Siempre se ha considerado el nacimiento de un nuevo individuo como un acontecimiento muy importante, pero hasta el siglo XIX no llegó a comprenderse con precisión el complejo proceso reproductor.
Todos los mamíferos, incluido el hombre, se multiplican por reproducción sexual. En el siglo XVII, el renombrado microscopista holandés Antón von Leeuwenhoek construyó un microscopio que le permitió ver que el semen (fluido emitido por el macho en la cópula) contenía pequeñas células cabezudas, los espermatozoides o células masculinas.
Las células femeninas correspondientes, los óvulos, no se descubrieron hasta 1827, año en que Karl Ernst von Baer, pionero de la embriología, las observó. En este intervalo se discutió acaloradamente acerca de los papeles respectivos del espermatozoide, llamado también espermio y espermatozoo, y el óvulo: algunos creían que el espermatozoide contenía un homúnculo o ser humano en miniatura y que la función del óvulo se limitaba a proporcionarle alimento a lo largo de la gestación.
La postura contraria postulaba que el papel del espermio era activar el ser humano preformado que se encontraba en el óvulo. En la actualidad sabemos que los homúnculos no existen y que los organismos complejos se forman mediante división celular controlada por los genes que cada célula contiene y que dirigen el desarrollo de la totalidad. Esto explica por qué los niños tienen características tanto del padre como de la madre. El óvulo y el espermatozoide tienen, pues, la misma importancia.
La teoría del homúnculo se aceptó hasta 1827, año en que el pionero de la embriología, Karl Ernst von Baer, descubrió la existencia del óvulo. El descubrimiento de los espermatozoides por el micro scopista holandés Antón von Leeuwenhoek en 1677 llevó a pensar que el espermio humano contenía un hombrecito en miniatura, completamente formado, al que el óvulo sólo le servía como alimento. Las teorías contrarias sostenían que el homúnculo se hallaba en el óvulo, y el espermatozoide se limitaba a activarlo. En 1759, el naturalista Caspar Fríedrich Wolff refutó estas teorías preformacionistas en su obra Theoria generatíonis en la que se anticipaban un siglo los descubrimientos de la embriología.
Siempre se ha considerado el nacimiento de un nuevo individuo como un acontecimiento muy importante, pero hasta el siglo XIX no llegó a comprenderse con precisión el complejo proceso reproductor.
Todos los mamíferos, incluido el hombre, se multiplican por reproducción sexual. En el siglo XVII, el renombrado microscopista holandés Antón von Leeuwenhoek construyó un microscopio que le permitió ver que el semen (fluido emitido por el macho en la cópula) contenía pequeñas células cabezudas, los espermatozoides o células masculinas.
Las células femeninas correspondientes, los óvulos, no se descubrieron hasta 1827, año en que Karl Ernst von Baer, pionero de la embriología, las observó. En este intervalo se discutió acaloradamente acerca de los papeles respectivos del espermatozoide, llamado también espermio y espermatozoo, y el óvulo: algunos creían que el espermatozoide contenía un homúnculo o ser humano en miniatura y que la función del óvulo se limitaba a proporcionarle alimento a lo largo de la gestación.
La postura contraria postulaba que el papel del espermio era activar el ser humano preformado que se encontraba en el óvulo. En la actualidad sabemos que los homúnculos no existen y que los organismos complejos se forman mediante división celular controlada por los genes que cada célula contiene y que dirigen el desarrollo de la totalidad. Esto explica por qué los niños tienen características tanto del padre como de la madre. El óvulo y el espermatozoide tienen, pues, la misma importancia.
La teoría del homúnculo se aceptó hasta 1827, año en que el pionero de la embriología, Karl Ernst von Baer, descubrió la existencia del óvulo. El descubrimiento de los espermatozoides por el micro scopista holandés Antón von Leeuwenhoek en 1677 llevó a pensar que el espermio humano contenía un hombrecito en miniatura, completamente formado, al que el óvulo sólo le servía como alimento. Las teorías contrarias sostenían que el homúnculo se hallaba en el óvulo, y el espermatozoide se limitaba a activarlo. En 1759, el naturalista Caspar Fríedrich Wolff refutó estas teorías preformacionistas en su obra Theoria generatíonis en la que se anticipaban un siglo los descubrimientos de la embriología.