Cuando arribó a tierras asiáticas, Alejandro inauguró una serie de acciones rebosantes de carga simbólica e ideológica, como su visita a la tumba del mítico Aquiles en Troya. Casi de inmediato se enfrentó a las tropas persas, que eran superiores en número, junto al río Gránico, obteniendo una rotunda victoria y enviando a Atenas trescientas armaduras de los vencidos como ofrenda a la diosa Atenea.
Esta primera victoria no sólo asestaba un duro golpe al Imperio persa, sino que validaba el poder y las fuerzas de Alejandro y consolidaba su posición frente a los griegos.
Siria, Palestina y Egipto
Encaminándose hacia el norte de Siria, en el otoño del año 333 a.C. llegó a enfrentarse con el propio rey aqueménida, Darío III, en Issos. En esta batalla infligió una nueva derrota a las tropas persas, obligando al gran rey a retirarse más allá del Éufrates y quedando a merced de Alejandro el campamento en el que se encontraba la familia real: la esposa, los hijos y la madre de Darío.

Las conquistas de Alejandro Magno
Comenzó así una nueva etapa en la que consolidó su control en Asia Menor (en cuyas costas sucumbieron los últimos focos de resistencia persa), mientras las islas del Egeo eran liberadas por la flota macedonia, y abrió nuevas posibilidades de conquista en la región siriopalestina, cerrando las salidas al mar del Imperio persa. Al mismo tiempo lograba acallar las voces de determinados sectores griegos que aún se alzaban en su contra.
Las ciudades fenicias de la costa, desde Arados a Sidón, se entregaron sin presentar oposición alguna ante el irrefrenable avance del macedonio. Simultáneamente, Alejandro rehusaba las ventajosas propuestas de Darío III, que le ofrecía los territorios asiáticos al otro lado del Éufrates, así como una de sus hijas en matrimonio y diez mil talentos, a cambio de la paz y de la liberación de su familia (cuyos integrantes sí que restituyó al rey persa).

El asedio de Tiro
Ante la población egipcia, Alejandro se convirtió en el auténtico artífice de su liberación del yugo aqueménida; por ello, al alcanzar el delta del Nilo, no encontró demasiadas dificultades para vencer al sátrapa persa, aislado y sin el apoyo del pueblo egipcio. A su llegada a Menfis fue aclamado como libertador e investido con el poder y la corona del faraón. Precisamente, una de sus primeras medidas fue la fundación de una ciudad en el delta del Nilo, a la que dio su propio nombre, Alejandría. Después se dirigió a través del desierto hasta el santuario oracular de Amón, en el oasis de Siwa, donde fue proclamado por los sacerdotes como "hijo de Amón", dios ya identificado con Zeus por los griegos.
Mesopotamia, Persia y Media
Alejandro no se demoró mucho tiempo en Egipto, sino que retrocedió sobre sus pasos para llegar a las costas fenicias, desde donde partió hacia Mesopotamia en el verano del año 331 a.C. Habiendo dejado atrás el río Éufrates y después de atravesar el Tigris, se encontró en Gaugamela con el ejército de Darío, quien había renovado sin éxito su propuesta de paz. La victoria en esta batalla resultó decisiva, pues la retirada desordenada de los persas y la huida del rey dejaron indefensos muchos de los centros vitales del Imperio persa. Babilonia fue fácilmente sometida y Alejandro se apoderó del magnífico tesoro real; en Persia sucumbieron una tras otra las ciudades de Susa, Persépolis .
De Partia a la India
En la región sudoriental del mar Caspio y en el área irania fueron sometidos diversos pueblos, así como los territorios de Partia. Marchó entonces Alejandro hacia Oriente, conquistando sucesivamente Aria, Drangiana y Aracosia, donde se detuvo en la primavera del año 329 a.C. antes de atravesar el Paropámiso y la cordillera del Hindu Kush. Sin que las imponentes alturas supusieran un obstáculo, llegó a Bactriana, el refugio del usurpador, que, sin embargo, se había dado a la fuga. Siguiéndole con tenaz empeño por el territorio de Sogdiana, Beso fue finalmente capturado y ejecutado.
Respuesta: me podrias poner coronita
Explicación
Cuando arribó a tierras asiáticas, Alejandro inauguró una serie de acciones rebosantes de carga simbólica e ideológica, como su visita a la tumba del mítico Aquiles en Troya. Casi de inmediato se enfrentó a las tropas persas, que eran superiores en número, junto al río Gránico, obteniendo una rotunda victoria y enviando a Atenas trescientas armaduras de los vencidos como ofrenda a la diosa Atenea.
Esta primera victoria no sólo asestaba un duro golpe al Imperio persa, sino que validaba el poder y las fuerzas de Alejandro y consolidaba su posición frente a los griegos.
Siria, Palestina y Egipto
Encaminándose hacia el norte de Siria, en el otoño del año 333 a.C. llegó a enfrentarse con el propio rey aqueménida, Darío III, en Issos. En esta batalla infligió una nueva derrota a las tropas persas, obligando al gran rey a retirarse más allá del Éufrates y quedando a merced de Alejandro el campamento en el que se encontraba la familia real: la esposa, los hijos y la madre de Darío.

