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La relación que tiene una persona con su hijo se llama paternidad, la relación entre hermanos se llama fraternidad y la relación entre una persona y su padre se llama Filiación, así que la filiación divina es la relación que tenemos con nuestro Padre-Dios. Pero ¿qué significa esto? Es una de las prerrogativas que nos da el Bautismo: somos hijos adoptivos de Dios y tiene una importancia muy grande y un alcance bastante profundo en nuestra vida. El hijo del gerente de una empresa se siente (o se cree) también muy importante solo por la relación que tiene con su padre y se ve beneficiado por esa relación de manera que puede presumir de su filiación; el hijo de un funcionario del gobierno, igualmente se cree importante, tanto más cuanto más alta sea la jerarquía de dicho funcionario, de manera que los hijos de estos personajes pueden presumir de los privilegios y de los beneficios que les da su filiación, pero Tú y Yo no necesitamos ser hijos de ninguna de esas personalidades para sentirnos importantes y presumir de nuestra Dignidad –ya sabemos que somos hijos de Dios, el Cual es infinitamente más importante que cualquier personaje–, lo cual nos da una Dignidad extraordinariamente superior a cualquier “influencia” social y/o familiar que pudiéramos tener como seres sociales. Un Sacerdote muy Santo decía: “Los hijos... ¡Cómo procuran comportarse dignamente cuando están delante de sus padres! Y los hijos de Reyes, delante de su padre el Rey, ¡cómo procuran guardar la dignidad de la realeza! Y tú... ¿no sabes que estás siempre delante del Gran Rey, tu Padre-Dios?”
Un Sacerdote muy Santo decía: “Los hijos... ¡Cómo procuran comportarse dignamente cuando están delante de sus padres! Y los hijos de Reyes, delante de su padre el Rey, ¡cómo procuran guardar la dignidad de la realeza! Y tú... ¿no sabes que estás siempre delante del Gran Rey, tu Padre-Dios?”