Había una vez, en un país muy lejano, una tarde de primavera un piloto llamado Juan. Juan era muy trabajador pero también muy egoísta. Un día le propusieron transportar de un continente a otro el equipaje de una familia rica, Juan lo pensó mucho, pero finalmente decidió aceptar y despegó. Pasaron muchas horas, tantas que se quedó dormido y cayó en una isla. Despertó ya en la isla y salió a buscar comida y mientras buscaba se tropezó con un extraño hombre.
– ¿Quién eres?
– Me llamo Eric, vivo en un pueblo con gente muy pobre y hambrienta ¿Quieres venir a ayudar?
– ¡No! porque los ayudaría.
Juan se fue y se refugió. Dentro de unos días, Juan comenzaba a tener hambre y sed, y cuando no tenía otra opción acudió al pueblo de Eric y les pidió ayuda. Ellos le atendieron y le dieron un poco de la poca comida que les quedaba, Juan confundido preguntó:
– ¿Por qué me tratan tan bien y me dan de su comida? ¡Si yo no quise ayudarlos!
– Pase lo que pase siempre tendremos que ayudarnos.
– ¿Qué es lo que necesitan?
– Árboles y frutos
– Yo les ayudaré a plantar árboles si ustedes arreglan mi avión.
Juan comenzó a cavar y buscar. Pasaron meses y no había conseguido nada. Acudió a Eric y Eric le dijo:
– Ya acabamos de arreglar tu avión ¿conseguiste algo?
– No, en esta Isla no hay nada me iré, ahora que mi avión está arreglado.
Eric decepcionado se despidió y dijo:
– Si quieres irte tienes la libertad de hacerlo.
Juan se preparó para despegar y cuando revisó por debajo de su asiento vio la comida de Eric , Eric sabía que Juan se iría por eso dejó toda su comida debajo del asiento de Juan. En ese momento, en su espíritu nació algo más que el egoísmo, confundido salió a pensar, y se sentó debajo de un manzano, y sin darse cuenta ¡estaba sentado debajo de un manzano!
Acudió rápidamente al pueblo de Eric y le enseñó el manzano.
– ¡Sabía que volverías, gracias!
Juan se quedó a vivir en la Isla y así esta historia llegó a su fin.
El árbol del manzano
Había una vez, en un país muy lejano, una tarde de primavera un piloto llamado Juan. Juan era muy trabajador pero también muy egoísta. Un día le propusieron transportar de un continente a otro el equipaje de una familia rica, Juan lo pensó mucho, pero finalmente decidió aceptar y despegó. Pasaron muchas horas, tantas que se quedó dormido y cayó en una isla. Despertó ya en la isla y salió a buscar comida y mientras buscaba se tropezó con un extraño hombre.
– ¿Quién eres?
– Me llamo Eric, vivo en un pueblo con gente muy pobre y hambrienta ¿Quieres venir a ayudar?
– ¡No! porque los ayudaría.
Juan se fue y se refugió. Dentro de unos días, Juan comenzaba a tener hambre y sed, y cuando no tenía otra opción acudió al pueblo de Eric y les pidió ayuda. Ellos le atendieron y le dieron un poco de la poca comida que les quedaba, Juan confundido preguntó:
– ¿Por qué me tratan tan bien y me dan de su comida? ¡Si yo no quise ayudarlos!
– Pase lo que pase siempre tendremos que ayudarnos.
– ¿Qué es lo que necesitan?
– Árboles y frutos
– Yo les ayudaré a plantar árboles si ustedes arreglan mi avión.
Juan comenzó a cavar y buscar. Pasaron meses y no había conseguido nada. Acudió a Eric y Eric le dijo:
– Ya acabamos de arreglar tu avión ¿conseguiste algo?
– No, en esta Isla no hay nada me iré, ahora que mi avión está arreglado.
Eric decepcionado se despidió y dijo:
– Si quieres irte tienes la libertad de hacerlo.
Juan se preparó para despegar y cuando revisó por debajo de su asiento vio la comida de Eric , Eric sabía que Juan se iría por eso dejó toda su comida debajo del asiento de Juan. En ese momento, en su espíritu nació algo más que el egoísmo, confundido salió a pensar, y se sentó debajo de un manzano, y sin darse cuenta ¡estaba sentado debajo de un manzano!
Acudió rápidamente al pueblo de Eric y le enseñó el manzano.
– ¡Sabía que volverías, gracias!
Juan se quedó a vivir en la Isla y así esta historia llegó a su fin.
Sara Perez Cueva