sitio en el cual se constituía el ser humano. En el mañana operaba allí el mercado. El intercambio de bienes y servicios generaba una primera identificación entre los hombres. Al intercambiar bienes, intercambiaban valoraciones . Aparecía algo común entre ellos, algo que los unificaba . El precio no es lo que el oferente dice, pero tampoco lo que el demandante dice. Si ambos son libres e iguales, nadie puede imponer su punto de vista. El precio será la síntesis, la unificación, de aquellos dos seres humanos. O, más bien, de millones de ellos, como en el mundo globalizado que pronto tendremos