Tenía por costumbre vagar cada tarde por nuestro jardín, acechando, escopeta en mano, a los cuervos. Desde siempre odiaba a esos pájaros recelosos, rapaces astutos. El día del que voy a hablar fui como siempre al jardín y, después de reconocer sin éxito todos los senderos (los cuervos ya me conocían y solo lanzaban entrecortados graznidos desde lejos), me aproximé casualmente a la valla baja que separaba nuestra propiedad de la franja de un estrecho jardín, situado a la derecha, detrás del ala y que le pertenecía iba yo con la cabeza gacha. De repente escuché unas voces: miré al otro lado de la valla y quedé petrificado... Fui testigo de un espectáculo singular. A unos pasos de distancia donde me encontraba, en un claro, entre unas matas aún verdes de frambuesa, estaba una muchacha alta, esbelta, con un vestido rosa a rayas y un pañuelo blanco a la cabeza. A su alrededor se apretujaban cuatro jóvenes, y ella los golpeaba por turno en la frente con esas flores grises pequeñas , cuyo nombre ignoro, pero que los niños conocen tan bien.
A. el deseo del chico por ser uno de los jóvenes que vive la situación
B. la sociedad del narrador y sus ganas de conseguir amistades con las que pudiese jugar
C. su vida aburrida y las ganas de hacer algo diferente
D. la administración que causó la muchacha y su deseo por estar a su lado en ese momento
Respuesta:
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Explicación: