El cuerno de la abundancia, colmó de beneficios la vida de John William Bartolomeu Díaz III, habiendo heredado una considerable fortuna, amasó otra mayor en el transcurso de su vida. En una semana cumpliría 80 años, esto le dio motivos para redactar un testamento. El último recuento de sus bienes arroja la brutal suma de cuarenta y tres mil millones de dólares, lo que le permite disponer a su gusto, testar valores y bienes por más de catorce mil millones de dólares. Los cinco hijos de los tres matrimonios, al ser herederos forzosos disponen de los dos tercios por ley. Dos del primer matrimonio, dos del segundo y por último el menor, de la última esposa fallecida hace tres años.
Todos los hijos profesionales casados e independientes, con sus vidas muy ocupadas, han adquirido grandes ambiciones y pretenden conseguir por ellos mismos fortuna. Pero esto a su vez los aleja de él, quien poco a poco ha ido delegando funciones y en este momento puede agradecer contar con eficientes colaboradores que ejecutan sus directivas. Ahora que siente tener el tiempo y la tranquilidad para compartir con ellos el resto de vida que le queda, siente que le devuelven el tiempo que les negó, por sus propias ambiciones. Seguramente no es algo consciente en ellos, pero así lo siente John William. El hijo más cercano, es el menor, a quien le compró hace poco, todo el piso inferior al que vive, para tenerlo más cerca.
La idea es beneficiar al hijo que demuestre más cariño. ¿Cómo plasmar esto en un testamento?. Una idea comenzó a rondar en la mente de John William, porque no beneficiar a quien este más cerca, al momento de su muerte. Esto podría obligarles a preocuparse por estar más tiempo a su lado. Entonces escribió a modo de borrador lo siguiente:
- “Esta es mi voluntad si muero o quedo severamente incapacitado, la que será cumplida por todos quienes me aprecien y respeten. Este documento se encontrara notariado y por lo tanto pueden comprobar que lo escribí yo. Esta es mi última voluntad:
- Deseo que se cumpla mi voluntad con o sin leyes que la amparen, de manera diligente y cabal.
- Deseo que la tercera parte, de todas mis posesiones materiales, se le entregue a la persona que se encuentre más cerca al momento de mí muerte. El resto con los comunes de la ley a mis herederos forzosos.
- Deseo que en caso de pérdida de la conciencia irrecuperable, se aplique la eutanasia.
- Deseo que se hagan los trámites para el seguro de vida, en beneficio de todos mis herederos en partes iguales, lo antes posible.
- Deseo que quienes me conocieron sepan que viví una vida feliz y llena de satisfacciones.”
Al día siguiente concurrió al escribano que siempre atendió los asuntos de la familia, dejo el borrador con la idea de que se confeccionara el documento. Antes de terminar la semana el documento ya estaba legalizado con la presencia de los testigos. De esta manera también solucionaba la posible envidia, a su hijo menor por parte del resto de la familia, supuestamente es quien se encontraría más cerca.
Ese lunes al salir del edificio, John William creyó notar que algunas personas le seguían, para sus adentros pensó. ¿Con la edad me estaré volviendo paranoico? Poco a poco comenzó a notar que más personas lo seguían. Primero a una distancia prudente, pero momento a momento notaba que se incrementaba su numero, y se acercaban más y más. Se detuvo en uno de los bares administrados por una subsidiaria y pidió hablar con el gerente, quien era un viejo amigo personal. Le explico lo que sucedía, y con mucha discreción se envió al personal de seguridad, para traer a la gerencia a unos de los personajes siniestros.
Adelante... tomen asiento...Mi nombre es Tomas Spalding y soy el gerente de este local...El señor es; John William Bartolomeu Díaz III, su empresa es dueña de este local... ¿Queremos saber porque lo han seguido hasta aquí? ¿Quién los manda?
No nos manda nadie, lo hemos seguido por propia decisión... se ha esparcido el rumor en toda la ciudad. Quien se halle más cerca del señor John William al momento de su muerte, cobrara catorce mil millones de dólares, por mandato del testamento... nosotros no tenemos intenciones de matarlo como confabulan otros, solo esperamos estar a su lado en su muerte natural.
John William se toma la cabeza con sus manos y murmura: Madre de Dios... he desatado el infierno...
