Samanta era una pequeña y humilde niña que vivía en las afueras de un hermoso reino. Su familia tenía pocos recursos y era una de las más pobres del pueblo.
Sin embargo, Samanta estudiaba en uno de los mejores colegios del reino, pues su padre se esforzaba trabajando para el Rey y, en lugar de recibir monedas de oro como pago, le pedía que su hija pudiera estudiar en la mejor escuela, ya que era una niña muy estudiosa.
En el colegio, Samanta era el blanco perfecto para las bromas pesadas debido a sus orígenes. Diariamente merendaba sola y alejada de sus compañeros de clase para no levantar ningún alboroto.
Un frío día, Samanta se encontraba en una de las pequeñas mesas del patio a la hora de la merienda. Tenía frío y hambre, puesto que sus padres pasaban por una terrible crisis. Su vestimenta era pobre y escasa, aunque poseía un pequeño y ligero abrigo que la protegía un poco del terrible frío. Pasó unos minutos observando a los demás niños comer y algo llamó su atención inmediatamente: Johana, una de las niñas más populares, había discutido con sus amigos y estos le habían destrozado su abrigo en pequeñas e inservibles partes. Samanta, en lugar de sentirse bien por lo que había sucedido, se sentía preocupada por ello. Corrió hasta Johana, y sin pensarlo demasiado, se quitó su fino abrigo cubriendo sus hombros. Después, como la directora había salido para avisar a todos de que la hora de la merienda había terminado, Samanta se fue corriendo sin despedirse de Johana.
Esa misma tarde, a la hora de la salida, Samanta recorrió la ruta de costumbre directa a casa, sin darse cuenta de que la compañera a la que acababa de ayudar, Johanna, la seguía. A la mañana siguiente un gran alboroto hizo que Samanta saltara de su cama y corriera hasta la salida de su casa. Allí vio a su madre llorando de rodillas y a su padre hablando con el mismo Rey en persona. Detrás del hombre, había una carretilla llena de comida, semillas para sembrar y ganado. Tras aquel gesto la familia de Samanta era más rica que nunca.
La verdad era que aquella niña a quien Samanta había ayudado con tanta humildad era la hija del Rey, quién quedó agradecida profundamente por aquella acción y decidió recompensar a la familia de Samanta por ello. Desde ese mismo día, Samanta y su familia ya no volvieron a tener una vida difícil y la pequeña se pasaba los días en el reino jugando con su nueva mejor amiga, Johana.
Clara y Raúl eran dos amigos y compañeros del cole. Un día fue toda su clase de excursión al bosque. Allí vieron muchos animales (caballos, conejos, pajarillos, ciervos, patos…)
Pero Clara y Raúl, se entretuvieron siguiendo a un saltamontes y se perdieron en el bosque. Cuando empezó a ser de noche, se asustaron mucho con el ruido de los búhos.
Mientras tanto, todos los niños y profesores se fueron a dormir a una tienda de campaña muy grande y no se dieron cuenta de que Clara y Raúl no estaban con ellos.
Los niños perdidos tenían mucho miedo y empezaron a llorar.
Un duende que vivía por allí cerca, al oír los llantos, se acercó hasta Clara y Raúl; era un duende de color rojo que saltaba mucho y estaba muy triste.
Clara y Raúl se creyeron que era un duende malo, pero él les dijo que no se asustaran; y como los niños tenían mucho frío, el duende los llevó a su cueva, que era muy oscura y profunda, y allí se calentaron y comieron.
Cuando estaban tan tranquilos jugando con el duende, éste los encerró en la cueva, porque como él no había tenido nunca a ningunos amigos para jugar, no quería que Clara y Raúl se fueran.
Pero los niños lloraron mucho y al duende le dio mucha pena y les dijo que al día siguiente, por la mañana, los soltaría, siempre que les prometiera, que todos los domingos regresarían al bosque a jugar con él; porque siempre estaba muy solo y no tenía con quien jugar. Por eso, el duende les dijo a Clara y Raúl, que si decían la palabra mágica “Salakabula”, desaparecerían de sus casas y aparecerían en el bosque para jugar con él un ratito, y así estaría siempre contento y no triste como hasta ahora.
Al día siguiente, el duende llevó a Clara y Raúl donde estaban los profesores y compañeros y de una forma mágica desapareció.
Y desde ese día, todos los domingos Clara y Raúl juegan con su amigo el duende cuando dicen la palabra mágica “Salakabula”.
¡Y colorín colorete, el duende salta tanto como un cohete!.