Las conquistas de Alejandro Magno
Comenzó así una nueva etapa en la que consolidó su control en Asia Menor (en cuyas costas sucumbieron los últimos focos de resistencia persa), mientras las islas del Egeo eran liberadas por la flota macedonia, y abrió nuevas posibilidades de conquista en la región siriopalestina, cerrando las salidas al mar del Imperio persa. Al mismo tiempo lograba acallar las voces de determinados sectores griegos que aún se alzaban en su contra.
Las ciudades fenicias de la costa, desde Arados a Sidón, se entregaron sin presentar oposición alguna ante el irrefrenable avance del macedonio. Simultáneamente, Alejandro rehusaba las ventajosas propuestas de Darío III, que le ofrecía los territorios asiáticos al otro lado del Éufrates, así como una de sus hijas en matrimonio y diez mil talentos, a cambio de la paz y de la liberación de su familia (cuyos integrantes sí que restituyó al rey persa).

El asedio de Tiro
Ante la población egipcia, Alejandro se convirtió en el auténtico artífice de su liberación del yugo aqueménida; por ello, al alcanzar el delta del Nilo, no encontró demasiadas dificultades para vencer al sátrapa persa, aislado y sin el apoyo del pueblo egipcio. A su llegada a Menfis fue aclamado como libertador e investido con el poder y la corona del faraón. Precisamente, una de sus primeras medidas fue la fundación de una ciudad en el delta del Nilo, a la que dio su propio nombre, Alejandría. Después se dirigió a través del desierto hasta el santuario oracular de Amón, en el oasis de Siwa, donde fue proclamado por los sacerdotes como "hijo de Amón", dios ya identificado con Zeus por los griegos.
Mesopotamia, Persia y Media
Alejandro no se demoró mucho tiempo en Egipto, sino que retrocedió sobre sus pasos para llegar a las costas fenicias, desde donde partió hacia Mesopotamia en el verano del año 331 a.C. Habiendo dejado atrás el río Éufrates y después de atravesar el Tigris, se encontró en Gaugamela con el ejército de Darío, quien había renovado sin éxito su propuesta de paz. La victoria en esta batalla resultó decisiva, pues la retirada desordenada de los persas y la huida del rey dejaron indefensos muchos de los centros vitales del Imperio persa. Babilonia fue fácilmente sometida y Alejandro se apoderó del magnífico tesoro real; en Persia sucumbieron una tras otra las ciudades de Susa, Persépolis .
De Partia a la India
En la región sudoriental del mar Caspio y en el área irania fueron sometidos diversos pueblos, así como los territorios de Partia. Marchó entonces Alejandro hacia Oriente, conquistando sucesivamente Aria, Drangiana y Aracosia, donde se detuvo en la primavera del año 329 a.C. antes de atravesar el Paropámiso y la cordillera del Hindu Kush. Sin que las imponentes alturas supusieran un obstáculo, llegó a Bactriana, el refugio del usurpador, que, sin embargo, se había dado a la fuga. Siguiéndole con tenaz empeño por el territorio de Sogdiana, Beso fue finalmente capturado y ejecutado.