El Testamento
Martes 2 de septiembre de 2014, por cronywell
El cuerno de la abundancia, colmó de beneficios la vida de John William Bartolomeu Díaz III, habiendo heredado una considerable fortuna, amasó otra mayor en el transcurso de su vida. En una semana cumpliría 80 años, esto le dio motivos para redactar un testamento. El último recuento de sus bienes arroja la brutal suma de cuarenta y tres mil millones de dólares, lo que le permite disponer a su gusto, testar valores y bienes por más de catorce mil millones de dólares. Los cinco hijos de los tres matrimonios, al ser herederos forzosos disponen de los dos tercios por ley. Dos del primer matrimonio, dos del segundo y por último el menor, de la última esposa fallecida hace tres años.
Todos los hijos profesionales casados e independientes, con sus vidas muy ocupadas, han adquirido grandes ambiciones y pretenden conseguir por ellos mismos fortuna. Pero esto a su vez los aleja de él, quien poco a poco ha ido delegando funciones y en este momento puede agradecer contar con eficientes colaboradores que ejecutan sus directivas. Ahora que siente tener el tiempo y la tranquilidad para compartir con ellos el resto de vida que le queda, siente que le devuelven el tiempo que les negó, por sus propias ambiciones. Seguramente no es algo consciente en ellos, pero así lo siente John William. El hijo más cercano, es el menor, a quien le compró hace poco, todo el piso inferior al que vive, para tenerlo más cerca.
La idea es beneficiar al hijo que demuestre más cariño. ¿Cómo plasmar esto en un testamento?. Una idea comenzó a rondar en la mente de John William, porque no beneficiar a quien este más cerca, al momento de su muerte. Esto podría obligarles a preocuparse por estar más tiempo a su lado. Entonces escribió a modo de borrador lo siguiente:
- “Esta es mi voluntad si muero o quedo severamente incapacitado, la que será cumplida por todos quienes me aprecien y respeten. Este documento se encontrara notariado y por lo tanto pueden comprobar que lo escribí yo. Esta es mi última voluntad:
- Deseo que se cumpla mi voluntad con o sin leyes que la amparen, de manera diligente y cabal.
- Deseo que la tercera parte, de todas mis posesiones materiales, se le entregue a la persona que se encuentre más cerca al momento de mí muerte. El resto con los comunes de la ley a mis herederos forzosos.
- Deseo que en caso de pérdida de la conciencia irrecuperable, se aplique la eutanasia.
- Deseo que se hagan los trámites para el seguro de vida, en beneficio de todos mis herederos en partes iguales, lo antes posible.
- Deseo que quienes me conocieron sepan que viví una vida feliz y llena de satisfacciones.”
Al día siguiente concurrió al escribano que siempre atendió los asuntos de la familia, dejo el borrador con la idea de que se confeccionara el documento. Antes de terminar la semana el documento ya estaba legalizado con la presencia de los testigos. De esta manera también solucionaba la posible envidia, a su hijo menor por parte del resto de la familia, supuestamente es quien se encontraría más cerca.
Ese lunes al salir del edificio, John William creyó notar que algunas personas le seguían, para sus adentros pensó. ¿Con la edad me estaré volviendo paranoico? Poco a poco comenzó a notar que más personas lo seguían. Primero a una distancia prudente, pero momento a momento notaba que se incrementaba su numero, y se acercaban más y más. Se detuvo en uno de los bares administrados por una subsidiaria y pidió hablar con el gerente, quien era un viejo amigo personal. Le explico lo que sucedía, y con mucha discreción se envió al personal de seguridad, para traer a la gerencia a unos de los personajes siniestros.
Adelante... tomen asiento...Mi nombre es Tomas Spalding y soy el gerente de este local...El señor es; John William Bartolomeu Díaz III, su empresa es dueña de este local... ¿Queremos saber porque lo han seguido hasta aquí? ¿Quién los manda?
No nos manda nadie, lo hemos seguido por propia decisión... se ha esparcido el rumor en toda la ciudad. Quien se halle más cerca del señor John William al momento de su muerte, cobrara catorce mil millones de dólares, por mandato del testamento... nosotros no tenemos intenciones de matarlo como confabulan otros, solo esperamos estar a su lado en su muerte natural.
John William se toma la cabeza con sus manos y murmura: Madre de Dios... he desatado el infierno...