Tesis filosófica según la cual la realidad consta de dos regiones radicalmente distintas. En el caso de la filosofía cartesiana estas dos regiones son la de lo espiritual y la de lo material. En lo espiritual, Descartes distingue también las substancias creadas o mentes humanas de la substancia increada o Dios.
Este dualismo es en cierto modo más extremo que el de la tradición escolástica pues ésta aceptaba que las criaturas físicas participaban del mundo de lo espiritual, por ejemplo al considerar que las plantas y las animales también gozaban de actividades vitales, aunque elementales, y por lo tanto de un alma o principio no reductible a términos materiales. Sin embargo Descartes considera que fuera de las mentes no hay nada que sea capaz de actividades psíquicas, ni siquiera en el mundo animal. La vida para él no es una consecuencia de un principio espiritual y se puede explicar en términos puramente materiales y mecánicos. Para Descartes lo espiritual no se relaciona con la vida sino con el pensamiento y la consciencia. Los cuerpos son radicalmente distintos de las mentes o almas pues son substancias realmente distintas, con atributos y propiedades (modos) necesariamente distintos. Los cuerpos son pura extensión, correspondiéndoles por ello las propiedades como el movimiento, la figura, el peso y el color. Las mentes son pensamiento, correspondiéndoles la consciencia y las modificaciones de ésta, como los sentimientos, los deseos, los actos de voluntad, las emociones y los recuerdos. En este sentido, Descartes podría indicar que los pensamientos no pesan ni ocupan un lugar ni tienen color, puesto que sólo a lo corpóreo le corresponden estas propiedades. A su vez, los cuerpos no pueden tener emociones, ni pensamientos, ni recuerdos, ya que estas propiedades son propiedades del alma. Una conclusión llamativa de este punto de vista es que los cerebros, propiamente, no piensan, ni en ellos se guardan los recuerdos, ya que sólo el alma –algo inmaterial– es el sujeto de pensamientos y recuerdos. Otra consecuencia de este punto de vista es que nuestras explicaciones del mundo físico no pueden ser del mismo tipo que nuestras explicaciones de la realidad mental. Los cuerpos se pueden explicar en términos mecanicistas, sin apelar a causas finales, ni a la libertad, y empleando la matemática. Las almas no se pueden explicar en dichos términos, pues necesitamos referirnos a las causas finales y a la libertad. En términos actuales diríamos que de la conducta que depende del alma sólo caben explicaciones mentalistas y de la conducta que depende de los meros cuerpos explicaciones materialistas y reduccionistas.
Tesis filosófica según la cual la realidad consta de dos regiones radicalmente distintas. En el caso de la filosofía cartesiana estas dos regiones son la de lo espiritual y la de lo material. En lo espiritual, Descartes distingue también las substancias creadas o mentes humanas de la substancia increada o Dios.
Este dualismo es en cierto modo más extremo que el de la tradición escolástica pues ésta aceptaba que las criaturas físicas participaban del mundo de lo espiritual, por ejemplo al considerar que las plantas y las animales también gozaban de actividades vitales, aunque elementales, y por lo tanto de un alma o principio no reductible a términos materiales. Sin embargo Descartes considera que fuera de las mentes no hay nada que sea capaz de actividades psíquicas, ni siquiera en el mundo animal. La vida para él no es una consecuencia de un principio espiritual y se puede explicar en términos puramente materiales y mecánicos.
Para Descartes lo espiritual no se relaciona con la vida sino con el pensamiento y la consciencia. Los cuerpos son radicalmente distintos de las mentes o almas pues son substancias realmente distintas, con atributos y propiedades (modos) necesariamente distintos. Los cuerpos son pura extensión, correspondiéndoles por ello las propiedades como el movimiento, la figura, el peso y el color. Las mentes son pensamiento, correspondiéndoles la consciencia y las modificaciones de ésta, como los sentimientos, los deseos, los actos de voluntad, las emociones y los recuerdos. En este sentido, Descartes podría indicar que los pensamientos no pesan ni ocupan un lugar ni tienen color, puesto que sólo a lo corpóreo le corresponden estas propiedades. A su vez, los cuerpos no pueden tener emociones, ni pensamientos, ni recuerdos, ya que estas propiedades son propiedades del alma. Una conclusión llamativa de este punto de vista es que los cerebros, propiamente, no piensan, ni en ellos se guardan los recuerdos, ya que sólo el alma –algo inmaterial– es el sujeto de pensamientos y recuerdos.
Otra consecuencia de este punto de vista es que nuestras explicaciones del mundo físico no pueden ser del mismo tipo que nuestras explicaciones de la realidad mental. Los cuerpos se pueden explicar en términos mecanicistas, sin apelar a causas finales, ni a la libertad, y empleando la matemática. Las almas no se pueden explicar en dichos términos, pues necesitamos referirnos a las causas finales y a la libertad. En términos actuales diríamos que de la conducta que depende del alma sólo caben explicaciones mentalistas y de la conducta que depende de los meros cuerpos explicaciones materialistas y reduccionistas.