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«La emancipación propiamente dicha de la parte española de la isla de Santo Domingo, esto es, su liberación respecto de la Madre Patria, se produjo el primero de diciembre de 1821. El jefe de este primer movimiento de independencia fue el licenciado José Núñez de Cáceres, rector de la Universidad [de Santo Domingo]. Pero los efectos de la emancipación quedaron malogrados antes de los tres meses de realizada por haberla aprovechado el dictador que gobernaba la vecina República de Haití, Jean Pierre Boyer, para invadir y sojuzgar el territorio dominicano. »Por esta razón, el primero de diciembre de 1821 no es la fecha máxima dominicana. En aquella época la nación haitiana disponía de mayores recursos que la porción española de la isla, y ésta había quedado en estado de indefensión al no recibir el solicitado respaldo de la Gran Colombia. Los haitianos, desde su independencia en 1804, habían aspirado a dominar la isla entera, y la ocasión se la ofreció la ida de los españoles. »Desde 1821, Santo Domingo quedó, pues, desligado de la tutela de España, pero sin independencia. Esta situación duró hasta el 27 de febrero de 1844, momento cumbre de la historia dominicana, en que al fin hubo emancipación con autodeterminación, por haberse expulsado a los invasores haitianos. »Como se ve, la modalidad que presenta la emancipación dominicana es un caso único en la historia de América.»1 Así reseña esta importante etapa de su historia patria el doctor Pedro Troncoso Sánchez, que en su ilustre carrera ocupó, entre otros, los cargos de embajador dominicano en Argentina, México, la Santa Sede e Italia; rector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo; Ministro de Educación; y Presidente del Ayuntamiento, de la Suprema Corte de Justicia, de la Academia de Ciencias y de la Academia de Historia de la República Dominicana.2 Con sobrada razón, los que podemos hacerlo, tanto los más acreditados como los menos influyentes, nos unimos al sentir de Troncoso Sánchez al rememorar y celebrar tan importante acontecimiento como lo es su independencia patria. Pero nos conviene reconocer así mismo que tal como cada uno tiene su historia patria, también tiene su historia personal. Y gracias a Dios, si bien en el transcurso de la historia ha habido millares de personas que no han podido celebrar su independencia nacional, no hay razón alguna que impida que cualquiera de nosotros hoy mismo celebre su independencia espiritual. Es que cuando pedimos el respaldo de Dios, Él no nos lo niega. No nos deja indefensos, presa de nuestro enemigo espiritual, que aspira a dominar la isla entera de nuestra alma. Al contrario, cuando hacemos valer la autodeterminación con que Dios nos creó para obtener nuestra emancipación espiritual, Él nos ayuda a expulsar a ese invasor. Basta, pues, con que pidamos su respaldo para que experimentemos el momento cumbre de nuestra historia personal.
»Por esta razón, el primero de diciembre de 1821 no es la fecha máxima dominicana. En aquella época la nación haitiana disponía de mayores recursos que la porción española de la isla, y ésta había quedado en estado de indefensión al no recibir el solicitado respaldo de la Gran Colombia. Los haitianos, desde su independencia en 1804, habían aspirado a dominar la isla entera, y la ocasión se la ofreció la ida de los españoles.
»Desde 1821, Santo Domingo quedó, pues, desligado de la tutela de España, pero sin independencia. Esta situación duró hasta el 27 de febrero de 1844, momento cumbre de la historia dominicana, en que al fin hubo emancipación con autodeterminación, por haberse expulsado a los invasores haitianos.
»Como se ve, la modalidad que presenta la emancipación dominicana es un caso único en la historia de América.»1
Así reseña esta importante etapa de su historia patria el doctor Pedro Troncoso Sánchez, que en su ilustre carrera ocupó, entre otros, los cargos de embajador dominicano en Argentina, México, la Santa Sede e Italia; rector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo; Ministro de Educación; y Presidente del Ayuntamiento, de la Suprema Corte de Justicia, de la Academia de Ciencias y de la Academia de Historia de la República Dominicana.2
Con sobrada razón, los que podemos hacerlo, tanto los más acreditados como los menos influyentes, nos unimos al sentir de Troncoso Sánchez al rememorar y celebrar tan importante acontecimiento como lo es su independencia patria. Pero nos conviene reconocer así mismo que tal como cada uno tiene su historia patria, también tiene su historia personal. Y gracias a Dios, si bien en el transcurso de la historia ha habido millares de personas que no han podido celebrar su independencia nacional, no hay razón alguna que impida que cualquiera de nosotros hoy mismo celebre su independencia espiritual.
Es que cuando pedimos el respaldo de Dios, Él no nos lo niega. No nos deja indefensos, presa de nuestro enemigo espiritual, que aspira a dominar la isla entera de nuestra alma. Al contrario, cuando hacemos valer la autodeterminación con que Dios nos creó para obtener nuestra emancipación espiritual, Él nos ayuda a expulsar a ese invasor. Basta, pues, con que pidamos su respaldo para que experimentemos el momento cumbre de nuestra historia personal.