Samanta era una pequeña y humilde niña que vivía en las afueras de un hermoso reino. Su familia tenía pocos recursos y era una de las más pobres del pueblo.
Sin embargo, Samanta estudiaba en uno de los mejores colegios del reino, pues su padre se esforzaba trabajando para el Rey y, en lugar de recibir monedas de oro como pago, le pedía que su hija pudiera estudiar en la mejor escuela, ya que era una niña muy estudiosa.
En el colegio, Samanta era el blanco perfecto para las bromas pesadas debido a sus orígenes. Diariamente merendaba sola y alejada de sus compañeros de clase para no levantar ningún alboroto.
Un frío día, Samanta se encontraba en una de las pequeñas mesas del patio a la hora de la merienda. Tenía frío y hambre, puesto que sus padres pasaban por una terrible crisis. Su vestimenta era pobre y escasa, aunque poseía un pequeño y ligero abrigo que la protegía un poco del terrible frío. Pasó unos minutos observando a los demás niños comer y algo llamó su atención inmediatamente: Johana, una de las niñas más populares, había discutido con sus amigos y estos le habían destrozado su abrigo en pequeñas e inservibles partes. Samanta, en lugar de sentirse bien por lo que había sucedido, se sentía preocupada por ello. Corrió hasta Johana, y sin pensarlo demasiado, se quitó su fino abrigo cubriendo sus hombros. Después, como la directora había salido para avisar a todos de que la hora de la merienda había terminado, Samanta se fue corriendo sin despedirse de Johana.
Esa misma tarde, a la hora de la salida, Samanta recorrió la ruta de costumbre directa a casa, sin darse cuenta de que la compañera a la que acababa de ayudar, Johanna, la seguía. A la mañana siguiente un gran alboroto hizo que Samanta saltara de su cama y corriera hasta la salida de su casa. Allí vio a su madre llorando de rodillas y a su padre hablando con el mismo Rey en persona. Detrás del hombre, había una carretilla llena de comida, semillas para sembrar y ganado. Tras aquel gesto la familia de Samanta era más rica que nunca.
La verdad era que aquella niña a quien Samanta había ayudado con tanta humildad era la hija del Rey, quién quedó agradecida profundamente por aquella acción y decidió recompensar a la familia de Samanta por ello. Desde ese mismo día, Samanta y su familia ya no volvieron a tener una vida difícil y la pequeña se pasaba los días en el reino jugando con su nueva mejor amiga, Johana.
Puedes cambiar lo nombre si quieres
“Los dos amigos y el duendecillo del bosque”
Clara y Raúl eran dos amigos y compañeros del cole. Un día fue toda su clase de excursión al bosque. Allí vieron muchos animales (caballos, conejos, pajarillos, ciervos, patos…)
Pero Clara y Raúl, se entretuvieron siguiendo a un saltamontes y se perdieron en el bosque. Cuando empezó a ser de noche, se asustaron mucho con el ruido de los búhos.
Mientras tanto, todos los niños y profesores se fueron a dormir a una tienda de campaña muy grande y no se dieron cuenta de que Clara y Raúl no estaban con ellos.
Los niños perdidos tenían mucho miedo y empezaron a llorar.
Un duende que vivía por allí cerca, al oír los llantos, se acercó hasta Clara y Raúl; era un duende de color rojo que saltaba mucho y estaba muy triste.
Clara y Raúl se creyeron que era un duende malo, pero él les dijo que no se asustaran; y como los niños tenían mucho frío, el duende los llevó a su cueva, que era muy oscura y profunda, y allí se calentaron y comieron.
Cuando estaban tan tranquilos jugando con el duende, éste los encerró en la cueva, porque como él no había tenido nunca a ningunos amigos para jugar, no quería que Clara y Raúl se fueran.
Pero los niños lloraron mucho y al duende le dio mucha pena y les dijo que al día siguiente, por la mañana, los soltaría, siempre que les prometiera, que todos los domingos regresarían al bosque a jugar con él; porque siempre estaba muy solo y no tenía con quien jugar. Por eso, el duende les dijo a Clara y Raúl, que si decían la palabra mágica “Salakabula”, desaparecerían de sus casas y aparecerían en el bosque para jugar con él un ratito, y así estaría siempre contento y no triste como hasta ahora.
Al día siguiente, el duende llevó a Clara y Raúl donde estaban los profesores y compañeros y de una forma mágica desapareció.
Y desde ese día, todos los domingos Clara y Raúl juegan con su amigo el duende cuando dicen la palabra mágica “Salakabula”.
¡Y colorín colorete, el duende salta tanto como un cohete!.
Espero que te haya gustado.