Muchos opinan que sí, y no sólo eso, sino que además pretenden que su postura se basa en la evidencia. Es obvio, evidente, dicen, que la muerte es la destrucción total del ser humano: eso se ve con los ojos. Según esto, para poder creer en la inmortalidad del alma humana habría que ir en contra de la evidencia. Como ellos prefieren aceptar la evidencia de los sentidos, no creen en la inmortalidad.
Pero eso es falso. No es evidente para nada que la muerte sea el fin de todo. Lo que los sentidos captan sin lugar a dudas es la destrucción del cuerpo. Pero de ahí a la destrucción completa del ser personal, hay un abismo.
"Es evidente que morimos", dicen. ¡Ciertamente! ¡El asunto consiste justamente en saber qué cosa es "morir"!
Ojo: no decimos que el cuerpo no sea una dimensión esencial del ser personal. Lo que decimos es que el ser personal no se agota en el cuerpo. Al menos, en este momento, lo que decimos es que para poder decir que es evidente la destrucción completa en la hora de la muerte, hay que haber demostrado antes que la persona humana se reduce a su aspecto material.
Ahora bien, dicha demostración, en primer lugar, es ya filosofía y no evidencia inmediata, en segundo lugar, no se puede hacer, y en tercer lugar, se puede demostrar lo contrario, a saber, que la persona no se reduce al aspecto físico de su organismo.
Es filosofía, porque lo que es un dato de experiencia es que la persona humana es material. Que sea sólo material, es ya algo que va más allá de la experiencia. Puedo tener experiencia de la presencia de la materia, pero no puedo tener experiencia de la ausencia del espíritu.
Se ha dicho por ahí que puedo, si entro en una habitación, darme cuenta de que falta una silla. Bien. Pero no es la vista ni el tacto ni ninguno de los cinco sentidos el que capta la ausencia de la silla. La ausencia no tiene color ni olor. Es mi inteligencia, ayudada por mi memoria, la que hace esa constatación.
¿TERMINA TODO CON LA MUERTE?
Muchos opinan que sí, y no sólo eso, sino que además pretenden que su postura se basa en la evidencia. Es obvio, evidente, dicen, que la muerte es la destrucción total del ser humano: eso se ve con los ojos. Según esto, para poder creer en la inmortalidad del alma humana habría que ir en contra de la evidencia. Como ellos prefieren aceptar la evidencia de los sentidos, no creen en la inmortalidad.
Pero eso es falso. No es evidente para nada que la muerte sea el fin de todo. Lo que los sentidos captan sin lugar a dudas es la destrucción del cuerpo. Pero de ahí a la destrucción completa del ser personal, hay un abismo.
"Es evidente que morimos", dicen. ¡Ciertamente! ¡El asunto consiste justamente en saber qué cosa es "morir"!
Ojo: no decimos que el cuerpo no sea una dimensión esencial del ser personal. Lo que decimos es que el ser personal no se agota en el cuerpo. Al menos, en este momento, lo que decimos es que para poder decir que es evidente la destrucción completa en la hora de la muerte, hay que haber demostrado antes que la persona humana se reduce a su aspecto material.
Ahora bien, dicha demostración, en primer lugar, es ya filosofía y no evidencia inmediata, en segundo lugar, no se puede hacer, y en tercer lugar, se puede demostrar lo contrario, a saber, que la persona no se reduce al aspecto físico de su organismo.
Es filosofía, porque lo que es un dato de experiencia es que la persona humana es material. Que sea sólo material, es ya algo que va más allá de la experiencia. Puedo tener experiencia de la presencia de la materia, pero no puedo tener experiencia de la ausencia del espíritu.
Se ha dicho por ahí que puedo, si entro en una habitación, darme cuenta de que falta una silla. Bien. Pero no es la vista ni el tacto ni ninguno de los cinco sentidos el que capta la ausencia de la silla. La ausencia no tiene color ni olor. Es mi inteligencia, ayudada por mi memoria, la que hace esa constatación.