jose988LIDERAZGO PARA LA PAZ es una organización no gubernamental conformada por abogados y psicólogos encaminada a promover proyectos para el desarrollo y la democracia creando de esta manera un liderazgo para la paz, incentivando el conocimiento y respeto por los derechos humanos y el derecho internacional humanitario en un contexto nacional e internacional.
Gilles Pajou, administrador delegado de una multinacional farmacéutica, decía que el liderazgo es la capacidad de crear un mundo al cual las personas quieran pertenecer. Me parece una definición adecuada para Colombia, si la paz va a ser su destino.
Pensé en esta definición de liderazgo hace unos días, cuando me senté un par de horas a conversar libremente con el exgobernador de Antioquia Sergio Fajardo, en un café cerca de Columbia University. El exgobernador me habló sobre la necesidad de construir una propuesta política que trascienda las barreras ideológicas tradicionales y que se articule de manera independiente y alternativa desde un espacio donde los sentimientos de la mayoría de los colombianos se puedan encontrar.
Lo que me llamó la atención no fue tanto la visión bien articulada que Fajardo presentaba, sino la capacidad de transmitirla con emoción y pasión. De hecho, un liderazgo auténtico y transformador se distingue no solamente por la visión, sino por la capacidad de inspirar, suscitando emociones.
A este país no le han hecho falta líderes que han sabido suscitar emociones intensas. El problema ha sido que muchas veces estos líderes han fomentado la venganza, el resentimiento y el odio, contribuyendo de esta manera a profundizar las divergencias entre amigos y enemigos, y promoviendo identidades y propuestas políticas fundamentadas en la exclusión y la eliminación de los opuestos. En la última década, el ejemplo más visible de esta forma de liderazgo ha sido encarnado por Álvaro Uribe, quien ha sabido empoderar sentimientos de patriotismo alrededor de emociones negativas que han terminado por perpetuar, y quizás hasta profundizar, la polarización política del país.
Ahora bien, si Uribe pudo seguir dominando con su discurso, manteniendo comprometidas sus tropas a favor de una oposición obsesiva contra el proceso de paz, es también porque el presidente Santos tiene varios méritos (entre aquellos, el coraje de proponer un proceso de paz con la guerrillas), pero no la capacidad de emocionar y movilizar a la gente alrededor de su visión. Emotivamente, el presidente Santos parece anémico.
La visión de un proyecto político se debe necesariamente traducir en la capacidad de movilizar a los corazones. Es lo que hicieron grandes personajes, como Nelson Mandela y Martin Luther King. Ellos cambiaron la historia con un discurso no solamente justo, sino que también lograba emocionar. Y son las emociones las que mueven a la acción.
En la noche acompañé a Sergio Fajardo a un conversatorio con un número considerable de estudiantes colombianos. El exgobernador compartió con entusiasmo su historia política con los jóvenes. Les contó cómo hace más de 15 años, junto a otros, transformó la indignación por la violencia en la construcción de un proyecto para Medellín abierto a la esperanza. En el relato de Fajardo escuché también una experiencia de emociones paradójicas capaces de dar vida a una visión alternativa, independiente y positiva.
Reconocí unas emociones capaces de dar vida a un futuro distinto para Colombia, o sea, a un mañana radicado ya no más en el odio, sino en el amor.
Gilles Pajou, administrador delegado de una multinacional farmacéutica, decía que el liderazgo es la capacidad de crear un mundo al cual las personas quieran pertenecer. Me parece una definición adecuada para Colombia, si la paz va a ser su destino.
Pensé en esta definición de liderazgo hace unos días, cuando me senté un par de horas a conversar libremente con el exgobernador de Antioquia Sergio Fajardo, en un café cerca de Columbia University. El exgobernador me habló sobre la necesidad de construir una propuesta política que trascienda las barreras ideológicas tradicionales y que se articule de manera independiente y alternativa desde un espacio donde los sentimientos de la mayoría de los colombianos se puedan encontrar.
Lo que me llamó la atención no fue tanto la visión bien articulada que Fajardo presentaba, sino la capacidad de transmitirla con emoción y pasión. De hecho, un liderazgo auténtico y transformador se distingue no solamente por la visión, sino por la capacidad de inspirar, suscitando emociones.
A este país no le han hecho falta líderes que han sabido suscitar emociones intensas. El problema ha sido que muchas veces estos líderes han fomentado la venganza, el resentimiento y el odio, contribuyendo de esta manera a profundizar las divergencias entre amigos y enemigos, y promoviendo identidades y propuestas políticas fundamentadas en la exclusión y la eliminación de los opuestos. En la última década, el ejemplo más visible de esta forma de liderazgo ha sido encarnado por Álvaro Uribe, quien ha sabido empoderar sentimientos de patriotismo alrededor de emociones negativas que han terminado por perpetuar, y quizás hasta profundizar, la polarización política del país.
Ahora bien, si Uribe pudo seguir dominando con su discurso, manteniendo comprometidas sus tropas a favor de una oposición obsesiva contra el proceso de paz, es también porque el presidente Santos tiene varios méritos (entre aquellos, el coraje de proponer un proceso de paz con la guerrillas), pero no la capacidad de emocionar y movilizar a la gente alrededor de su visión. Emotivamente, el presidente Santos parece anémico.
La visión de un proyecto político se debe necesariamente traducir en la capacidad de movilizar a los corazones. Es lo que hicieron grandes personajes, como Nelson Mandela y Martin Luther King. Ellos cambiaron la historia con un discurso no solamente justo, sino que también lograba emocionar. Y son las emociones las que mueven a la acción.
En la noche acompañé a Sergio Fajardo a un conversatorio con un número considerable de estudiantes colombianos. El exgobernador compartió con entusiasmo su historia política con los jóvenes. Les contó cómo hace más de 15 años, junto a otros, transformó la indignación por la violencia en la construcción de un proyecto para Medellín abierto a la esperanza. En el relato de Fajardo escuché también una experiencia de emociones paradójicas capaces de dar vida a una visión alternativa, independiente y positiva.
Reconocí unas emociones capaces de dar vida a un futuro distinto para Colombia, o sea, a un mañana radicado ya no más en el odio, sino en el amor.